El arte de la rejería tuvo un profundo desarrollo en el alhajamiento de capillas religiosas de los templos, constituyendo asimismo el cierre predilecto del espacio reservado formado por el presbiterio y el coro en las catedrales españolas. Su introducción se produce durante la Edad Media, siendo ya notables los ejemplos de rejería gótica con férreos barrotes torsos, con corazones invertidos en sus centros y remates lanceolados. Sin embargo, el siglo XVI será la época dorada de esta manifestación artística, con una intensa evolución tanto técnica como ornamental, trascendiendo la función delimitadora para convertirse en portadores de mensajes iconográficos, doctrinales, heráldicos y representativos.

Muestra del afán de novedad y de enriquecimiento de estas estructuras es el uso de la plancha repujada en lugar de la doble plancha calada y la realzada, propias de la austera rejería gótica. Ello permitirá integrar los nuevos motivos de grutescos característicos de la fase plateresca del Renacimiento hispano. Por otro lado, la introducción del balaustre, de los apilastrados y frisos otorgará a estos conjuntos un marcado carácter retablístico (hay un marcado acercamiento al arte escultórico), al tiempo que su articulación será cada vez más armónica, con divisiones en pisos, y un remate o copete decorado con figuras, candeleros, flameros, roleos y cresterías. Como ocurre con los mismos repertorios ornamentales propios de la arquitectura y la retablística que sirven de inspiración a los maestros rejeros, la complejidad ornamental plateresca cede en la segunda mitad del siglo XVI hacia ejemplares de sobriedad compositiva.

En Andalucía una de las primeras muestras de la rejería renacentista la encontramos en la catedral de Sevilla. Aunque previamente se contó con el trabajo de Pedro Rodríguez o Francisco Prieto, la ciudad se convierte en un centro de primer orden de la mano del maestro fray Francisco Salamanca, que previamente había trabajado en Burgos, Ávila y Segovia, destacando la reja presbiterial de la iglesia del monasterio de Guadalupe, junto con el maestro fray Juan de Ávila en torno a 1510. Las perspectivas de trabajo en la sede hispalense atrajeron a este espléndido rejero, maestro transicional entre el Gótico y el primer Renacimiento, introductor del balaustre. A su mano se adscriben las rejas del coro y laterales del altar mayor (1518-1523), en colaboración con el conquense Sancho Muñoz (y también Cubillana y Diego de Udobro), mientras que para la de la capilla mayor (1518-1523), según diseño de Bartolomé de Jaén, contó con la ayuda del mentado fray Juan de Ávila, así como para los dos púlpitos de hierro (1524-1533).

El estilo de Salamanca alcanzó a su sobrino, Pedro Delgado, natural de Salamanca, pero afincado en Sevilla desde la década de 1530 hasta su muerte en 1571. Sus trabajos conservados siguen diseños de gran calidad, inspirados por Hernán Ruiz II, Martín de Gainza o Miguel de Zumárraga, como las rejas de la capilla de la Concepción (1553), del mariscal Diego Caballero (1555), de la Virgen de la Estrella (1568) y de Scalas (1563), así como el Tenebrario (1559), hecho éste en colaboración con Bartolomé Morel, según modelo de Juan Giralte. Se le atribuye también el diseño de la reja de la capilla de las Doncellas (1579). Fuera de la Catedral, se le adscriben la reja de la capilla de Alonso de Ávila en la iglesia de San Lorenzo (1540), varias ventanas y pasamanos en el Cuarto real del Alcázar (1542), rejas en la Casa de Pilatos (1550, atribuidas), la reja de la capilla de Francisco Núñez en la iglesia de San Pedro (1554), o la de la capilla de Francisco Rosales en la de San Pablo (1567). Otro maestro rejero formado con fray Francisco de Salamanca es Antonio de Palencia, documentado entre 1534 y 1552, que realizó trabajos para la escalera de la cancela del Evangelio, y la capilla de García de Gibraleón, en la Catedral.

Del antes mencionado Bartolomé Morel (1504-1579) cabe citar, amén del Tenebrario en colaboración con Pedro Delgado, el diseño del monumento de Semana Santa labrado por Antonio Florentín entre 1549 y 1561,  y, en 1565 hizo el atril del coro catedralicio, sobre modelo de Juan Bautista Vázquez. Es asimismo conocido como acreditado fundidor, siendo de su mano los florones de bronce de la Giralda, así como la estatua de la Fe que la remata (1568), sobre modelo de Diego de Pesquera, para quien también fundió la fuente de Mercurio en los Reales Alcázares (1576). Su obra es ya un avance hacia el pleno Renacimiento, como ocurre con la reja de la capilla de la Antigua (1561-1601) de la mano de Juan López, Juan Barba y Rodrigo de Segovia.

En pleno siglo XVII en otros trabajos de la catedral hispalense se seguirá apreciando la tradición ornamental renacentista, ligeramente atenuada, como ocurre con las capillas de San Gregorio, Anunciación, Encarnación, y San Pedro. El siglo XVIII se abrirá a los diseños palaciegos propios de los palacios borbónicos, dejando su influencia en la ciudad hispalense en la catedral: la capilla de la Concepción Grande, obra de fray José Cordero, la de San Laureano, las de San Leandro y San Isidoro, por Francisco de Guzmán y Francisco de Ocampo y, especialmente, la de la Capilla Real, realizada por el ingeniero Sebastián Van del Borch en 1773. En el arte civil, por su parte, destaca la reja de la cancela de la Fábrica de Tabacos, del último tercio del siglo XVIII.

Ya en la provincia de Sevilla hay que mencionar los trabajos de rejería vinculados al ducado de Osuna, donde cabe destacar la sencilla reja renacentista de la Universidad y las del panteón ducal, habiéndose perdido la de la colegiata, de la década de 1540, obra del leonés maestre Dionís y de Francisco de Ávila, formado en Baeza. En la provincia de Cádiz el palacio de los Medina Sidonia de Sanlúcar de Barrameda guarda una reja de acento manuelino. Son obras barrocas la reja de la cartuja de Jerez, de 1673, por Marcos de la Cruz y Francisco de la Chica, así como el púlpito (1608) y la reja del coro (h. 1740) de Santa María de Arcos de la Frontera -por Cristobal Morón y Juan Varales, respectivamente- y la setecentista reja de la iglesia de San Pedro, obra de Francisco y Sebastián Rivero.

La catedral de Córdoba cuenta con la todavía goticista reja de la capilla de la Trinidad, siendo remarcables la de la Asunción, labrada en 1554 por Fernando de Valencia (se le atribuye también la del Sagrario), así como la del Santo Nombre de Jesús, ésta con diseños ya romanistas atribuidos a Hernán Ruiz II. Al siglo XVII corresponden la de la capilla de Santa Inés, obra de Pedro Sánchez Cardeñosa, la de la capilla de Ánimas, por Gaspar Martínez, la de la Concepción, por Pedro de León, y también las de la capilla de San Pablo, por Juan Martínez y Andrés Fernández. En la provincia, en la iglesia de Santa María de Baena también hay una espléndida reja cerrando el presbiterio, de mediados del siglo XVI.

En Andalucía Oriental va a destacar la presencia del maestro Bartolomé de Jaén (h. 1490-1558), quien, formado con fray Francisco Salamanca, es considerado por Camón Aznar como “uno de los más grandes rejeros de todos los tiempos”. Consta su afincamiento en la capital giennense desde al menos 1513, cuando trabajó la desaparecida reja del coro catedralicio, donde dejaría las también perdidas de las capillas de los Valdotano y del Chantre don Pedro Monroy, atribuyéndosele el Tenebrario y el Cirio Pascual. Para la iglesia de San Andrés de Jaén dejó la espléndida reja de la Santa Capilla (hacia 1517), dejando una notable impronta en toda la provincia, como lo acreditan las rejas de la capillas de La Yedra y el arcediano Becerra en la colegiata de Santa María de los Alcázares de Úbeda, la del presbiterio de San Bartolomé de Andújar, y la del coro de la catedral de Baeza, siendo anterior la de la capilla mayor y de su órbita las del Sagrario y sacristía de dicho templo.

Su influjo, además, desbordó el ámbito provincial, al ser el encargado del diseño de la reja del altar mayor de la catedral de Sevilla, como se ha indicado más arriba, mientras que trabajó también en la reja de la capilla de los Coques de la catedral de Murcia (1527) y la de la catedral de Coria, ésta, como todas las obras desde finales de la década de 1530, ya con la colaboración de sus sobrinos, Juan Rodríguez de Salamanca y Bartolomé Rodríguez, por encontrarse casi privado de la vista. Su fama le granjeó la cercanía a prelados y señores, como el conde de Tendilla, a través del cual logró el encargo y materialización de su obra más emblemática: la gran reja de la Capilla Real de Granada (1513-1520), sobre diseño de Juan de Zagala y Juan de Cubillana, donde su estilo maduró por completo con la exquisita combinación de apilastrados y grutescos y la imaginería del remate, de suerte que se convirtió en un magnífico producto híbrido entre las artes del metal y lo escultórico. El edificio cuenta con otras notables rejas, aunque anónimas: las de la capilla bajo el coro, la de la Santa Cruz y las de las capilla de comunicación con el Sagrario; quizá alguna pueda relacionarse con un desconocido maestre Daniel. No se ha conservado el trabajo de Francisco de Aguilar, de 1601, para el presbiterio del monasterio de San Jerónimo.

El núcleo giennense cuenta también con la aportación de otros maestros rejeros. Tal es el caso de Juan Álvarez de Molina, afincado en Úbeda, donde dejó varias obras, como las rejas de la capillas de los Merlines y del Camarero Vago -con la ayuda de Miguel del Puerto- en la iglesia de San Pablo, la de la capilla del deán Ortega en la iglesia de San Nicolás y las de la capilla del hospital de Santiago, éstas según diseño de Andrés de Vandelvira. Cabe recordar también al baezano Francisco de Ávila, que trabajó en Osuna, a Hernando de Arenas y su trabajo para la reja del coro de la catedral de Jaén, a Alonso de Morales y la reja de la capilla del Sagrario de San Miguel de Andújar, y al ubetense Nicolás Ortega, autor de la reja de la Virgen de la Capilla en San Ildefonso de Jaén. Sin embargo, a pesar de la notable solvencia de los maestros locales, para la magnífica reja de la Sacra Capilla del Salvador de Úbeda, sepulcro del secretario regio don Francisco de los Cobos, se llamaría en 1555 desde Toledo al gran artífice Francisco de Villalpando, con la ayuda de Francisco Martínez.

En el resto del área oriental los ejemplares de rejería conservados presentan un diseño más humilde, concebidos como cierres funcionales. Tal es el caso de las rejas del siglo XVII de la capilla mayor y del coro de la catedral de Málaga. La más tardía muestra de este tipo en dicho ámbito sería la reja del atrio del templo, labrada en 1783 por Luis Gómez, según diseño de Antonio Ramos y José Martín de Aldehuela.

 

Autor: José Policarpo Cruz Cabrera


Bibliografía

CAMÓN AZNAR, José, La escultura y la rejería españolas del siglo XVI, Summa Artis, T. XVIII, Madrid, Espasa Calpe, 196, pp. 395-521.

DOMÍNGUEZ CUBERO, José, La rejería de Jaén en el siglo XVI, Jaén, Diputación Provincial de Jaén, 1989.

MATA TORRES, Josefa, La rejería sevillana en el siglo XVI, Sevilla, Diputación Provincial, 2001.

MATA TORRES, Josefa, “Diseño y ornato en la rejería artística en el Barroco andaluz”, en RODRÍGUEZ MIRANDA, María del Amor (coord.), Nuevas perspectivas sobre el Barroco andaluz. Arte, tradición, ornato y símbolo, Córdoba, Asociación Francisco Hurtado Izquierdo, 2015, pp. 12-25.

MATA TORRES, Josefa, Entender el arte: la rejería artística, Córdoba, Universidad de Córdoba, 2018.

MORALES MARTÍNEZ, Alfredo José, “Artes aplicadas e industrial en la Catedral de Sevilla”, en La Catedral de Sevilla, Sevilla, Ediciones Guadalquivir, 1984, pp. 549-574.

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