La situación geográfica de Sevilla la hizo tener un papel determinante en las relaciones de la península ibérica con América. La elección del enclave portuario sevillano para ser la puerta de las Indias occidentales se debió a sus numerosas ventajas geoestratégicas. Por una parte, Sevilla está localizada a casi 100 kilómetros del mar, lo que le proporcionaba más seguridad defensiva ante un ataque enemigo, así como un mayor control del contrabando. Por otra, cuenta con una buena conexión con el interior de la península a través, principalmente, de la vía de La Plata, lo que facilitaba el transporte de mercancías. Además, la ciudad sevillana se rodeaba de un hinterland agrario que proporcionaba productos para llevar a América y consumir en los barcos transatlánticos, tales como aceite y vino. Por estas razones se decidió elegir a Sevilla como cabecera de la Carrera de Indias. De manera que todos los viajes a América tuvieron que salir de Sevilla, dando como resultado mucho trabajo con la reparación de los barcos, el transporte de las mercancías, y la preparación de los víveres, así como todo lo que necesitaban los marineros, antes y después de cada expedición. Con todo este desarrollo, la actividad mercantil de Sevilla atrajo a muchos castellanos y extranjeros que buscaban un trabajo o nuevas oportunidades al embarcarse hacia el Nuevo Mundo.

Tras ser elegida Sevilla como único puerto autorizado para la navegación y el comercio con las Indias a comienzos del siglo XVI, se crearon varias instituciones relacionadas con el gobierno, administración y desarrollo de este monopolio.

En 1503, se creó la Casa de la Contratación como instrumento de control para el tráfico de la Carrera de Indias. Desde este momento Sevilla se convierte en puerto y puerta de las Indias por decisión real. Desde esta fecha hasta 1717 Sevilla fue sede de la Carrera de Indias y centro de la economía mundial.

En 1543 se creó la Universidad de Cargadores a Indias, que era la unidad de todos los cargadores que luego se empezó a llamar Consulado de Cargadores.

En 1556 se creó la Universidad de Mareantes como gente de mar, esto es, dueños de navíos, marineros, etc. Eran los relacionados con la Carrera de Indias, pero sin ser mercaderes.

La decisión de situar a Sevilla en el centro de comunicaciones con América supuso un desarrollo urbanístico para la ciudad, que le llevó a modificar su entramado urbano. Con una nueva concepción para esta ciudad, se tuvo que rediseñar, edificar y mejorar gran parte de sus inmuebles para poder mantener y soportar el gran auge del comercio que se estaba dando. Se fueron realizando diferentes obras encaminadas al desarrollo de la funcionalidad de la ciudad, y que, a su vez, trataban de solventar los problemas que sufría como los de insalubridad que trataban de salvaros a través de la creación de un gran hospital, el de las Cinco Llagas.

El río Guadalquivir era el elemento conector que ofrecía seguridad a la ciudad y a su comercio, lo que le convertía en el gran protagonista de la ciudad sevillana. El sistema defensivo se incrementaba con las murallas y torres albarranas (Torre del Oro, de la Plata y del Bronce) que se conectaban hasta llegar al Alcázar (centro de defensa militar) que, junto a la disposición de la atarazana en el siglo XIV, permitía a la ciudad gozar de una gran capacidad de reacción ante un ataque exterior. Entre el río y las murallas y, más concretamente, entre la torre del Oro y el puente de barcas se situaba el Arenal donde se situaban las infraestructuras básicas para la navegación tales como almacenes, chiringuitos, venta ambulante, lugar para reparaciones de los barcos, cestería, tonelería, lonja de pescado, etc. Entre el río y las murallas, y entre la torre del Oro y la puerta de barcas. Posadas, tabernas y burdeles (la mancebía). La intensa vida del Arenal aparece en referencias literarias del Siglo del Oro, como lo describe perfectamente Lope de Vega en su obra de teatro «El Arenal de Sevilla»:

Lo que es más razón que alabes es ver salir destas naves tanta diversa nación;las cosas que desembarcan, el salir y entrar en ellas y el volver después a ellas con otras muchas que embarcan. Por cuchillos, el francés, mercerías y ruán, lleva aceite; el alemán trae lienzo, fustán, llantés…, carga vino de Alanís; hierro trae el vizcaíno, el cuartón, el tiro, el pino; el indiano, el ámbar gris, la perla, el oro, la plata, palo de Campeche, cueros…; toda esta arena es dineros. Los barcos de Gibraltar traen pescado cada día, aunque suele Berbería algunos dellos pescar. Es cosa de admiración ver los que vienen y van. Por aquí viene la fruta, la cal, el trigo, hasta el barro.

En el otro lado del río, se halla Triana, lugar de ocio y refresco, donde se situaban los únicos astilleros en los que solo se realizaban reparaciones. Aquí se producía la mayor parte de productos básicos para la Carrera de Indias (cerámica, almonas-fábricas de jabón, molino de pólvora, pescadores que hacían sus redes, etc. De ahí que fuera considerado un barrio de artesanos.

La elección de Sevilla como puerto y puerta de Indias favoreció su crecimiento demográfico y poblacional debido a su intensa vida comercial y social. De hecho, se convirtió en una de las ciudades más pobladas de Europa.

En el siglo XVII, Sevilla fue perdiendo su importancia debido a las catástrofes naturales y demográficas: las doce riadas sucedidas entre los años 1604 y 1697, la peste del 1649 vino precedido por una riada, que debido al estancamiento del agua provocaron las condiciones insalubres que hicieron brotar de nuevo la enfermedad, el terremoto de 1680, más un largo etc. De manera que en la segunda mitad del siglo XVII el comercio ultramarino había decaído de modo considerable en la ciudad Sevilla, a favor de Cádiz. Por lo que la Sevilla del siglo XVII acabó con un trágico decrecimiento mercantil y poblacional, dejando atrás su gran faceta comercial y enclave de importancia mundial.  

 

Autora: Rocío Moreno Cabanillas


Bibliografía

CHAUNU, Pierre, Sevilla y América: siglos XVI y XVII, Sevilla, Universidad de Sevilla, Secretariado de Publicaciones, 1987.

DOMÍNGUEZ ORTÍZ, Antonio, Orto y ocaso de Sevilla, Sevilla, Universidad de Sevilla, Secretariado de Publicaciones, 1991.

MORALES PADRÓN, Francisco, La ciudad del Quinientos, Sevilla, Universidad de Sevilla, 1983.

NUÑEZ ROLDAN, Francisco, La vida cotidiana en la Sevilla del Siglo de Oro, Madrid, Ed. Sílex, Madrid, 2004.

 

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