Entre los mercaderes genoveses activos en Andalucía a comienzos de la Edad Moderna encontramos numerosos Sopranis. En Sevilla, un Bernardo Sopranis aparece en la relación de los comerciantes de aquella nación que contribuyeron al préstamo para el asedio de Baza en 1489. Enrique Otte documenta también el activo papel de los Sopranis en el comercio del aceite andaluz. Así, por ejemplo, Jacopo Sopranis compró en 1515 al regidor sevillano Francisco de Alcázar cuarenta mil quintales de aceite, por un valor de 3.750.000 maravedís. También desempeñaron un papel importante en el comercio del azúcar, en el que los genoveses ejercieron un cuasi monopolio. Desde 1480 aparece registrado en los protocolos notariales sevillanos el azúcar del Atlántico portugués como objeto de mercado. A partir de 1495 se incorpora también el azúcar canario, cuya importación se organizó desde Sevilla y, sobre todo, desde Cádiz, desde donde se reexportaba a hacia Amberes, Londres y diversos puertos mediterráneos, especialmente italianos. Por último, los Sopranis sevillanos aparecen también vinculados al comercio de manufacturas de cuero y tejidos de seda. De un total de 437 mercaderes genoveses que Otte documenta en Sevilla entre 1489 y 1514, catorce llevaban el apellido Sopranis. Algunos de ellos, como Jacopo y Antonio Sopranis, fueron elegidos cónsules de la nación genovesa presente en la ciudad.

La presencia de los Sopranis en Canarias es para Hipólito Sancho muy temprana. Este historiador la eleva a los momentos inmediatamente subsiguientes a la conquista de las islas, en la década de los noventa del siglo XV. Pero, si bien la presencia del apellido Sopranis en Canarias en los primeros momentos de la conquista puede ofrecer alguna duda, no es así en el caso de los Riberol (los Rippariolo genoveses), vinculados familiarmente a aquellos. La apertura del mercado del azúcar canario atrajo a los hermanos Francisco y Cosme Riberol a Canarias. Béatrice Perez ha estudiado el papel como propietario de ingenios azucareros en Canarias y en el mercado de azúcar y esclavos de Francisco de Riberol, un personaje imbricado en un sistema europeo de relaciones que gira en gran medida en torno a un complejo genovés que esta autora describe como “un sistema asociativo de redes a partir de una geografía salpicada (…), como una galaxia de constelaciones moviéndose alrededor de un eje poderoso”. Los Riberol participaron intensamente también en la producción y comercialización del jabón blanco sevillano, como arrendatarios de una importante almona en Triana.

Los Sopranis aparecen también a fines del siglo XV y comienzos del XVI en otras ciudades españolas. David Igual y Germán Navarro documentan la presencia de varios de ellos en Valencia, como Francesco di Sopranis, mercator ianuensis, Girolamo di Sopranis Donato, Giacomo di Sopranis o Cosimo di Sopranis, entre 1471 y 1515. Asimismo, Giacomo di Sopranis aparece en Jerez de la Frontera en una letra de cambio de 1482.

Es preciso señalar que Sopranis era el gentilicio común que adoptaron los miembros de las diversas familias genovesas integradas en el albergo genovés del mismo nombre, que recibía esta denominación por el hecho de estar radicado en la contrada de la Porta Soprana. A mediados del siglo XVI, varios individuos pertenecientes a una de aquellas familias genovesas integradas en el albergo de los Sopranis, los Cibo, se instalaron en España. Según Hipólito Sancho, formaron parte de una amplia emigración genovesa hacia la Península Ibérica que respondió a motivos políticos y económicos: la victoria definitiva de los Doria sobre la antigua nobleza y la crisis derivada de pérdida de las posesiones que la republica ligur mantenía en el Mediterráneo oriental a manos de los turcos. Para el mismo autor, fueron tres los Cibo de Sopranis que formaron parte de aquella diáspora: Rafael, que asentó en Sevilla; Felipe, que lo hizo en Canarias y Esteban, que se instaló en Cádiz. Todos eran hijos de Jácome Cibo de Sopranis y de Margarita Scaglia. A su vez, aquel descendía del patricio genovés Rafael Cibo de Sopranis y de su esposa, Marietta An’Doria.

El momento exacto en el que Esteban Cibo de Sopranis llegó a Cádiz no resulta fácil de determinar, toda vez que la casi totalidad de los archivos gaditanos desaparecieron en el incendio que padeció la ciudad durante el asalto anglo-holandés de 1596. Sin embargo, el propio Hipólito Sancho documenta su presencia activa en la ciudad en las décadas de 1550 y 1560, a través de diversos protocolos notariales salvados de la destrucción. El más antiguo, al parecer, data de 1553. Se trata de una escritura de venta de casas entre Reines Cob Velgres y Menat Pen, ambos flamencos, en las que consta que el inmueble estaba cargado con tres mil maravedís de tributo perpetuo a favor de Esteban Cibo de Sopranis y de Luisa Gentil, su mujer, esta última también perteneciente por vía paterna a una familia de comerciantes de origen genovés, pues era hija de Esteban Gentile y de Catalina de Estopiñán. Ambos cónyuges habían ya fallecido en 1578.

Del matrimonio entre Esteban Cibo de Sopranis y Luisa Gentil nacieron seis hijos. El mayor, Jácome, casó con Juana Baricio de Haya, hija de Simón de Baricio y Teresa de Oribes. La segunda, Margarita de Sopranis, casó con Cristóbal Marrufo, asimismo descendiente de una antigua familia de mercaderes genoveses asentada en Cádiz desde tiempo atrás. A estos siguieron Esteban Gentil de Sopranis; Agustín de Sopranis, casado con Juana Morteo; Rafael de Sopranis y Felipe de Sopranis. Jácome Sopranis y Juana Baricio tuvieron, por su parte, una muy numerosa descendencia: un total de once hijos, de los cuales el mayor fue Esteban Sopranis, casado con Isabel Aguíñiga de Negrón, aunque la continuidad del linaje vino de la mano del segundogénito, Simón, quien contrajo matrimonio con Clara Boquín de Bocanegra.

La vinculación de los Sopranis con los negocios de Indias y con la administración de las colonias americanas fue temprana. En 1535, Luis de Sopranis, hijo de Antonio de Sopranis y de Bernardina de Mendoza, pasó a Nueva España en una nao propiedad de Francisco de la Roca. En la década siguiente, Bartolomé de Sopranis Ribera figuró entre los primeros pobladores de la ciudad de Mérida, en Yucatán, sirviendo como escribano a los gobernadores y alcaldes mayores de aquella provincia. El gaditano Agustín de Sopranis se ocupó en la Carrera de Indias, empleándose, entre otras cosas, en la importación de colorantes procedentes de América. En 1586 era dueño de una nao, la “Severa María Juncal”, cuya propiedad compartía al parecer con su hermano Esteban Gentil de Sopranis y que llegó a servir como almiranta de la Flota. Un tercer hermano de Agustín y Esteban Gentil de Sopranis, Felipe Cibo de Sopranis, hijo de Esteban Cibo de Sopranis y de Luisa Gentil de Estopiñán, pasó a Nueva España. En 1581 solicitó a la Audiencia de México que le tomara información a fin de solicitar al rey un oficio de regidor u otro cargo de administración o justicia en aquella ciudad o en cualquier otro lugar del virreinato.

En los años cuarenta del siglo XVII encontramos a otro Sopranis, Juan Francisco, como maestre de un patache de 140 toneladas, el “Nuestra Señora de la Concepción”, de fábrica portuguesa, que realizó varios viajes en la Carrera de Indias. En 1640 partió de Cádiz para Cumaná con la flota de Luis Fernández de Córdoba. Otro Sopranis propietario de un navío en la Carrera de Indias fue Pedro Sopranis de la Guerra, quien frecuentó las costas de Venezuela. Murió en La Guaira una década después, en 1658, a bordo del navío “Virgen de los Reyes”, del que era propietario y que se aprestaba a hacerse a la vela rumbo a Maracaibo. Aunque los Sopranis no figuraron entre los grandes tratantes genoveses que llevaron esclavos a las Indias españolas, como los Vivaldo o los Forne, tuvieron también alguna participación en el tráfico negrero. Así, en 1530 Pedro Juan de Riberol y Benito de Basiniana remitieron sesenta esclavos negros y otras mercaderías a Cuba. En 1634, en los despachos de naos que salieron de los puertos de Sevilla, Sanlúcar de Barrameda, Cádiz, Lisboa e Islas Canarias para cargar esclavos en Cabo Verde, Guinea, Santo Tomé, Angola y La Mina, en virtud de licencias reales, y llevarlos a Nueva España y Tierra Firme figura Juan Bautista de Sopranis, maestre de la urca “El Ciervo Negro”.

La presencia de los Sopranis en el sistema colonial español no se limitó a la navegación y el comercio en la Carrera de Indias. También encontramos a miembros de esta familia en puestos de la administración del territorio americano y del ejército de Indias. En 1644, el capitán Juan Francisco Sopranis fue nombrado contador, juez y oficial real de isla Margarita. En 1652, obtuvo en nombre de su hijo, Jerónimo de Sopranis y Escorza, la encomienda de Marigüitar, que comprendía el valle del mismo nombre, útil para el cultivo de maíz y yuca, así como el valle de Urabacoyar, la quebrada de Tocurenare, el asiento de Urichuanocutar, las quebradas de Tacurenán y Carocoriparo, el valle de Periquar y las pesquerías del Paranos, con todos los indios que habitaban en dichos lugares. Otros Sopranis obtuvieron también cargos de la administración colonial. Así, Agustín de Sopranis, caballero de Santiago, fue nombrado en 1643 gobernador de Chucuito, en el virreinato del Perú. Por su parte, Roque Sopranis Centeno, hijo de Jácome Sopranis Boquín de Bocanegra y de Luisa Centeno y nacido en Cádiz en 1655, fue gobernador de Yucatán.

Los negocios americanos estuvieron indudablemente detrás de la fortuna de los Sopranis gaditanos. Pero el proceso de construcción del patrimonio familiar, que incluía propiedades urbanas y rústicas, salinas, juros y censos, contempló también la intervención de otros factores, entre ellos las dotes, la herencia, las inversiones en propiedades y rentas y las vinculaciones de bienes. Al mismo tiempo que se enriquecían, los Sopranis lograron puestos de regidor perpetuo en el ayuntamiento de Cádiz, que vincularon familiarmente.  Jácome de Sopranis fundó un mayorazgo a favor de su hijo primogénito, Esteban de Sopranis. Asimismo, renunció en su favor el oficio de regidor perpetuo de Cádiz que poseía. Los Sopranis fueron regidores perpetuos, fieles ejecutores y sargentos mayores de Cádiz. Jácome Sopranis pagó por la perpetuidad del oficio de regidor que disfrutó y por la preeminencia de fiel ejecutor. A partir de ahí, y aunque no vinculó el cargo, varios de sus sucesores ocuparon asiento de regidor perpetuo en el cabildo de la ciudad, así como también la sargentía mayor de las milicias urbanas.

La red familiar que tejieron los regidores del cabildo municipal gaditano fue muy densa. En ella se insertaron los Sopranis a través de ventajosos matrimonios, con miembros de otras familias de la oligarquía gaditana como los Gentil, los Estopiñán, los Baricio, los Marrufo, los Boquín, los Aguíñiga o los Fantoni. Crearon así una red de parentesco que fue muy eficaz para la reproducción del poder político y la posición social de la familia.

Su procedencia familiar les permitía, por otra parte, vincularse a la nobleza genovesa. El apellido Cibo figuraba, según Hipólito Sancho, entre los más ilustres de la nobleza ligur, junto a los Adorno, Centurión, Doria, Grimaldi, Nigro, Salvago, Bocanegra, Sauli o Usodimare. Los Sopranis estuvieron representados en el Senado de Génova. Así, por ejemplo, Antonio María Sopranis fue designado senador, junto con Cesare Durazzo y Nicolás Doria, en 1657, según informó al Consejo de Estado el secretario de la embajada de Génova, Diego de Laura.

Sin embargo, no aparece en la familia, al menos con la misma intensidad, aquel afán por ingresar en las órdenes militares que fue común en otras familias de la oligarquía gaditana, especialmente durante el siglo XVII, lo que puede explicarse por el hecho de que los Sopranis mantuvieron en el tiempo la actividad mercantil que otros abandonaron a la segunda o tercera generación familiar para emprender el camino de la nobleza. Aunque había medios eficaces para allanar las dificultades que podían surgir en las averiguaciones de los antecedentes familiares que seguían a la solicitud de un hábito de una orden, la dedicación al comercio seguía siendo un hándicap. No quiere decir ello que ningún Sopranis fuera caballero de hábito, pero sí que lo fueron de manera más tardía. Roque Sopranis Centeno, que fue gobernador de Yucatán, ingresó en la orden de Santiago en 1691. A la misma perteneció también Agustín Sopranis. Mayor presencia en las órdenes militares tuvieron, sin embargo, los Fantoni Sopranis. José Fantoni y Sopranis fue caballero de Calatrava. Jácome Fantoni Sopranis y Rafael Fantoni y Sopranis lo fueron, por su parte, de Alcántara. Sin embargo, únicamente un Sopranis, en este caso una mujer de la familia, ostentó un título nobiliario y lo hizo tan solo por un breve lapso de tiempo de apenas un año. Se trata de doña Clara Sopranis, quien casó con don Juan Martín Presenti de Toñanejos, marqués de Montecorto, regidor preeminente y juez de contrabandos de Cádiz. Un matrimonio que le aseguraba una alta posición social y que significaba la incorporación de su familia a la nobleza de título. Sin embargo, este matrimonio no duró mucho. La marquesa de Montecorto murió once meses después de su boda, el día de Navidad de 1686.

 

Autor: Juan José Iglesias Rodríguez


Bibliografía

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