Francisco Arrafán y Valdés, corregidor de Vejer, manifestó su preocupación por la despoblación en la comarca de la Janda. En el contexto de las nuevas poblaciones de Carlos III, en 1785, el corregidor presentó un interesante proyecto con el fin de poblar aquellas zonas.

El corregidor Francisco de Arrafán y Valdés era miembro de una de las grandes familias del ducado de Medina Sidonia. Tuvo una fuerte presencia durante todo el siglo XVIII en las almadrabas de Conil y también ejerció otros oficios en la casa del duque. Por ello, Arrafán y Valdés se percató de la notoria diferencia que existía entre la almadraba de Conil, rica y bien abastecida, y la de Barbate, totalmente despoblada y, por ende, desaprovechado su potencial económico. Las almadrabas de la zona eran un aliciente que probaba la riqueza económica del lugar. Sin embargo, el corregidor advertía que, en 1534, la población de Barbate tan solo contaba con cinco vecinos. Muestra del despoblamiento que sufría la zona era la ermita de San Paulino, la cual había sido construida por la familia de los Leones Garavitos de Vejer, cuyas armas estaban labradas en la portada de la Iglesia. Sin embargo, advertía el corregidor, que esta pequeña iglesia “no tiene sacramento, luz ni sacristán, sacerdote secular ni regular destinado a celebrar algún culto, renta ni obtención con que gratificar a Persona que se dedique a su custodia ni aseo”. La falta de asistencia religiosa, sin lugar a duda, era una clara muestra de los problemas de población que sufría la zona. Aunque en 1778 había tenido lugar la instalación de Paulo Mallia, de origen Maltés, lo que suponía una buena oportunidad para repoblar el pueblo, era necesario ampliar estos esfuerzos.

De este modo, gracias a su posición, en 1785, Francisco de Arrafán, influenciado por las ideas ilustradas y a caballo de las nuevas poblaciones impulsadas en la época, desde la ciudad de Conil, donde residía, presentó un proyecto a los duques de Media Sidonia para poblar las zonas de Barbate y Zahara. Este proyecto dirigido a los duques iba acompañado de un croquis de la almadraba de Barbate, además de numerosos detalles que elogiaban la ubicación y beneficios de la zona. Arrafán y Valdés aludía a la situación geográfica de Barbate y los beneficios de poblar la región. En primer lugar, uno de los puntos atractivos era el no pagar tributos y la facilidad para construir viviendas. El corregidor afirmaba que las casas no pagan tributo a nadie y con solo una Licencia del Ayuntamiento de Vexer construye cada cual la que necesita”.

Pero, si algo destacaba en el lugar era su posición geográfica por el alto valor estratégico y comercial. Arrafán y Valdés aludía a la barra o cova del río, que suponía un lugar cómodo y seguro, a salvo de los temporales, para conseguir todo género del comercio. Pues, se encontraba en el Estrecho de Gibraltar, cerca de ciudades y plazas estratégicamente valoradas como Ceuta, Málaga, Cádiz, Puerto de Santa María, Jerez, Puerto Real, la Isla de León y Chiclana. Además, Barbate estaba situada frente a Tánger, donde había muy poco recurrido, y a tan solo cinco millas de la villa de Vejer, lo que valorizaba la situación estratégica para el comercio. Otro valor añadido era el río Barbate, pues la zona se beneficiaba de la introducción del comercio marítimo por la vía fluvial.  

Si la posición estratégica era insuficiente, Arrafán y Valdés describía en su proyecto el valor de los vientos y su utilidad para la navegación. El corregidor declaraba que “todos los vientos (a excepción del Sur, causa de las Borrascas) le son favorables para la navegación, pues hasta a Cádiz y demás últimos puertos referidos que están en su Poniente, puede viajarse con este viento a bolinas, rindiendo un bordo sobre cavo Espartel, circunstancias todas tan recomendables, que concurriendo un Pueblo donde tubieran perfecto conocimiento de ellas, les constituyeran en la felicidad más grande”.

Arrafán y Valdés, con esto, entendía que el lugar cumplía con todas las calidades y circunstancias que había prevenido el monarca en la Instrucción para las poblaciones de Sierra Morrena. Por lo que animaba al duque a emprender este proyecto que sería de un gran servicio a la monarquía, además contribuiría con el aumento de la gente del mar y fomentaría la agricultura y la industria. La población de las zonas de Barbate, además, sacaría de la miseria a muchas familias que serían conducidas a asentarse en este paraje fértil y productivo, para que cultivasen las zonas, lo que daría múltiples beneficios para el pueblo y la propia monarquía.

El proyecto de 1785 de Arrafán, además, contenía detalles sobre cómo debía hacerse el poblamiento. El corregidor anunciaba la importancia de construir un buen mesón, además de poner una barca de pasaje. Para fomentar la venida de pobladores sugería que se entregase a cada vecino poblador una porción de campiña, una casa en el pueblo, una viña y un higueral. El proyecto también prestó atención al cuidado de la salud e incluía detalles sobre los médicos y cirujanos que debía haber en la población, así como el salario que debían percibir.

La explotación económica del lugar no se limitaba a la fructífera labor de la almadraba. El corregidor aconsejaba la cría de gusanos de seda y la producción de lana. Ésta última muy relevante por el reciente traslado de la producción lanar de Vejer a la fábrica de paños en Grazalema. Esta diversificación económica era otro atractivo para fomentar la población del lugar, aunque la explotación de la almadraba y el valor estratégico del enclave en el que se situaba Barbate eran los valores fundamentales.

Este proyecto de Arrafán y Valdés despertó el interés de la casa ducal. En febrero de 1786 el duque pedía al corregidor aclarar diferentes puntos del proyecto. Se preguntaba si había caminos desde Vejer hasta Barbate, si se podían comprar las alcabalas de la nueva población, si Vejer estaría dispuesto a ceder algunos baldíos de su mayorazgo y, sobre todo, preguntaba por el coste que tendría construir el mesón, la barca y las casas de oficinas.

Sin embargo, pese al cruce de cartas y proyectos, y el empeño de Arrafán y Valdés, los consejeros de Madrid recomendaron al duque rechazar este proyecto poblador. Gonzalo de Vilches, asesor de cámara del duque, señalaba algunos de los principales inconvenientes. El primero de ellos, había sido la negativa del concejo de Vejer a ceder los baldíos, pues sin ellos no podrían resistir los pobladores. Pero, sobre todo, el proyecto requería una fuerte inversión pues se estimó que el mesón costaría 84.650 reales, la barca 9.000 reales y 40.000 la casa oficina. Por estas razones, el asesor declaraba que estos gastos eran “exorbitantes y las ventas dudosas”, por lo que aconsejaba al duque que “puede desistirse, a lo menos por ahora, el pensamiento de poblar Barbate”. Ante esta situación y con el temor del duque de iniciar un poblamiento de difícil ejecución, como estaba sucediendo con la nueva población del Rocío, se decidió no llevar a cabo el proyecto poblador de Arrafán y Valdés.

De esta forma, fracasó el proyecto del corregidor Arrafán y Valdés y con él la posibilidad de aumentar la población en la comarca de la Janda. Por tanto, a fines del siglo XVIII y todavía durante la centuria del XIX, Barbate tan solo contó con una decena de vecinos. Hubo que esperar a que los Romeu, condes de Barbate desde 1922, retomasen las almadrabas y consiguieran una población nutrida, lo que le permitiría la segregación de Vejer en plena Guerra Civil.

 

Autora: Isabel María Melero Muñoz


Bibliografía

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