A la vista de cualquier observador extranjero, la Bahía de Cádiz presentaba en el siglo xviii un perfil intensamente marcado por el comercio colonial e internacional, la abundancia del dinero y la presencia de numerosos mercaderes de toda procedencia. El francés Étienne de Silhoutte escribía hacia 1729 refiriéndose a Cádiz: “No hay sitio en Europa en donde el dinero sea más abundante y corra más. Toda clase de naciones abordan allí, y allí habita gran número de mercaderes extranjeros”. De El Puerto de Santa María transmitía una imagen similar: “Esta ciudad está frente por frente de Cádiz y la proximidad de ese puerto hace que esté habitada por un gran número de mercaderes extranjeros”. Pero no todos los extranjeros residentes en Cádiz eran comerciantes. Jean François Peyron reparaba en 1772 en la cantidad y diversidad de orígenes de las colonias extranjeras de la ciudad, que vivía por entonces su momento de mayor esplendor demográfico: “Todas las naciones concurren a poblar Cádiz; entre ellas, la más considerable es la francesa; después de ella, la flamenca; a continuación, la italiana, la inglesa, la holandesa y la alemana”. Además de estas colonias estables, el puerto de Cádiz era frecuentado por motivo de comercio por innumerables navíos extranjeros, que llenaban la ciudad de transeúntes llegados de multitud de países. El barón de Bourgoing constataba este incesante trasiego de buques extranjeros a fines del siglo:
He aquí escribía- la estadística de la actividad marítima de Cádiz en 1791. Entraron 1.000 navíos, de los cuales 180 ingleses, 176 españoles de América, 162 españoles de Europa, 116 franceses, 104 portugueses, 90 de los Estados Unidos, 80 holandeses, 41 daneses, 25 suecos, 22 raguseos, 6 genoveses, 2 venecianos, 1 hamburgués, 1 ruso, 1 alemán y un barco español de Manila.
La realidad de Cádiz como emporio mercantil y como ciudad cosmopolita y abierta resulta indudable a la vista de los anteriores testimonios. Pero estas miradas personales no dejan de representar visiones construidas desde la subjetividad. Es preciso recurrir a los registros documentales para ratificar la realidad de la imagen trazada en los escritos de los viajeros de la época.
La Bahía de Cádiz, en efecto, se hallaba habitada en el siglo XVIII por una multitud de extranjeros. El traslado a Cádiz de la cabecera de las flotas de Indias y de la Casa de la Contratación supuso que la ciudad asumiera la capitalidad del monopolio comercial americano que hasta entonces había ostentado Sevilla. Los efectos de esta decisión no se limitaron a Cádiz, sino que afectaron al conjunto de la Bahía y su área de influencia. Una de las consecuencias más visibles fue la intensificación del flujo de extranjeros hacia las ciudades de este privilegiado ámbito comercial. Bien es cierto que no se trataba de un fenómeno estrictamente novedoso. Ya desde fines de la Edad Media los principales enclaves de la costa atlántica gaditana (y, especialmente, Cádiz, El Puerto de Santa María y Sanlúcar de Barrameda) habían asistido al asentamiento de colonias extranjeras, sobre todo procedentes de las ciudades mercantiles norteitalianas y de Portugal, animadas por el papel de la zona en el comercio con Europa, con el norte de África y, más tarde, con América. Pero es en el siglo XVIII y gracias al comercio colonial cuando el componente extranjero de la población gaditana alcanzó su mayor esplendor.
La fuerte presencia extranjera provocaba una imagen distorsionada que hacía suponer que ciudades como Cádiz o El Puerto estaban pobladas mayoritariamente por personas procedentes de otros países, lo que podía suponer un motivo de mayor recelo que admiración. Ya en el siglo XVII, un informe al rey sobre El Puerto sostenía que
es pueblo donde biven muy pocos naturales destos Reynos por que casi todos son extranjeros, unos ingleses, otros flamencos, otros franceses, otros italianos, y los pocos naturales que ay están mezclados y emparentados con los forasteros, de suerte que se puede dezir que son todos unos, y así, si la justiçia anduviese en los naturales, no habría siguridad en que ofreçiéndose ocasión no dejasen de entregar la tierra a enemigos…
El mismo prejuicio subyace en un informe del cabildo municipal gaditano de comienzos del siglo XVIII, que sostenía que Cádiz tenía “un número escaso de habitantes naturales y lo más de la población es de origen extranjero”. Se trata, no obstante, de imágenes deliberadamente construidas y condicionadas por intereses concretos: en el caso de El Puerto, argumentar la oportunidad de que la ciudad pasara de la jurisdicción señorial a la realenga; en el de Cádiz, justificar las dificultades de contribuir con mayores contingentes al ejército real. En este sentido, adolecen de semejantes problemas de veracidad que las imágenes transmitidas por los viajeros extranjeros.
La cuantificación precisa del número de integrantes de las colonias extranjeras de las ciudades atlánticas gaditanas tropieza con serias dificultades. Unas son de carácter documental, pues no siempre resulta fácil interpretar adecuadamente los criterios seguidos en la recopilación de la información conservada; otras tienen que ver más con el propio concepto de extranjero. Si atendemos exclusivamente a la variable del origen geográfico, la cuestión parece que se allana: serían extranjeros los nacidos fuera de España y nacionales los nacidos dentro de sus fronteras. Pero las cosas, desde un punto de vista funcional, no eran tan sencillas. ¿Cómo considerar, desde este ángulo, a los criollos nacidos en las colonias? ¿Qué tratamiento legal tenían los súbditos no españoles de la Monarquía Hispánica antes de la cesión de los últimos territorios europeos extrapeninsulares por el Tratado de Utrecht? ¿Hasta cuándo un extranjero era considerado como tal? Desde un punto de visto legal, el extranjero que se naturalizaba pasaba a ser español, pero contamos con una multitud de casos de extranjeros no naturalizados que, tras un prolongado período de residencia, a veces de treinta, cuarenta o más años, se encontraban tan plenamente integrados en la sociedad local que apenas se diferenciaban en la práctica por un origen foráneo que no resultaba tampoco una gran novedad, habida cuenta la intensidad de las corrientes de inmigración y la amalgama de procedencias que presentaba la población de la zona. En el extremo contrario, la plena españolización de determinadas familias de origen extranjero, sobre todo si eran de comerciantes, no excluía la existencia de tal intensidad de contactos con sus países de origen que no debería descartarse seguir considerándolas como extranjeras a efectos prácticos y funcionales.
Dicho esto, las cifras, tanto absolutas como relativas, de extranjeros que ofrecen para la ciudad Cádiz los distintos historiadores que se han acercado a su estudio son dispares, difiriendo en ocasiones en alto grado. Sin entrar en demasiados detalles, valga como ejemplo el hecho de que, para un mismo momento, los años 1713-14, el porcentaje de extranjeros sobre la población total de Cádiz es estimado por García-Baquero en un 12,75%, en un 12% por Collado y en un 31,5% por Bustos. Sesenta años después, en 1773, dicho porcentaje se situaría en torno al 14 o el 14,5% para Collado y García-Baquero, pero ascendería hasta el 21,4% según Bustos. Las tornas se vuelven cuando se refieren a 1801, año para el que García-Baquero habla de un 17,7% de extranjeros, Collado de un 20% y Bustos de tan sólo un 5%. Todo ello desde un punto de vista meramente cuantitativo, aquel en que, al menos en teoría, el recuento e interpretación de las fuentes debería ofrecer menores dificultades.
En el resto de la Bahía, la presencia extranjera fue también significativa en el siglo xviii, aunque sin llegar nunca a los niveles de la ciudad de Cádiz. Un padrón de 1705 recoge un total de 110 vecinos extranjeros en El Puerto de Santa María, un 6,8% del total. Esta cifra había ascendido a 189 en el año 1771 y hasta 767 en 1791. En un estudio sobre series parroquiales, José Mª Molina registra un total de 154 extranjeros casados en la Isla de León entre 1654 y 1750, un 15% del total de inmigrantes. En 1791, los extranjeros residentes en Puerto Real alcanzaban la cifra de 114.
Respecto a la distribución por naciones, los censos y matrículas de extranjeros indican una cierta evolución en la composición interna de la población extranjera. A lo largo de todo el siglo el predominio abrumador correspondió a los italianos (en su mayor parte genoveses) y los franceses, por este orden. Los primeros representaban un 43% del total de extranjeros con residencia en Cádiz en 1713, llegando al 54% a fines del siglo. Los segundos constituían el 30% de la población extranjera de la ciudad a principios de la centuria y más de un tercio en 1773, aunque su peso relativo disminuyó fuertemente a fines del xviii y comienzos del xix como resultado de las guerras sostenidas en aquella coyuntura entre Francia y España y a la política de represalias contra los franceses adoptada por este último país. Por lo que respecta al resto de naciones, los flamencos, que constituían la tercera colonia por su importancia numérica, descendieron más tarde en beneficio de irlandeses, portugueses, alemanes e ingleses.
Ante las dudas metodológicas planteadas por el análisis de vecindarios, padrones y matrículas de extranjeros, puede recurrirse a otras fuentes para aproximarse al volumen y composición de la inmigración extranjera en el Cádiz ilustrado. Pérez Serrano ha empleado fuentes parroquiales para concluir que entre 1775 y 1800 sólo el 10,7% de las familias de la ciudad eran extranjeras, pero sus cifras encubren un claro subregistro, al utilizar las series de bautismos y no las de matrimonio, como resulta clásico en los estudios de demografía histórica. Estas últimas arrojan para El Puerto de Santa María un porcentaje de un 12,5% de extranjeros entre los varones casados en la ciudad entre 1700 y 1800, siendo la inmigración abrumadoramente masculina.
Otra aproximación, aunque algo grosera, a la cuestión puede venir de la mano de los protocolos notariales. Utilizamos para ello la masa de escrituras de última voluntad catalogadas en el Archivo Histórico Provincial de Cádiz. Aunque resulta obvio que no todos los extranjeros testaron y que muchos aparecen varias veces ya que otorgaron más de un testamento o codicilo, los grandes números resultantes pueden ser indicativos. Así, sobre un total superior a 63 000 escrituras de última voluntad, el 88% corresponden a españoles, tanto peninsulares como originarios de las colonias americanas de España, y el 12% a extranjeros. Téngase en cuenta que este archivo alberga no sólo los fondos de la ciudad de Cádiz, donde el porcentaje de extranjeros es sin duda significativamente mayor, sino también los de otras diversas ciudades y pueblos de su provincia. La distribución por países de esta inmigración extranjera aparece reflejada en el siguiente cuadro:
Origen geográfico de los otorgantes en las escrituras de última voluntad conservadas en el AHPC para el período 1700-1800
PROCEDENCIA |
Nº |
% extranjeros |
Italianos |
3 330 |
43,7 |
Franceses |
2 715 |
35,6 |
Irlandeses |
540 |
7,1 |
Portugueses |
285 |
3,7 |
Alemanes |
188 |
2,5 |
Ingleses |
90 |
1,2 |
Flamencos |
75 |
1 |
Malteses |
75 |
1 |
Turcos |
65 |
0,8 |
Griegos |
63 |
0,8 |
Holandeses |
45 |
0,6 |
Suizos |
30 |
0,4 |
Filipinos |
25 |
0,3 |
Sirios |
19 |
0,2 |
Armenios |
18 |
0,2 |
Suecos |
15 |
0,2 |
Húngaros |
7 |
0,1 |
Estadounidenses |
6 |
0,07 |
Polacos |
5 |
0,06 |
Rusos |
4 |
0,05 |
Daneses |
4 |
0,05 |
Noruegos |
3 |
0,03 |
Brasileños |
3 |
0,03 |
Raguseos |
1 |
0,01 |
Marroquíes |
1 |
0,01 |
Berbería |
1 |
0,01 |
Total extranjeros |
7 613 |
12 |
Españoles |
55 770 |
88 |
Total de testamentos y otras escrituras de última voluntad |
63 383 |
100 |
Fuente: Archivo Histórico Provincial de Cádiz. Catálogo informatizado de las escrituras de última voluntad conservadas en los protocolos notariales. Elaboración propia.
Autor: Juan José Iglesias Rodríguez
Bibliografía
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