A lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII, cuando las bases del Antiguo Régimen comenzaban a resquebrajarse ante el proceso de cambio social, el sistema gremial se identificó como uno de los elementos principales del debate político, sobre el cual se elaboraron discursos encaminados bien a su disolución, siguiendo los planteamientos de Adam Smith o los fisiócratas franceses, o bien a su conservación, aunque esta quedase en ocasiones ligada a una necesaria reforma. Más allá de estos interesantes debates, que continuarían algunos años más y sobre los que volveremos, lo cierto es que el gremio seguía conformándose, y pese a que tampoco podemos olvidar que un buen número de labores artesanales quedaron fuera de los márgenes corporativos, como una de las instituciones básicas en la organización del trabajo manufacturero preindustrial de la Monarquía.

Prueba de ello es que la densidad gremial -número de gremio por población- fuese ahora más elevada que en los siglos anteriores, aunque para Andalucía este incremento fuese más tímido. Un ejemplo de lo expuesto lo encontramos entre los plateros antequeranos, quienes en 1782 solicitaron a la Junta de Comercio y Moneda la creación de una congregación propia, rompiendo así con la dependencia que hasta el momento habían tenido con la establecida en la ciudad de Málaga. Tras algunos años de trámites, en febrero de 1786 era emitida la Cédula Real que permitía su formación. Sin embargo, dado las limitadas dimensiones del grupo de maestros, su vida no fue longeva. Tras menos de una década, las misivas se cruzaban entre Antequera y Madrid, pidiendo la primera su restitución. Elocuente en este sentido serán las palabras escritas en una de estas cartas, en las que se expusieron “las tres órdenes cristianas” por las que se seguía este “negocio”. Aunque una de ellas aludía a los agravios ocasionados a aquellos oficiales ya formados y listos para superar el examen, las otras dos expresaban la necesidad de “vivir con arreglo” y buscar el “orden de la patria” (Archivo Histórico Municipal de Antequera, Fondo Municipal, Caja 33). Y ello porque el gremio, además de jugar un papel esencial en la estructura económica, también lo hizo en la social.

Estas breves líneas, señaladas para el caso concreto de la platería antequerana, conectan con algunos de los argumentos esgrimidos en los debates que comentábamos. La historiografía ha reconocido en Antonio Capmany a uno de los mayores defensores de la pervivencia de los gremios. Bajo pseudónimo, en su Discurso económico-político, publicado en 1778, aludió de manera recurrente al orden social conseguido mediante el establecimiento de los gremios, pues señalaba que “donde no hay estas corporaciones bien dirigidas, y rigurosamente apoyadas, ¡en qué estado tan deplorable están las artes, y los artífices!”; por el contrario “los oficios reducidos a gremios bien ordenados, al paso que domicilian y conservan las artes, comunican como cuerpos públicos toda su estimación a sus miembros”. Del mismo modo, en la Disertación histórico-político-legal, elaborada años antes por Francisco Romá y Rossell, se incidía en la misma cuestión, considerando a las corporaciones como “el mejor preservativo de la sociedad”, pues “son muy a propósito para mantener el buen orden”.

Un orden, en definitiva, al que se llegaban mediante el cumplimiento de las normas, ya fuesen escritas o dictadas por la tradición, y la defensa del oficio, pero, tampoco podemos olvidar, por una organización de marcado signo jerárquico, resultando en unas fuertes relaciones de dependencia entre los distintos miembros que componían la congregación en cada una de sus categorías. En el gremio, aunque mejor dicho en los talleres de aquellos maestros que lo componían, se reconoce un escenario idóneo para el disciplinamiento social, pues en su seno se interiorizó, como una metáfora, la estructura piramidal del conjunto de la sociedad, en su seno, por tanto, se aprendió obedecer órdenes y cumplir con las obligaciones para con el superior. De ahí que entender las corporaciones como meras instituciones labores sea una lectura extremadamente parcial.

No obstante, la paz y el orden promulgado por los defensores del sistema gremial no fue una realidad unánime. Si, como decimos, estamos ante un escenario de asimilación de roles sociales -habría que hablar también de algunas resistencias pasivas-, también aquí se produjeron fracturas que abrieron la puerta a un conflicto ocasionado, en su mayoría, por la desigualdad y, por consiguiente, por el enfrentamiento entre la necesidad de los más desfavorecidos y las extralimitadas actitudes de sus componentes mejor posicionados. Así las cosas, las tesis que señalan al gremio como garante del igualitarismo entre sus miembros o como herramienta institucional de control social no van más allá de ser un relato estereotipado, originado mediante la perpetuación de los tópicos y la exclusión de una realidad de mayor complejidad.

 

Autor: Francisco Hidalgo Fernández


Fuentes

Palacio, Ramón Miguel [Antonio de Capmany], Discursos económico-político en defensas del trabajo mecánico de los menestrales, y de la influencia de sus gremios en las costumbres populares, conservación de las artes, y honor de los artesanos, Madrid, Imprenta de D. Antonio Sancha, 1778. En Biblioteca del Banco de España.

Romà y Rossell, Francisco, Disertación histórico-político-legal por los Colegios y Gremios de la ciudad de Barcelona y sus privativas, Barcelona, Imprenta de Thomás Piferrer, 1766. En Biblioteca de Catalunya.

Bibliografía

LÓPEZ BARAHONA, Victoria y NIETO SÁNCHEZ, José A. (eds.), El trabajo en la encrucijada. Artesanos urbanos en la Europa de la Edad Moderna, Madrid, Libros de la Catarata, 1996.

MOLAS RIBALTA, Pere, “Ideas sobre la supresión de los gremios en Francia”, en TORRES SÁNCHEZ, Rafael (ed.), Studium, magisterium et amicitia: homenaje al profesor Agustín González Enciso, Pamplona, Eunate, 2018, pp. 323-328.

NIETO SÁNCHEZ, José A., “Los gremios en Castilla, Navarra y Aragón, 1300-1800: una síntesis”, en SOLÀ PARERA, Àngels (ed.), Artesanos, gremios y género en el sur de Europa (sgilos XVI-XIX), Barcelona, Icaria, 2019, pp. 21-54.

SÁNCHEZ-LAFUENTE GÉMAR, Rafael, “El Colegio-Congregación de plateros de Antequera (1782-1833)”, en Boletín de Arte, 11, 1990, pp. 317-336.

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