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La consecuencia más visible de la huida del mercado de trabajo es la dificultad de las empresas de cubrir las vacantes en algunos sectores, por falta de candidatos; esto puede deberse, a su vez, a la ausencia de personas con el perfil formativo requerido, o a que las que lo tienen no encuentran interesantes las ofertas que se generan en éstas. Esto genera un cambio de actitud en éstas, que tienden a mejorar la calidad de los empleos que se ofrecen, y a diseñar incentivos para aceptarlos cuando se encuentra a un candidato idóneo.

Se produce también una alta rotación del personal en determinadas industrias, en las que los trabajadores diseñan modelos de carrera profesional basados en la transición continuada de unos empleadores a otros, lo que obliga a las empresas a adaptar sus políticas de recursos humanos para priorizar la retención por todos los medios posibles. Esto es posible en aquellos sectores en los que no se requieren cualificaciones profesionales que no son comunes.

Otro efecto es la falta de reemplazos en determinadas profesiones y oficios, puesto que no hay personas jóvenes formándose para ocupar las vacantes cuando abandonen el mercado, generalmente por jubilación, los actuales profesionales.

Consecuencia de esta huida está el reequilibrio de poder contractual en el mercado de trabajo, ante el desequilibrio entre oferta y demanda de trabajo. Así, en algunos sectores se está produciendo un empoderamiento de los trabajadores, frente a empresas que luchan por reclutar y retener el talento que necesitan. Los trabajadores incrementan su poder de negociación frente a potenciales empleadores, porque saben que tienen alternativas en caso de no aceptar una oferta o abandonar un empleo. A la vez reducen su umbral de tolerancia ante conductas que consideran inaceptables, u ofertas que estiman insuficientes. A las dificultades de contratación se unen los problemas de retención, con una enorme rotación en la plantilla que minan la productividad, dificultan la formación y complican la gestión de los clientes. De nuevo este fenómeno tiene una incidencia particular sobre el trabajo femenino, toda vez que, por un lado, el incremento de la capacidad de negociación lleva a que se puedan solicitar condiciones laborales más acordes con la conciliación con las obligaciones de cuidados (que como se sabe están injustamente repartidas según el género), mientras que por otro precisamente el tener que asumir estas cargas impide en ocasiones poder aprovechar plenamente este poder contractual.

El funcionamiento de los mercados de trabajo se está viendo igualmente afectado. Se mantiene su funcionamiento transicional, pero se altera el tipo de transiciones que se produce en su seno, puesto junto a las tradicionales de formación-a-empleo, y de empleo-desempleo-empleo, se generan otras caracterizadas por el abandono voluntario del empleo, el regreso al sistema formativo, el inicio de nuevas carreras profesionales…

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