Que Sevilla fue una Babel de gentes de toda procedencia y condición en la época en la que ostentó la capitalidad del comercio colonial español es algo largamente reconocido en la historiografía. Como también que el emporio de riquezas en que se convirtió la ciudad hispalense tuvo también su cara opuesta: la proliferación de la miseria, los bajos fondos y la delincuencia urbana. La literatura del Siglo de Oro, y especialmente la novela picaresca, se hizo eco de la existencia de asociaciones criminales que operaban con provecho en la ciudad. Miguel de Cervantes contribuyó a la fijación de esta persistente imagen en su Rinconete y Cortadillo, al describir el patio de Monipodio, centro de malhechores y escuela de delincuentes. También Quevedo recrea en el Buscón la existencia de una hermandad de hampones, en la que se integra el protagonista de la novela a su llegada a Sevilla.

Según esta imagen literaria, las asociaciones criminales sevillanas se encontraban fuertemente organizadas y jerarquizadas. Luis Zapata de Chaves llegó a comparar a fines del siglo XVI a esta pretendida corporación criminal sevillana con el mismísimo consulado de comerciantes de la ciudad. Sus integrantes guardarían en todo momento un espeso silencio y un contumaz secretismo sobre las actividades de la organización, que dificultaría notablemente que la justicia las descubriese y castigase:

En Sevilla dicen que hay cofradía de ladrones con su prior y cónsules como mercaderes; hay depositario entre ellos, en cuya casa se recogen los hurtos, y arca de tres llaves, donde se echa lo que se hurta, y lo que se vende, y sacan de allí para el gasto y para cohechar los que pueden para su remedio cuando se ven en aprieto. Son muy recatados en recibir que sean hombres esforzados y ligeros, cristianos viejos; no acogen sino a criados de hombres poderosos y favorecidos en la ciudad, ministros de justicia; y lo primero que juran es esto, que aunque los hagan quartos, pasarán su trabajo, mas no descubrirán los compañeros; y así cuando entre gente honrada de una casa falta algo, que dicen que el diablo lo llevó, levántanselo al diablo que no lo llevó, sino alguno de éstos, y de haber la cofradía es cierto y durará mucho más que la señoría de Venecia, porque aunque la justicia entresaca algunos desdichados, nunca ha llegado al cabo de la hebra.

El crimen organizado sevillano estaría sujeto, siempre según esta visión literaria, no solo a una rígida organización jerárquica, sino también a severas leyes que reglaban su estructura y funcionamiento, constituyendo de este modo una especie de sociedad marginal paralela. En una obra de comienzos del siglo XVII, La desordenada codicia de los bienes ajenos, se llega a comparar este tipo de asociaciones con una república civil:

De los estatutos y leyes de los ladrones. En el discurso de mi historia (dijo el buen Andrés) he notado que vuestra merced no recibió muy bien esto de llamar a nuestra compañía república, pareciéndole que nos gobernamos por sólo el apetito de hurtar, sin otras leyes ni razón, siendo muy al contrario: pues no se hace entre nosotros cosa alguna que no esté reglada con razón, estatutos, leyes y premática, castigando a los que de otra suerte ejercitaren nuestro arte.

En esta obra se habla también de otro tipo de delincuentes: cortesanos o eclesiásticos dedicados a también a lucrarse a través del robo de los bienes ajenos y que completan el cortejo de truhanes, marginados y prostitutas que pueblan las páginas de la novela picaresca. Las fronteras del mundo de la delincuencia, en efecto, debieron ser en la realidad más porosas de lo que en principio aparentan. Así lo testimonia este aviso de Barrionuevo, que da sumaria cuenta de las peripecias de un predicador carmelita que acabó capitaneando una partida de bandoleros en Sierra Morena:

… en Sevilla, a 1º de septiembre [de 1656], otro fraile carmelita gran predicador, sobre un disgusto con su prelado, habiéndole preso se escapó y dio consigo en Sierra Morena, donde está acaudillando una gran tropa de aquella buena gente que sale a los caminos a pedir limosna por la boca de cañones reforzados.

 

Autor: Juan José Iglesias Rodríguez


Bibliografía

BARRIONUEVO, Jerónimo de, Avisos, tomo I, Madrid, Imprenta de M. Tello, 1892.

CARO BAROJA, Julio, Realidad y fantasía en el mundo criminal, Madrid, CSIC, 1986.

GARCÍA, Carlos, La desordenada codicia de los bienes ajenos, edición de Victoriano Roncero, Pamplona, EUNSA, 1996.

PERRY, Mary Elizabeth, Hampa y Sociedad en la Sevilla del Siglo de Oro, Sevilla, Ensenada3, 2012.

ZAPATA DE CHAVES, Luis, Varia historia (miscelánea), edición de Isidoro Montiel, I, Madrid, 1949.

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