La llegada a la maestría suponía el fin del cursus honorum artesanal. Los años de formación como aprendiz eran continuados por un tiempo como oficial en el taller de un maestro, ya fuese este familiar o no. Toda una trayectoria profesional en la que la experiencia acumulada, pero también el capital económico y relacional, servían para afrontar el último salto, aquel con el que se conseguía superar el examen e incorporarse como miembro de pleno derecho de la corporación. Con la maestría se asumieron ciertas prerrogativas, entre las que se encontró la apertura de un negocio propio, la contratación de aprendices y oficiales y, por su puesto, la presencia en la junta particular del gremio. Pero, sobre todo, llegar a maestro supuso para muchos un punto importante en sus historias de vida, pues abría la puerta a un caudal suficiente como para sostener su casa y su familia; en suma, ganar independencia.
Este relato bien podría asimilarse con la vida de muchos maestros artesanales en la Andalucía del Antiguo Régimen, sin embargo, para otros, sus trayectorias vitales se caracterizaron por una evolución menos lineal. Las encrucijadas fueron constantes y para ello fue necesario sortearlas con la mayor fortuna posible; y es que las calamidades y los momentos de crisis fueron recurrentes desde muchos frentes, producto de coyunturas internas, pero también de otras externas de las que fue difícil zafarse.
El gremio, por su parte, y la cofradía vinculada a él, asumieron ante esta situación un carácter asistencial para con sus miembros, con cuyas cuotas debía financiar las festividades al santo patrón, así como el enterramiento de aquellos maestros fallecidos en miseria y otras necesidades. En su concepción teórica, la institución debía cumplir una función social como amortiguadora de infortunios. Por su parte, la propia normativa interna debía asegurar unas pautas de comportamiento, lógicas que perseguían aminorar las desigualdades, asegurando unas ganancias que, aunque mínimas, fuesen suficientes para mantenerse. No obstante, cada vez más la brecha entre los maestros fue abriéndose, distanciándose y, con ello, rompiendo la homogeneidad como grupo. La desigualdad intragremial no se articuló únicamente a través de la edad o la categoría profesional, también a partir de otros criterios como el capital económico, social, cultural y relacional.
Aunque resulta complejo elaborar una tesis general para el conjunto de oficios, dadas las particularidades de cada uno de ellos, más en una región como Andalucía donde quedan todavía muchas investigaciones que hacer al respecto, el carácter mesocrático y el igualitarismo han sido expuestos con cierta frecuencia a la hora de hablar de la vida corporativa. Esta tesis, que se vincularía con las investigaciones de corte tradicional, parte del análisis casi exclusivo de los producibles industriales, dejando de lado otras ocupaciones y actividades que pudieron granjear beneficios extraordinarios, sobre los cuales se articuló la desigualdad. Así, u observamos el patrimonio como un todo, o se correrá el riesgo de construir conclusiones completamente parciales. Dicho esto, parece que las lógicas de la desigualdad limitada y de la ganancia estable pudieron servir hasta el siglo XVII, momento en el que las coyunturas experimentadas, con distintas temporalidades e intensidades, fueron resquebrajando estas prácticas colectivas en favor de una creciente desigualdad.
Las habilidades técnicas y las ganancias de obtenidas en la tienda-taller se imponen como relevantes claves para ponderar los caudales de los maestros, así como los contrastes entre ellos; sin embargo, producto de las reglas de control impuestas, estos nunca llegarían a ser los suficientemente elevados como para identificarse como criterio de distinción, al menos no para negocios similares en sus dimensiones. De ahí que, a medida que trascendemos de los límites puramente artesanales, puedan observarse una realidad de mayor amplitud y complejidad. En este sentido, las capacidades de inversión del excedente, ya fuese en bienes muebles o inmuebles, la pluriactividad o el ejercicio como pequeños prestamistas fueron ampliando la distancia entre unos maestros y otros, asentando las bases de comportamientos de tipo capitalista.
Diferencias internas en la categoría artesanal que marcaron las relaciones tejidas entre ellos. Así, algunos maestros hicieron las veces de dadores de trabajo, ampliando los recursos humanos movilizados en su taller mediante el uso de otros compañeros empobrecidos que tuvieron que cerrar sus negocios o que, incluso, nunca pudieron abrirlo; maestros, en última instancia, que pese a su posición teórica funcionaron como asalariados o jornaleros. Realidad que se acentuó ante la llegada contextos calamitosos.
Sin embargo, estas posiciones contrapuestas no siempre se expresaron de forma tan evidente a través de unos roles dicotómicos empleador-empleado, sino de manera más sutil. A través de cartas de arrendamiento, obligaciones de pago, fianzas o escrituras testamentarias es posible observar una red de crédito que nos acerca a relaciones de dependencias, no siempre unidireccionales, sino también tendentes al cambio de acuerdo con el contexto, a una red, por consiguiente, dotada de movilidad, donde protectores y protegidos quedaron sujetos al tiempo donde se desarrolló la vida.
Autor: Francisco Hidalgo Fernández
Bibliografía
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