Durante largo tiempo, la ausencia absoluta de industria en el Cádiz del siglo XVIII y la inoperatividad del capital comercial gaditano para convertir los beneficios de la actividad mercantil en inversiones industriales ha sido una idea sólidamente establecida. Esta imagen, que es parcialmente cierta, requiere sin embargo ser matizada. En la bahía de Cádiz se registraron en el siglo XVIII diversas iniciativas industriales de interés. Una de ellas fue la fabricación de tejidos de seda, que contó con distintos establecimientos en El Puerto de Santa María.

En 1765, Juan José Vélez de Guevara, conde de Guevara, estableció en El Puerto la fábrica de tejidos de seda llamada de la Purísima Concepción. Hasta 1769 esta empresa se mantuvo de los capitales aportados por su fundador. A partir de esa fecha, se llevó a cabo una ampliación de capital mediante una emisión limitada de acciones por un valor de doscientos mil pesos, a razón de mil acciones de doscientos pesos cada una. Según Francisco Mariano Nipho, esta emisión fue respaldada fundamentalmente por inversores extranjeros, que compraron veinte acciones por cada una adquirida por españoles. El capital reunido permitió una ampliación de la capacidad productiva de la fábrica, que aquel mismo año adquirió catorce nuevos telares de tejidos anchos, dos de medias y un torno de torcer seda. La fábrica de Guevara producía terciopelos, felpas, damascos, grodetures, moeres, rasos, tercianelas, tafetanes, medias, redecillas, calzones y gorros. La materia prima era importada en su casi totalidad y la producción se destinaba en su mayor parte a América. La fábrica dispuso también de una máquina “a imitación de las de Inglaterra, cuya perfección excede en el día a las mejores que se dan en España”. Este ingenio mecánico era por entonces una rareza en la zona, pero es un testigo de las posibilidades que la industria textil pudo tener en la misma.

Entre 1788 y 1797 tenemos información detallada acerca de otras fábricas de tejidos de seda en El Puerto, gracias a los censos de frutos y manufacturas. La de Vico, Conti y Cía contaba con 61 telares, de los cuales dos eran máquinas de patente “a la inglesa”. En 1797 el número de telares había aumentado a 76. En 1789 esta fábrica daba trabajo a casi un centenar de empleados, más cerca de 600 encañadoras y bordadoras que trabajaban a domicilio. El establecimiento se dedicaba a la fabricación de medias de seda, buena parte de las cuales se remitían a América.

En 1786 fundó otra fábrica de medias de seda Rafael Vicario, comerciante de Cádiz matriculado en la Universidad de Cargadores a Indias. Aunque de corta vida, como la anterior, fue también un centro fabril de cierta importancia. Contaba con 47 telares, tintorería propia y una producción que llegó a superar los 34.000 pares de medias anuales, que se embarcaban con destino a Veracruz, Lima y Guatemala. Vicario trajo a 54 especialistas, hombres y mujeres, de Génova, y llegó a contar con 247 empleados.

Por los mismos años, funcionaron también otras cinco fábricas menores de medias de seda en esta ciudad. Entre ellas la de Santiago Guido, con 32 empleados; la de José Pedemonte, que llegó a tener 98, y otras más (Antonio Montesisto, Domingo Ceruti, José Fascie). La mayoría fueron puestas en marcha por hombres de negocios y fabricantes gaditanos de origen genovés.

La competencia de las medias extranjeras (especialmente las genovesas), la disposición oficial de permitir el libre embarque de las mismas a América, los altos costos de la materia prima y las crisis bélicas de fin de siglo (guerra de la Convención, bloqueo inglés de la Bahía) arruinaron este prometedor conato industrial.

 

Autor: Juan José Iglesias Rodríguez


Bibliografía

IGLESIAS RODRÍGUEZ, Juan José, Una ciudad mercantil en el siglo XVIII: El Puerto de Santa María, Sevilla, Muñoz Moya y Montraveta editores, 1991.

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