La participación en la Carrera de Indias, la gran ruta marítima que unió a España con sus colonias americanas, deparó grandes posibilidades de enriquecimiento y de ascenso social. Numerosas trayectorias meteóricas estuvieron ligadas en la España moderna al comercio con las Indias. Sin embargo, así como la historiografía se ha ocupado a menudo de la trayectoria de los comerciantes, es todavía muy poco lo que conocemos acerca de los generales y almirantes de las flotas de Indias, encargados de la escolta militar de los buques de la Carrera. Fernando Serrano Mangas y Pablo Emilio Pérez-Mallaína han llamado la atención sobre esta laguna historiográfica, apenas paliada por algunos estudios puntuales, como la estimable monografía que ha dedicado Enrique Tapias al almirante Manuel López Pintado. Francisco Andújar ha desvelado también recientemente que en el último tercio del siglo XVII muchos generales y almirantes de la Carrera de Indias adquirieron sus cargos a través de mecanismos de venalidad, disfrazados bajo la capa de gruesos préstamos a la Corona.
Estas inversiones se compensaban a corto plazo mediante la participación de los generales y almirantes en los inmensos beneficios del tráfico de Indias. En efecto, estos tomaron parte activa del comercio, tanto legal como ilegal, con América y su posición de privilegio en el operativo de las flota favoreció que se aprovechasen de las amplias posibilidades y oportunidades que entrañaba el fraude. La fortuna adquirida por estos medios lícitos e ilícitos hizo posible que protagonizaran un rápido ascenso social, mediante el ingreso en las órdenes militares y la adquisición de señoríos y títulos nobiliarios. Las urgencias financieras de la Monarquía española permitieron que el dinero fuera un poderoso ascensor social, ya que la Corona, para aliviar sus maltrechas arcas, puso al a venta numerosos cargos y honores.
Entre estas trayectorias fulgurantes figura la del general Francisco Díaz Pimienta, que reviste un gran interés. Hijo ilegítimo de un navegante del mismo nombre, descendía de una familia portuguesa de origen modesto instalada en la isla de la Palma, en el archipiélago de Canarias. Su padre había obtenido ya una cierta posición navegando y comerciando con las Indias, pero el oscuro origen de nuestro personaje, de quien se sospechó que era fruto de una relación adulterina de su padre con una mulata cubana, comprometía seriamente sus posibilidades de ascender socialmente.
Sin embargo, Francisco Díaz Pimienta superó todas estas dificultades. Enviado por su padre a Sevilla para estudiar con los jesuitas y seguir la carrera eclesiástica, se decidió a la muerte de su progenitor a emprender la carrera militar en la Armada, trasladándose para ello a Cartagena de Levante. Tras intervenir en la guerra de los Países Bajos, muy pronto lo encontramos participando en expediciones navales de guarda de la Carrera de Indias, limpiando de piratas las islas del Caribe y luchando contra holandeses e ingleses en las costas americanas. Adquirió el grado de capitán y financió la construcción de naves para el servicio del rey en los astilleros de La Habana, siendo nombrado Superintendente de las fábricas de las islas de Barlovento.
Un ventajoso matrimonio con la hija de una noble familia vasca, doña María Alfonsa de Vallecilla, le abrió las puertas al reconocimiento nobiliario. El padre de esta joven era también un notable constructor de buques, don Martín de Vallecilla, caballero de Santiago y también superintendente de fábricas, en este caso de Vizcaya A este matrimonio Díaz Pimienta llevó un grueso capital de 121.000 ducados de plata en barcos, mercancías en Nueva España, obligaciones de la Corona a su favor, dinero líquido, plata labrada, joyas, tapicería y alhajas de casa.
Instalado en Sevilla y después en Cádiz, las ciudades que concentraban el comercio con Indias, el meteórico ascenso de Díaz Pimienta se aceleró en los años cuarenta del siglo XVII. En 1641 fue nombrado general y almirante de la Real Armada de las Indias. Rescató la isla de Santa Catalina o Providencia, que había caído en manos de los ingleses, un hito en su carrera militar premiado por el rey con la concesión del hábito de caballero de Santiago.
En 1642 regresó a España al mando de los galeones de Tierra Firme, volviendo de nuevo a Cartagena de Indias al año siguiente. Participó en 1646 en el transporte de soldados a Cataluña para la guerra contra Francia, desplazando parte de la armada del Océano al Mediterráneo, y posteriormente en la campaña de Orbetello, en Toscana, al frente de 27 navíos españoles que combatieron con la flota francesa.
Díaz Pimienta fue nombrado consejero de Guerra y miembro de la Junta de Armadas, así como general de la armada del Mar Océano. Acudió con su escuadra a Nápoles y Sicilia con motivo de las revueltas que estallaron en estos reinos en 1647, acompañando a don Juan de Austria. Participó en otros diversos hechos de armas en el Mediterráneo, tanto en Italia como en Mallorca y Cataluña, en donde moriría en 1652, a bordo de la capitana de la flota del Mar Océano.
Antes de fallecer, el general Francisco Díaz Pimienta prosiguió su carrera meteórica en los años cuarenta del siglo XVII. En 1646 compró al rey Felipe IV la jurisdicción de la villa de Puerto Real, por la que pagó cerca de 37.000 ducados de plata, una cantidad muy importante. Puerto Real era una de las poblaciones de la bahía de Cádiz. En su término se daba carena a los buques del rey y en ella se ubicaban los almacenes de pertrechos navales de las embarcaciones de la Carrera de Indias. Esta operación significaba adquirir un señorío, un paso importante en su carrera nobiliaria, que pretendía coronar mediante la obtención de un título de Castilla, el de marqués de Puerto Real, que esperaba que le fuese concedido por el rey cuando le alcanzó la muerte. Antes de fallecer, fundó por vía testamentaria un mayorazgo, al que vinculó el señorío y el título, la casa que levantó en Puerto Real y un conjunto de derechos que había adquirido, también por compra al rey, sobre las alcabalas de Cádiz y de otras diversas localidades andaluzas, que proporcionaban unas rentas de más de 12.000 ducados anuales. Además, era propietario de varios inmuebles en Cádiz y en Madrid. Por entonces aún proseguía con las actividades mercantiles que habían levantado su fortuna. En el mismo testamento declaró la propiedad de la mitad de un barco enviado a Nueva España con una carga de pipas de vino, botijas de aceite y otras mercancías.
Desde unos oscuros orígenes como hijo ilegítimo, Francisco Díaz Pimienta logró elevarse a una destacada posición social, utilizando el servicio al rey y el comercio colonial como eficaces trampolines. Su perfil de militar-mercader no fue infrecuente en el mundo de los generales y almirantes de las flotas de Indias en el siglo XVII. Desplegando una incansable trayectoria vital entre el Atlántico y el Mediterráneo, entre el Viejo y el Nuevo Mundo, Díaz Pimienta fue uno de aquellos meteoros que surcó los cielos de la Monarquía Hispánica en una época histórica singular en la que se conjugaron, a partes iguales, la gloria y los fracasos, el esplendor y la decadencia.
Autor: Juan José Iglesias Rodríguez
Bibliografía
ANDÚJAR CASTILLO, Francisco, “Los generales y almirantes de la Carrera de Indias en el último tercio del siglo XVII. Préstamos y venalidad”, en IGLESIAS RODRÍGUEZ, Juan José y GARCÍA BERNAL, José Jaime, Andalucía en el mundo atlántico moderno: agentes y escenarios, Madrid, Sílex, 2016, pp. 265-286.
IGLESIAS RODRÍGUEZ, Juan José, La villa de Puerto Real en la Edad Moderna, Málaga, Fundación Unicaja, 2003.
PÉREZ-MALLAÍNA BUENO, Pablo Emilio, “Generales y almirantes de la Carrera de Indias: una investigación pendiente”, en Chronica Nova, 33, 2007, pp. 285-332.
SERRANO MANGAS, Fernando, “Una historia por hacer: generales y almirantes vascos en la Carrera de Indias”, en Itsas Memoria. Revista de Estudios Marítimos del País Vasco, 5, 2006, pp. 187-192.
TAPIAS HERRERO, Enrique, El Almirante López Pintado: el duro camino del éxito en la carrera de Indias, Sevilla, Editorial Universidad de Sevilla, 2017.
WANGÜEMERT Y POGGIO, José, El Almirante D. Francisco Díaz Pimienta y su época, Madrid, Tipografía de la Revista de Archivos, 1905.