Gustavo Gaviria
Rider
Hablar de derechos laborales siempre será positivo, es hablar de aquellos derechos que atañen a una de las partes más cruciales de la cadena productiva, en definitiva, es hablar de proteger a quienes ayudan a generar riqueza y sostener economías completas. De igual manera, hablar de políticas públicas cuyo objetivo sea el reforzamiento de dichos derechos siempre será positivo, no siendo esto, en su principio más fundamental, algo que responda a “ser de izquierdas” o “ser de derechas”, sino al sentido común, aquel que dicta que si algo contribuye a la sociedad, deba ser protegido. Ahora, ¿Cuándo empiezan los problemas?: cuando se causa el efecto contrario a aquel que se pretende originalmente y, en lugar de proteger, destruye. Es esto lo que ha sucedido con la Ley “Rider” de Yolanda Díaz.
Mi nombre es Gustavo Gaviria, soy músico de profesión y Rider de oficio. Nací en Colombia, llegué a España en 2012 con el objetivo de complementar mi formación como productor musical y cuando terminé, con 26 años, llegó el momento de pensar en cómo tener un colchón económico que me permitiera tener una fuente de ingresos sin necesidad de estar atado a un horario de oficina y, en consecuencia, que no chocara con mis proyectos artísticos. Así, en 2017 gracias a una conversación en un McDonald’s con una amiga, surgió una posibilidad que, entre muchas otras, podría solucionar mi inquietud, me comentó: “a ti te encantan las bicis y pasear por Madrid, ¿Por qué no te metes a eso de Deliveroo?”. Aunque en ese momento sonó a la máxima broma posible, he de reconocer que soy de naturaleza muy inquieta y al llegar a casa, sin intención alguna de ir más allá que obtener información, investigué y me pareció realmente curioso ese trabajo: simple, flexible, sin jefes ni horarios, de esos trabajos muy concretos en los que una vez que te desconectas no vuelves a saber de él hasta que decides libremente volver a conectarte.
Tras estar algunos meses meditando la idea, sumergido en varios proyectos musicales, ensayos y grabaciones, y coincidiendo con mi cambio de visado de estudiante a residente el cual me permitía trabajar, ¿Qué podía perder?, opté por darme de alta en Deliveroo y luego en Glovo, la cual aunque era una plataforma nueva y realmente desconocida en aquel entonces, me llamaba mucho la atención ya que operaba las 24 horas, con lo cual podría trabajar de madrugada. Pasaron algunos días hasta que de la nada me vi montado en mi bici cambiando los roles: ya no era yo el que estaba yendo a comer a un restaurante, sino trabajando llevando comida a otros, algo que, en conjunto con ir en mi bici eléctrica, de madrugada, escuchando música y usando lo último en tecnología, hizo que pudiese seguir con mis proyectos musicales además de generar dinero cuando decidía trabajar como Rider.
Pasaron los meses, que rápidamente se convirtieron en dos años, cuando a finales de 2019 llegaron las primeras noticias del COVID-19, el cual rápidamente se convirtió en pandemia y a su vez en meses de cuarentena en toda España. La cultura es lo primero que se sacrifica con las crisis, y así vi como ser repartidor se convertía en mi único oficio posible al ser considerados servicio esencial, siendo de los pocos ciudadanos que pudo salir de casa todos los días y vivir en primera persona aquel paisaje tan increíble como desolador al circular por las calles totalmente vacías de mi ciudad.
Con el tiempo se fueron aligerando las restricciones, y en junio de 2020 llegó a mí una noticia que consideraba un mero rumor desde marzo, justo unos días antes de decretarse la cuarentena, y era que había llegado una nueva Ministra de Trabajo que al parecer tenía fuertemente marcado el objetivo de laboralizar a la fuerza a los que, como yo, trabajamos como repartidores autónomos mediante aplicaciones. Lo hizo oficial el 1 de junio de 2020 tras una reunión con un colectivo llamado “Riders x Derechos” [1], colectivo realmente desconocido entre el grueso de compañeros que conocía en aquel momento.
Siempre me ha gustado mi oficio, soy inquieto y, junto a mi inclinación natural a querer mejorar las cosas, proponer ideas, argumentar y defender lo que considero positivo, cuestiones que incluso me llevaron meses atrás a asistir a reuniones que en su momento Glovo organizó invitando a todos los repartidores que quisieran asistir, y así intentar proponer mejoras, me vi de madrugada recogiendo un pedido en McDonald’s, aquél donde empezó mi historia con este trabajo, preguntando a un compañero si había escuchado la noticia aquella, me dijo, indignado, que aquello nos iba a dejar sin trabajo, que “aquí nadie quiere eso”, arenga a la que se unió un segundo compañero, luego un tercero y luego un cuarto. Les dije que algo habría que hacer, pero no sabía qué. Seguí con mi trabajo y al llegar a otro punto de recogida de pedidos me encontré con el mismo escenario de compañeros comentando la noticia. Ahí salió a relucir mi vena impulsiva, que sin tener ni idea se aventura a hacer las cosas, y les dije que creáramos un grupo de Whatsapp para mantenernos en contacto y debatir allí qué hacer para que la Ministra nos escuchara. Así nació Repartidores Unidos [2].
Pasaron apenas un par de semanas desde que creé aquel grupo con un pequeño puñado de repartidores el cual, literalmente, llegó al máximo permitido por Whatsapp en aquel entonces, cuando sin imaginarlo me vi con un megáfono en mano, bloqueando una de las principales arterias de Madrid junto a casi 1.000 compañeros detrás en sus vehículos, yendo todos desde la Plaza de Cibeles hasta el Ministerio de Trabajo en Nuevos Ministerios, y así, compañeros en nueve ciudades más [3]. En mi vida había asistido a una manifestación, es más, ni sabía cómo se usaba un megáfono, pero fue tal la ola de indignación e impotencia colectiva que dicha manifestación se repitió un total de 35 veces más a lo largo de 2020 y 2021 [4] [5] [6] [7], en cuatro convocatorias nacionales con hasta 20 ciudades con miles y miles de repartidores en las calles en las que son, hasta este momento, las manifestaciones más concurridas del sector Rider en España. Dejamos en los registros del Ministerio de Trabajo y Delegaciones de Gobierno un total de once solicitudes de reunión con Yolanda Díaz para abordar este tema, ninguna fue respondida.
Pese a todos los gestos reivindicativos, infinitamente mayoritarios a los de la única organización de repartidores con los que Yolanda Díaz se reunió, de la cual no conocemos ni una sola manifestación convocada por ellos a la que hayan asistido más de treinta personas, se siguió un camino de unilateralidad en el cual se anunció, negoció, pactó, firmó, tramitó y convalidó la Ley Rider a espaldas tanto de los numerosos avisos de alerta que llegaban desde economistas [8] [9] [10], informes de valoración de impacto [11] [12], artículos de prensa y precedentes de otros países, como de los trabajadores afectados por la misma, siendo informados del futuro de nuestro trabajo exclusivamente por los medios de comunicación. Dicha aprobación mediante la figura de decreto ley tuvo lugar el 11 de mayo de 2021, con convalidación en el Congreso de los Diputados el 10 de junio de 2021 y finalización de su vacatio legis (sí, un decreto ley con vacatio legis de tres meses) el 12 de agosto de 2021, estando nosotros presentes mediante concentraciones y manifestaciones en todas y cada una de las etapas de la ley.
La experiencia legislativa sobre nuestro sector sólo puede definirse como surrealista, cuando no dantesca. Surrealista al darse un escenario de paternalismo en su estado más puro al ver como una Ministra de Trabajo, fuertemente ideologizada, impone una única fórmula de protección para un sector tremendamente dinámico, volátil y moderno que, como muchos otros que se sustentan fuertemente en el uso de la tecnología, requiere de una amplitud de definiciones y condiciones para proteger efectivamente a sus trabajadores; y dantesco, al desarrollarse totalmente a espaldas de los afectados, quienes vimos cómo llegaba al BOE una ley de un único artículo de dos párrafos que, literalmente, caben en un Post-it (sí, he hecho el ejercicio de escribirla en uno), pero que eso sí, está precedido de cuatro folios completos de exposición de motivos en los cuales no se expone ni un solo dato sobre el alcance o impacto de la normativa [13], abocando a nuestro sector a la judicialización sustentada en jurisprudencia que data de hace más de 40 años y que no solo desperdicia una oportunidad muy valiosa para realizar una ley ambiciosa, pionera y de vanguardia, sino que además termina afectando gravemente a las personas que dice proteger:
- En los meses previos a la finalización del vacatio legis de la Ley “Rider” la Inspección de Trabajo dio de alta a 4.000 repartidores autónomos de Amazon, tras esto empezó una paulatina suspensión del programa Amazon Flex hasta su eliminación en junio de 2022. [14] [15]
- El 12 de agosto de 2021 Uber Eats envía un correo a sus repartidores informando del final de las operaciones con autónomos, anunciando que prestaría su servicio exclusivamente con asalariados. Fue desconectado el 81% de la plantilla, 4.404 repartidores. [16] [17]
- El 29 de noviembre de 2021 Deliveroo finaliza las operaciones en España [18]. Tras un ERE que afectó al 100% de la plantilla, 3.871 trabajadores, siendo esta la afectación más mediática tras la ley “Rider”. En la carta de despido la compañía se refiere a la ley como “una reforma que acarrea grandes perjuicios al sector”, exponiendo como conclusión de su análisis de viabilidad de la empresa, con la ley en vigor, como “una situación de pérdidas estructural” la cual preveían no solo que se mantuviera de no adoptar medidas, sino que se viera intensificada por culpa de la ley “Rider”.
Así, la ley “Rider”, muy al contrario de mejorar nuestro trabajo, ha traído consigo la destrucción de más de 12.000 trabajos en un sector creciente y que, hasta el momento de entrada en vigor de la misma, no conocía de salidas de empresas ni de despidos colectivos. Entre esos despidos se encuentran los míos tanto de Uber Eats como de Deliveroo, los primeros despidos de mi vida, pudiendo afirmar, irónicamente, que gracias a la Ministra de Trabajo supe lo que es ser despedido. De igual manera, la única compañía que quedó en aquel momento fue Glovo, trayendo esto el temido escenario en el que ya no habían empresas que se disputaran nuestro trabajo mediante incentivos, sino que nos vimos avocados a trabajar solo en una, con la consecuente pérdida de ingresos [18] [19].
¿Y los sindicatos?. Ni idea. De ellos sólo hemos visto la misma unilateralidad del Ministerio de Trabajo, con la única diferencia de que con ellos sí hemos podido interactuar en algunas oportunidades como lo ha sido en la firma de los ERE tras la Ley “Rider” [20] [21], o episodios tan surrealistas como cuando UGT invitó a la ciudadanía a “penalizar el consumo a este tipo de empresas” [22], a sabiendas de que si los usuarios no realizan pedidos nosotros nos quedamos sin ingresos, o CCOO y UGT organizando manifestaciones con personas que no responden al perfil de repartidor (sin casco, ni moto, bici o patinete, ni mochila alguna) [23] [24] [25] [26] [27], con representantes que hasta han llevado esto a la literatura y relatado en medios de comunicación que “se han infiltrado” [28] cuando ni siquiera han llegado a entregar pedidos [29], o, el que más me ha afectado a nivel personal: cuando un sindicalista de UGT, antes de una manifestación de Repartidores Unidos contra la Ley Rider, me acusó en RTVE, en plena hora de alta audiencia, de “ser un directivo de Glovo que finge ser un rider” [30], persona que pese a que en directo aceptó asistir a aclarar estas afirmaciones en plató a instancias de la presentadora del programa, tras enterarse de que dicha participación sería conmigo y me podría defender, rechazó la invitación [31]. Este episodio se encuentra en estos momentos en manos de la justicia, ante una vulneración de mi Derecho Fundamental al Honor.
Tras esta experiencia regulatoria, la cual ha despertado el interés en diferentes países por conocer nuestra historia, destacan participaciones en los parlamentos de Argentina, Chile, Ecuador y Perú, reuniones con repartidores, empresas y políticos en Uruguay, Estados Unidos, México, Singapur, Colombia, Italia, Malta, Reino Unido y Portugal, además de una paradójica reunión con representantes del Gobierno Alemán en su embajada en Madrid, primero pudiendo hablar con el Gobierno de otro país antes que con el nuestro. Así, aunque estamos ante un modelo de trabajo que tiene un infinito margen de mejora, ya que en verdad se han presentado auténticos casos de aprovechamiento de vacíos legales y abusos en este sentido por parte de las empresas, siendo esto agravado por la ineficacia de los legisladores dada la poca altura de miras y fallas en la lectura de la situación, parece lógico pensar que un sector próspero, que genera oportunidades a diversos perfiles de trabajadores, facilita la vida del consumidor y mueve la economía, deba ser regulado para garantizar una justa participación de los involucrados. En este sentido solo nos queda esperar a que el Parlamento Europeo regule nuestro sector de manera realista, útil, eficaz y en aras de verdaderamente proteger a los trabajadores, no empeorar sustancialmente sus condiciones, cuando no dejarlos sin trabajo. Mientras tanto, seguiré entregando pedidos y haciendo música.
Los miembros del Proyecto sobre Segundo Aniversario de la Ley Rider y del Proyecto de Investigación «La huida del mercado de trabajo y la legislación social en España» (TRABEXIT), PID2022-141201OB-I00″, de la Convocatoria 2022 – «Proyectos de Generación de Conocimiento», en el marco del Plan Estatal de Investigación Científica, Técnica y de Innovación 2021-2023); no se hacen responsables de las opiniones vertidas por las personas que participan en el blog, siendo respetuosos estrictamente con dichas opiniones.