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Puedes acceder al contenido completo de este trabajo en el siguiente enlace que te conducirá al capítulo: “Autoempleo y emprendimiento: ¿una salida del desempleo y/o un instrumento de prolongación de la vida activa para las personas maduras” publicado dentro de la monografía AAVV.,  El tratamiento del empleo de los trabajadores maduros por parte de los poderes públicos y de las políticas empresariales de Recursos Humanos, (dirigido por José Manuel Morales Ortega), Editorial Laborum, Murcia, 2016, ISBN: 978-84-945033-9-9.

RESUMEN

Las enormes dificultades de inserción o reinserción laboral de los trabajadores maduros han conducido a que, en muchas ocasiones, tengan que acudir al emprendimiento y al autoempleo como única salida posible a su situación; sin perjuicio, eso sí, de aquellas otras ocasiones, en las que estas opciones se han convertido en la vía patrocinada para la prolongación de sus vidas laborales. Ahora bien, en ninguno de estos supuestos, los trabajadores maduros acuden al autoempleo o al emprendimiento como lo querido por ellos. Todo lo contrario. El desempleado maduro suele emprender o autoemplearse «por necesidad y no por convencimiento«; y tampoco es favorable a su mantenimiento en activo, ya que lo normal es que la persona, alcanzada una determinada edad, opte por el retiro, y no por la prolongación laboral. En consecuencia, el autoempleo y el emprendimiento no se convierten, por distintas razones, en las salidas profesionales para los trabajadores maduros. Aún así, los poderes públicos, en ese afán desmedido y en el que no se evalúan realidades, por patrocinar estas salidas no contempla, en líneas generales, medidas concretas y adaptadas a los perfiles de los trabajadores maduros. De ahí que deba atenderse, sin perjuicio de algunas precisiones derivadas de la edad, a las medidas generales diseñadas e instituidas para todos los desempleados, en el caso del autoempleo, y sí concretas y particulares, como no podría ser de otro modo, para los casos de prolongación de la vida laboral.

Comenzando con las medidas para favorecer el autoempleo o el emprendimiento; todas ellas tienen que ir dirigidas a contrarrestar y neutralizar las enormes trabas, a las que se enfrentan los desempleados en general, y los parados maduros -y, dentro de ellos, los parados de larga o muy larga duración- en particular. Dichas trabas son las siguientes:

-Trabas burocráticas. La enorme dificultad y complejidad burocrática y administrativa existente en España tanto para emprender como para que el trabajador se establezca como autónomo. Lo que, desde 1998, ha sido denunciado por la Unión Europea. Aunque se han dado algunas respuestas; éstas no han sido de la entidad suficiente como para que se haya relativizado esta carga administrativa, por lo que su mantenimiento ha obligado a crear los Puntos de Atención al Emprendedor. Estos, pese a su impecable configuración teórica, presentan numerosas deficiencias prácticas, que los hacen, en más ocasiones de las deseadas, infructuosos.

-Trabas financieras. El acceso al crédito se ha convertido en un handicap; en muchas ocasiones, imposible de superar. De ahí la necesidad de líneas públicas y bancarias de financiación. Sin embargo, las medidas se han dirigido más a instrumentos de autofinanciación -excluidas, quizás, las mayores posibilidades de recursos o avales de las personas maduras- como la capitalización del desempleo o el pago único en la prestación por cese de actividad. Junto a ellos, otras medidas como la compatibilidad de la prestación por desempleo con el trabajo por cuenta ajena o la posibilidad de recuperar dicha prestación en los 5 años siguientes al inicio del trabajo autónomo -esta última, dado los elevados índices de fracaso o de abandono de esta actividad puede convertirse en una vía para los parados maduros beneficiarios de la prestación por desempleo-.

-Trabas fiscales y de Seguridad Social. La elevada carga impositiva en estos dos ámbitos disuaden, con demasiada frecuencia, al trabajador maduro para emprender o para autoemplearse. En ambas direcciones, se han adoptado medidas; tanto reducciones en las cargas tributarias como de Seguridad Social. En este último ámbito, mediante, fundamentalmente, la conocida Tarifa Plana, que permite, tras la Ley 31/2015, al trabajador maduro acceder a ella; y de este modo beneficiarse de unos incentivos -bonificaciones y reducciones- en sus cuotas a la Seguridad Social.

-Trabas culturales y formativas. Comenzando con las primeras, es necesario, y pese a ello no se ha hecho, adoptar medidas, más allá de meras campañas programáticas, cambiar la proyección social del emprendedor y del autoempleado a fin de generar vocaciones en esta dirección. Y por otro lado, la formación en estas materias. Pese a la difusión de estas parcelas, la formación reglada no cuenta, en líneas generales, con una adaptación real y completa de sus planes de estudios a los requerimientos de las mismas; mientras que la formación de oferta, aunque las incorpora, no pasan, normalmente, de cursos de escasa duración y contenido como para conseguir esa real y completa formación.

Es más, todas las medidas que existen y que debieran existir para favorecer el autoempleo y el emprendimiento deberían adoptarse partiendo de una premisa fundamental: estas actividades deben desarrollarse en el contexto de los nuevos yacimientos de empleo. Y aquí se plantea otro obstáculo para los trabajadores maduros, ya que éstos, con cierta habitualidad, suelen carecer de los conocimientos y de la formación requerida por dichos sectores y, por ello, suelen emprender en otros menos tecnológicos, menos viables, lo que va a cooperar desgraciadamente al fracaso de su iniciativa.

Por su parte, las medidas adoptadas para favorecer la prolongación de la vida laboral como trabajadores autónomos de las personas maduras se han orientado, fundamentalmente, a la compatibilidad de la pensión de jubilación con este tipo de trabajo; y para motivar a estos trabajadores a dicha compatibilidad se ha acudido a la exoneración total de las cuotas a la Seguridad Social -siempre que sus ingresos no superen el salario mínimo interprofesional en cómputo anual-  o a la llamada cotización de solidaridad. En cualquier caso, los datos no parecen arrojar un balance demasiado positivo de estas medidas; y, probablemente, la cuestión no radique en la medida en sí como en la ya mencionada tendencia natural del ser humano al retiro llegada una determinada edad.

José Manuel Morales Ortega

Universidad de Málaga

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