La dinastía de los Medina, músicos intérpretes de viento madera -ministriles, se denominaban entonces-, vivió a caballo entre el siglo XVI y el XVII, cuando España era una potencia mundial también en innovación musical, y cuando Sevilla era una de las ciudades más grandes, cosmopolitas y ricas de Europa, monopolizando el enlace entre el Viejo y el Nuevo Mundo. Aunque el patriarca de la familia, Francisco de Medina, era de Valladolid, sus hijos Juan Bautista y Jerónimo se asentaron respectivamente en Madrid y en Sevilla, las dos grandes urbes de la época, logrando ocupar altas posiciones en el oficio de la música. Se trataba de una familia de humildes orígenes pero ambiciones crecidas, que supo aprovechar las oportunidades que el entorno ofrecía en un momento álgido de la historia de España. Los Medina no se conformaron con vivir humildemente de su arte como instrumentistas, sino que aspiraron a algo más: dominar el mercado musical de la ciudad y ascender socialmente.

Jerónimo de Medina Maimón fue el miembro más conspicuo de esta familia. Nació en torno a 1540. En 1565 ingresó como ministril en la capilla musical de la catedral de Sevilla y se casó con Ana de Rojas, la hermana de su compañero ministril Juan de Rojas, con la que tendría ocho hijos, de los que subrevivieron seis. Así pues, desde su juventud debió su estabilidad laboral y su prestigio a su puesto fijo como ministril en la capilla musical de la catedral de Sevilla, una de las sedes más ricas e influyentes de España, porque cuando emparentó con los Rojas afirmó no poseer ningún bien. Junto con sus seis compañeros, acompañaba al coro de la catedral solemnizando las ceremonias litúrgicas y procesiones con música polifónica. Era capaz de leer notación musical a primera vista y tocar varios instrumentos de viento madera, aunque su especialidad era el sacabuche, un antecesor del trombón de vara. Este trabajo le daba estabilidad y un salario fijo, pero él no se conformaba con lo que la mayoría de los músicos de su época consideraban el mayor éxito profesional. Por eso, simultaneó su puesto catedralicio, en el que desarrolló 53 años de carrera antes de jubilarse, con sus actividades como maestro de varios aprendices, empresario musical, magnate inmobiliario, apoderado, representante, prestamista, proveedor de recursos musicales, comerciante de trigo, vino, aceite, aceitunas y cueros vacunos y toda clase de textiles, mayordomo de conventos de monjas, tutor y albacea de ricas herederas, y otras muchas cosas. El coronamiento de su ascenso social cristalizó cuando en su vejez accedió al cargo de alcalde de la Casa de la Moneda de Sevilla. El radio de sus negocios de toda índole alcanzaba un amplio territorio que se extendía por Canarias y América. La catedral de Las Palmas de Gran Canaria acataba su criterio al mismo nivel que el del afamado compositor Tomás Luis de Victoria. A destacar, Jerónimo de Medina aprovechó su red de contactos y familiares para crear un flujo de instrumentos musicales entre la oferta del Mediterráneo y la demanda del Atlántico, pasando por Sevilla. Fruto de estos esfuerzos son los lujos materiales que disfrutó durante su vida: azúcar, esclavos, joyas de oro, una nutrida biblioteca, etc. También se comprende que ejerciese una especie de patronazgo sobre otros músicos, en forma de préstamos, avales, padrinazgos de bautismo y boda, tutela de huérfanos, administración de bienes, y muy especialmente adjudicaciones de plazas y contratos. Por si fuera poco, a avanzada edad se casó en segundas nupcias con Agustina de Vega, una joven heredera de dieciocho años con la que no tuvo descendencia.

Juan Bautista de Medina Maimón, su hermano menor en veinte años, representa el éxito a nivel nacional. Todo apunta a que comenzó su carrera en la capilla musical de la catedral de Burgos, para luego realizar su entrada triunfal en la de Sevilla de la mano de su hermano mayor Jerónimo en 1584. Su carrera como ministril, con especialidad en corneta, alcanzó el culmen al convertirse en maestro de ministriles de la capilla real de la corte española en 1588 con 27 años y en responsable instrumental y maestro de los cantorcillos de la Capilla Real en 1605. Se jubilaría en este cargo en 1628. Representó por antonomasia la tendencia itinerante de los músicos de la época, sin miedo a desplazarse por toda la geografía española, saltando de sede en sede siempre escalando posiciones en la jerarquía de las capillas. Debió de pertenecer, por rango y méritos, a la aristocracia musical. No obstante esta fulminante carrera, Juan Bautista de Medina Maymón no se olvidó de su hermano mayor. Durante años estuvieron tendiendo sus redes clientelares y económicas entre Sevilla y Madrid, como se evidencia en los poderes y negocios que se traspasaron. Después de la muerte de Jerónimo de Medina en 1618, Juan Bautista continuó haciendo negocios en compañía de su sobrino, cediéndole poderes para las gestiones desarrolladas en Sevilla.

Pero la tercera generación de esta dinastía no fue menos destacable, encabezada por Juan de Medina, el primogénito de Jerónimo. Nacido en 1566, accedió a la capilla musical de la catedral de Sevilla desde la adolescencia, pero en ningún momento se nos transmite la sensación de que su talento como músico no estuviera a la altura de sus influencias familiares, sino que llegó a brillar como intérprete gracias a su especialización en el bajón, un antecesor del fagot, instrumento muy demandado en los coros de voces. Llevó a cabo una dilatada carrera en la institución a pesar de su irritable carácter, su indisciplina y sus aspiraciones insatisfechas, que le acarrearon frecuentes penalizaciones. Siguiendo el ejemplo de su padre, también fue afamado maestro de aprendices, empresario musical, magnate inmobiliario, prestamista, mayordomo de conventos de monjas. Su preferencia por las rentas le llevó a arrendar la gestión de varias rentas particulares y públicas municipales como la alcabala de la lana, la fruta, el pescado. Uno de sus mayores logros fue apoderarse del suministro de músicos al ayuntamiento de Sevilla: con él los Medina patrimonializaron un negocio que hasta entonces habían detentado muchos más ministriles, convirtiéndose en el puente entre las esferas religiosa y civil de la música urbana. A su muerte en 1634, su sucesor al frente de sus negocios musicales fue su yerno, Mateo Jiménez Zarzo.

Al menos sus hermanos menores Gaspar de Medina y Marcos de Peñalosa tuvieron formación musical y se iniciaron en la carrera de ministriles, viajando a Hispanoamérica en su juventud. Gaspar de Medina, junto con discípulos de Jerónimo de Medina, se convirtió en ministril de la nao capitana de la flota de Indias en 1586 gracias a la mediación de su padre, y en 1591 sería el tercer hijo, Marcos de Peñalosa, quien viajaba a Nueva España, presumiblemente como ministril. Del cuarto y último de los hijos varones de Jerónimo de Medina, Jerónimo de Medina Peñalosa, no se conoce ninguna conexión con el oficio de la música.

Los Medina no partieron de una posición de privilegio sino que escalaron sus posiciones dentro de su profesión. Sus orígenes eran foráneos e incluso oscuros debido a su apellido hebreo. Fueron su especialización instrumental, su talento como solistas o su habilidad para trabar contactos entre los diversos sectores del mercado los factores que los destacaron por encima de sus compañeros de oficio. Estas dos generaciones construyeron una fortuna tomando como base su oficio, pues eran nuevas en Madrid y Sevilla y no se beneficiaron de ninguna herencia. Muy al contrario, supieron emplear fructíferamente los réditos de su trabajo, diversificando sus actividades económicas hasta dejar de depender de sus ingresos como ministriles y llegar al punto de poder ser considerados ricos.

Las instituciones demandantes de servicios musicales estaban en plena expansión, acuñando un modelo celebrativo que no podía prescindir de los ministriles. Aunque en Sevilla existía una numerosa población flotante de músicos, todo apunta a que dependía o al menos estaba estrechamente vinculada a unas pocas redes clientelares en cuyo núcleo estuvieron los Medina. Se convirtieron en una élite musical que se benefició de la necesidad social de servicios musicales, siempre creciente debido al papel distribuidor que desempeñaba Sevilla como capital de un extenso reino que abarcaba la mitad occidental de Andalucía, las Canarias y las Indias. En una época en la que los músicos de éxito peregrinaban por diversos puestos de las capillas musicales de las catedrales españolas, siempre a la búsqueda de una promoción laboral o un mejor salario, algunos Medina escogieron asentarse sólidamente en Sevilla. Aunque todos llegaron a servir musicalmente a la realeza en algún momento, algunos prefirieron invertir a gran escala en toda suerte de círculos y actividades económicas en una sola ciudad como Sevilla, porque en ella no sólo podían aspirar al éxito en materia musical catedralicia, sino que además se les ofrecía la oportunidad de diversificar infinitamente sus negocios.  

Los Medina fueron plenamente ministriles de su tiempo, evidenciaron todos sus rasgos distintivos y participaron con dinamismo en la vida musical, pero sin dejar de probarse como hombres de negocios con una fuerte aspiración de ascenso social. Puesto que todo apunta a que su imperio económico fue construido a partir de su carrera musical, parece plausible pensar que los Medina constituyen el exponente del nacimiento y la consolidación de un oficio, el de ministril urbano. La familia no trató de abandonar el oficio de la música cuando paladeó las mieles de la riqueza, la vida del rentista o los cargos honoríficos. Que no renegaran de su origen profesional nos da a entender que tal vez el arte musical no estuviera tan mal conceptuado entre los oficios artesanales, que pudiese revestirse de algún halo artístico.

 

 Autora: Clara Bejarano Pellicer


Bibliografía

BEJARANO PELLICER, Clara, El mercado de la música en la Sevilla del Siglo de Oro, Sevilla, Universidad de Sevilla, Fundación Focus-Abengoa, 2013.

BEJARANO PELLICER, Clara, Los Medina. Redes económicas y sociales en torno a una familia de músicos entre el Renacimiento y el Barroco, Sevilla, Diputación de Sevilla, 2019.

GONZÁLEZ BARRIONUEVO, Herminio, Francisco Guerrero (1528-1599) vida y obra. La música en la catedral de Sevilla a finales del siglo XVI, Sevilla, Cabildo Metropolitano de la Catedral de Sevilla, 2000.

HERRERA GARCÍA, Francisco Javier, “La Catedral de Canarias y sus agentes en Sevilla: la contratación de la custodia procesional (1611-1615)”, en Anuario de Estudios Atlánticos, 62, 2016, pp. 1-20.

PALOMERO PÁRAMO, Jesús Miguel, El platero Juan de Alfaro y Cuesta y las “Andas del Corpus” de la Catedral de Las Palmas de Gran Canaria, Sevilla, Jesús Palomero Páramo, 2015.

Visual Portfolio, Posts & Image Gallery para WordPress