Impulsadas en el reinado de Carlos III, las Sociedades Económicas de Amigos del País están consideradas como una manifestación genuina de la Ilustración española. Estas instituciones, que tuvieron implantación en un buen número de ciudades, impulsaron una nueva forma de sociabilidad ilustrada y se consagraron a fomentar el desarrollo económico y la educación popular.
En la actual provincia de Cádiz, los primeros intentos fundacionales de Sociedades Económicas de Amigos del País estuvieron ligados a la aparición de la Sociedad Económica de Sevilla, aunque resultaron, al menos en un primer momento, intentos fallidos. Tales conatos se registraron en Jerez de la Frontera y El Puerto de Santa María. En la primera de estas ciudades, ya en 1778 el jurado Isidro Martínez escribió un memorial sosteniendo la necesidad de fundar una Sociedad Económica para fomentar el desarrollo de la comarca. Un par de años después, Rafael Gaztelu defendió en un discurso ante la Sociedad Económica de Sevilla la creación de una Sociedad en Jerez, y poco después, a comienzos de 1781, ofició en el mismo sentido a la Sociedad Matritense. Estos intentos resultaron baldíos por el momento. En El Puerto de Santa María, la Junta Municipal de Propios y Arbitrios acordó incorporarse a la Real Sociedad Económica sevillana, de idéntica forma que lo hicieron otras juntas de poblaciones vecinas, como Puerto Real. De inmediato, esta iniciativa fue sustituida por la de crear Sociedades Económicas locales filiales de la sevillana, reproduciendo así a escala regional el modelo madrileño, según el cual a la creación de una sociedad económica en la capital había seguido la de otras agregadas en Toledo, Guadalajara, Segovia, Ávila y Talavera.
La primera fundación efectiva de una Sociedad Económica de Amigos del País en el ámbito de la actual provincia de Cádiz tuvo lugar en Sanlúcar de Barrameda. Dicha fundación tuvo lugar en 1781, a partir de la iniciativa adoptada a fines del año anterior por un puñado de ilustrados, como Francisco Terán, Manuel del Castillo y Manuel Vázquez, a quienes se unieron Lucas Marín, Bartolomé Rodríguez, Joaquín de Vergara, el marqués de Arizón y Esteban Porrata. De todas las Sociedades Económicas gaditanas de la primera época, la de Sanlúcar fue, sin duda, la que mayor grado de permanencia y actividad demostró. En la más pura línea del fomento de la laboriosidad y el reconocimiento del mérito propia de estas instituciones, la Sociedad Económica de Sanlúcar adoptó como lema el siguiente: Al trabajo sigue el premio. Fue puesta bajo la protección del duque de Arcos y su primer director fue uno de sus promotores, Bartolomé Rodríguez Berenguer.
La creación de la Sociedad Económica sanluqueña marca el inicio efectivo de la etapa fundacional de las Sociedades gaditanas. Otras ocho fueron fundadas desde entonces hasta 1789. La primera de ellas fue la de Puerto Real, en 1783, a iniciativa de Antonio de Gálvez y Francisco Guerra. La presidencia de esta Sociedad fue asumida por el obispo de Cádiz, don José Escalzo, fundador, asimismo, de las Sociedades de Medina Sidonia y Alcalá de los Gazules. La Económica puertorrealeña adoptó como empresa la siguiente: Por la industria, la abundancia. El discurso inaugural de la Sociedad, pronunciado por el deán de la catedral de Cádiz, Antonio Guerrero y Aranda, el día 1 de mayo de 1784, es una muestra de las ideas dominantes entre los ilustrados españoles del momento, en las que se entremezclan el racionalismo, el economicismo y la exaltación de las virtudes burguesas con el pensamiento tradicional de inspiración cristiana, para dar lugar a un producto no demasiado original y de limitada potencialidad transformadora. Así, la exaltación de los beneficios de la dimensión social del hombre era vista desde la doble perspectiva de la naturaleza racional y los dictados de la religión en el discurso pronunciado del deán Guerrero:
De nada […] serviríamos los hombres en el Mundo -afirmaba con vehemencia-, si estando en nuestro poder hacer bien, y fomentar la felicidad de nuestros semejantes, cerrásemos las entrañas de nuestra misericordia, y por una perniciosa indolencia tuviéramos el maligno placer de verlos perecer a manos de la necesidad, y miseria. Quando toda la Religión, quando los derechos más Sagrados de la Sociedad, quando los usos, las costumbres, los deberes más inseparables de las Naciones cultas, ¿qué digo?, el grito de la misma naturaleza racional, no inspirasen al hombre un motivo de Caridad universal para con el resto de sus hermanos…
Tras la fundación de la Sociedad puertorrealeña, segunda en orden de antigüedad de la provincia de Cádiz y primera de su obispado, tuvo lugar en 1785 la definitiva fundación de la Sociedad jerezana, tras los fallidos intentos anteriores, así como la creación de las Sociedades de Medina y Alcalá. En Jerez, esta nueva y exitosa tentativa estuvo a cargo del presbítero Felipe Fernández, quien, tras algunas vacilaciones del Consejo de Castilla, seguramente receloso de que se reprodujesen los enfrentamientos que condenaron la anterior iniciativa al fracaso, consiguió sumar al intento al arzobispo de Sevilla, al cabildo colegial y a los notables de la ciudad. De esta forma, el primer director fue uno de los aristócratas más influyentes del Jerez de la época, el marqués de Villapanés. Los Estatutos de la Sociedad jerezana fueron aprobados al año siguiente, 1786, recogiendo como fines expresos los que venían siendo comunes a este tipo de instituciones: el fomento de la agricultura, de la industria, del comercio y de la navegación. El primitivo escudo -más tarde cambiado por otro- consistía en un medallón ovalado representando a la ciudad amurallada sobre fondo marino y, en primer plano, un artesano y un campesino portando los instrumentos propios de sus oficios, además de sendas cornucopias aludiendo a la abundancia material dimanante del esfuerzo. El lema de la Sociedad, lacónico y expresivo, proclamaba: El patriotismo.
Por lo que respecta a las Sociedades alcalaína y asidonense, ya se ha hecho referencia a que la fundación de ambas se debió al obispo de Cádiz, don José Escalzo y Miguel. La fundación de la de Alcalá de los Gazules se solicitó el 11 de julio de 1785, por medio de la Sociedad Económica de Sevilla. Sus estatutos fueron impresos en Cádiz en 1788, en la imprenta de Manuel Rodríguez Flórez y Compañía. Sólo un par de meses después que la de Alcalá, fue solicitada autorización para la fundación de la Sociedad Económica de Medina Sidonia, cuya aprobación data de un año después. Su primer director fue el propio fundador, el obispo Escalzo. La primera junta general y la primera junta pública, celebradas en julio de 1787, contaron con sendos discursos de Joaquín Pareja y Cortés, maestrante de Ronda y censor de la Sociedad, y del doctor Francisco Martínez García. Ambos fueron impresos, el primero en el taller gaditano de Juan Ximénez Carreño y el segundo en la imprenta portuense de Luque y Leiva.
En 1787 tuvo lugar la definitiva creación de la Sociedad Económica de El Puerto de Santa María, tras el conato de 1778 y de un nuevo intento, también fallido, que tuvo lugar unos años más tarde. En efecto, en 1784 el Consejo de Castilla, en respuesta a una representación del cabildo portuense en la que este exponía la problemática social padecida en la ciudad, consideró que tal situación derivaba de la falta de aplicación práctica de las reglas de educación e industria popular adoptadas por el gobierno, e instó a la fundación de una Sociedad Patriótica que facilitara los medios para la ocupación de los jornaleros pobres. Esta nueva ocasión no se tradujo tampoco a la práctica, a pesar del interés con que fueron acogidas en ciertos sectores del gobierno de la ciudad las indicaciones del Consejo. Entre los componentes de aquellos sectores estaba Domingo García Quintana, diputado del común y entusiasta partidario de la creación de la Sociedad Económica. Fue García Quintana uno de los más destacados prohombres ilustrados de El Puerto, promotor de importantes proyectos de reformas sociales y de mejoras materiales para la ciudad cuando, en 1787, ocupó el cargo de síndico personero del común. Uno de sus primeros objetivos como tal fue la revitalización del ya viejo proyecto de fundación de la Sociedad Económica portuense. Este representó el impulso definitivo para su constitución formal. El día 22 de febrero de 1787 se celebró la junta constituyente, con una nutrida asistencia, en la que se acordó la redacción de los estatutos. En una posterior junta, celebrada el 10 de marzo, se eligieron los cargos directivos, recayendo la dirección de la Sociedad en el capitán general de la provincia, Domingo Salcedo, y la vicedirección en el gobernador de la ciudad, Claudio Macé de la Gravelais.
Un año más tarde, en 1788, se registró un primer intento de creación de una Sociedad Económica en Cádiz, que no tuvo continuidad, así como la solicitud de fundación, que se haría efectiva en 1791, de la Sociedad de Vejer de la Frontera. Finalmente, en 1789 se solicitó la fundación de la Sociedad Económica de Tarifa, cuya propuesta de erección y de estatutos fue informada el mismo año por la Sociedad Económica Matritense.
Autor: Juan José Iglesias Rodríguez
Fuentes
Archivo Real Sociedad Económica de Amigos del País de Jerez de la Frontera
Estatutos de la Real Sociedad Patriótica de la Ciudad de Sanlúcar de Barrameda, Sevilla, 1804. En Biblioteca Virtual de Andalucía. Disponible en línea.
Estatutos de la Real Sociedad Patriótica de la M. N. y M. L. ciudad de Jerez de la Frontera, 1787. En Biblioteca Universidad de La Laguna. Disponible en línea.
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