El reputado obispo del Renacimiento nació en la ciudad de Úbeda en 1516. Pese a sus grandes apellidos, hay que especificar que en realidad era hijo y nieto de simples escribanos. Su padre, llamado Jorge Molina de los Cobos, había casado con Catalina Vázquez de Perea. Jorge era primo hermano de Francisco de los Cobos. En este sentido, el prelado era sobrino de primos hermanos del secretario de Carlos I.

Si presenta complejidad buscar rasgos de nobleza en Francisco de los Cobos, en la línea de este obispo aún más. De hecho, la prueba la tenemos en su hermano Juan Vázquez de Molina, pues el segundo secretario de estado de esta familia juega con los apellidos al igual que su hermano, interesándose por el primero de su madre.

En sus inicios lo encontramos estudiando derecho y cánones en la universidad de Salamanca, viviendo en el colegio viejo de San Bartolomé. Hasta el presente se desconoce el dato de la fecha en que debió de ser ordenado presbítero; si bien termina incardinado en la vecina diócesis cauriense. Allí llega a ser arcediano de Coria, dignidad asociada a canonjía de la catedral junto a otra dignidad similar en esta diócesis como era el arcedianato de Valencia de Alcántara. Entendemos que dentro del episcopado de Diego Enríquez de Almansa (1550-1563).

Los textos vienen a decir que Carlos I lo propuso para obispo de Huesca y él se negó. La única fecha posible para esta cuestión es la muerte de Martín de Gurrea en 1544, momento en que Diego contaba con 29 años. En realidad, no se conocen las razones de lo que ocurrió con la mitra oscense.

Su ascenso al tercer grado del sacramento del Orden se produce cuando el 2 de agosto de 1559 es nombrado obispo de Ávila; la sede estaba vacante desde el año anterior por el traslado de Diego Álava Esquivel a la cátedra de Córdoba. Fue ordenado por Diego de Covarrubias y Leiva (arzobispo ad personam de Ciudad Rodrigo, manteniendo esta curiosa condición, porque desde 1556 había sido arzobispo de Santo Domingo).

Su episcopado abulense fue efímero, pues el 4 de septiembre de 1560 es nombrado obispo de Jaén. Poco se conoce de él en la diócesis de la futura Santa Teresa de Jesús, pues los cronicones locales vienen a dedicarle muy pocas líneas, incluso con anotaciones posteriores en los márgenes que vienen a indicar sus otros quehaceres como oidor de la chancillería de Valladolid o miembro del consejo de la Inquisición.

En 1560 fallecía el obispo de Jaén -Diego Tavera Ponce de León- en la ciudad de Toledo siendo sepultado en el hospital de Tavera. La sede giennense quedaba vacante, si bien, se cubrió rápidamente en Francisco de Santa María Benavides y Velasco (obispo vecino de Segovia). Se trataba de un prelado con una carrera muy ascendente, pues había sido obispo de Cartagena de Indias para terminar en la península Ibérica como obispo de Mondoñedo y desde Segovia llegaba a Jaén; la parca le frenó y nunca tomó posesión, pues falleció en el monasterio de Guadalupe.

Este azar de la historia es el que lleva a Diego de los Cobos a convertirse en ese mismo año en obispo de Baeza-Jaén. En ese momento la diócesis giennense tenía más peso que la de Ávila o Segovia; claro es el caso de estas dos promociones. En De los Cobos se producía un caso un poco más extraño, era nombrado pastor de la grey que le vio nacer, algo que parece ser que estaba en su interés, buscando ser profeta en su tierra; aunque habría que matizar, más para su ciudad de Úbeda que para la diócesis.

Es cierto que visitó gran parte del obispado y de él se conservan obras menores en las que campea su blasón, como es el caso de la espadaña de la parroquia de San Pablo de Baeza, en la parroquia de la Inmaculada Concepción de Huelma, en el púlpito de San Nicolás de Bari de Úbeda… Si bien, su gran obra será el Hospital de Santiago de Úbeda, que encarga a Andrés de Vandelvira en 1562.

Al oeste del arrabal de San Isidoro, muy distante de la puerta de Toledo de la ciudad, crearía en medio de la nada un gran hospital a semejanza de los principales de Castilla (los de Toledo, Granada, Santiago de Compostela…). No sólo sería un hospital para pobres, sino que albergaría un palacio episcopal que estuvo en uso hasta 1980 para todo sucesor que quisiera hacer uso del mismo y una capilla que sería su lugar de enterramiento (de hecho, en una cripta bastante inaccesible bajo el presbiterio mayor descansa) y en la cual se permitirían dos ritos, el tridentino (que empezaba a ser unificación universal en aquellos momentos) y el mozárabe en recuerdo a la misa visigoda, lo que conlleva que el presbiterio esté orientado hacia Toledo, no a Jerusalén como suele ser común en la mayoría de las iglesias.

Esta circunstancia le lleva a representar a los santos padres de la iglesia hispánica en los frescos de la magnífica bóveda de la escalera por la que se accedía al palacio episcopal y lo más curioso, él se representa revestido de pontificales presidiendo a los santos prelados hispánicos y sobre el luneto superior a su figura ensalza a Carlos I coronado con la corona del Sacro Imperio Germánico (emulando lo que su tío había realizado en la entrada de la sacristía del Salvador de Úbeda, Carlos I sustituyendo como emperador a Octavio Augusto en la aparición de la Virgen de Araceli); a los lados Felipe II y el príncipe Carlos, siguiendo una sucesión en toda la bóveda de los antiguos reyes de Castilla.

Bajo su retrato su escudo, cuartelado con Molina en el primero del jefe, Vázquez en el segundo del jefe, Cobos en el primero de la punta y Perea en el segundo de la punta. Repetirá hasta la saciedad dichas armas en todo el edificio, en especial en el patio renacentista y en la fachada; si bien hay que destacar los cuatro leones de la lonja en los que separa los cuarteles.

La muerte le sorprendió el 25 de agosto de 1565 en Toledo cuando se encontraba en el concilio provincial (contaba con 49 años). Hacía poco más de un año que Pío IV había clausurado el concilio de Trento y las nuevas normas se discutían en la capital de la Iglesia Hispánica.

Sus restos fueron trasladados a su hospital que no vio terminado, pues éste se finaliza en 1575. De haber vivido más años hubiera sido uno de los principales prelados de España; en el arte dejó sus pretensiones, la prueba es la peculiar planta de la capilla del Hospital de Santiago que tiene forma de cruz patriarcal, lo que indica que no estaba haciendo una capilla funeraria para un obispo, sino como mínimo para un arzobispo.

En el fondo, fue un hombre del Renacimiento, que en su mecenazgo buscaba la fama y la memoria al igual que hizo su hermano con el palacio Vázquez de Molina o su tío Francisco de los Cobos con la sacra capilla de El Salvador, el palacio anexo y el hospital de los viejos honrados. Una trilogía de tres hombres que convirtieron a Úbeda en una de las ciudades con más patrimonio renacentista de Andalucía.

 

Autor: Pablo Jesús Lorite Cruz


Fuentes

ANÓNIMO, Cathalogo sagrado de los obispos de Ávila (manuscrito), 1788. BNE.

XIMENA JURADO, Martín de, Catálogo de los obispos de las catedrales de la diócesis de Jaén y Annales eclesiásticos de este obispado, Domingo García Morrás, Madrid, 1654. En Biblioteca Virtual de Andalucía.

Bibliografía

NICÁS MORENO, Andrés, Heráldica y genealogía de los obispos de la diócesis de Jaén, Jaén, Instituto de Estudios Giennenses, 1999.

TORRES NAVARRETE, Ginés de la Jara, Historia de Úbeda en sus documentos. Editado por el autor, Úbeda, 1990, Tomo VI. Úbeda Cristiana.

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