Las memorias de Lady Anne Fanshawe (1625-1680) contienen la descripción no sólo de uno, sino de dos viajes por Andalucía. Anne Fanshawe, nacida en Londres en el seno de una familia noble, era la esposa de sir Richard Fanshaw. Su marido fue destinado a la corte de Madrid en tres ocasiones: la primera en 1638, en calidad de Chargé d’affaires de la embajada inglesa; la segunda en 1650, como enviado extraordinario para recaudar fondos contra Cromwell; y la última en 1663, cuando fue nombrado embajador por monarca restaurado Carlos II Estuardo. Sir Richard se hizo acompañar de su mujer en los dos últimos viajes. En ambas ocasiones el matrimonio eligió viajar en barco hasta las costas andaluzas para luego dirigirse hacia Madrid. En sus memorias escritas al final de su vida, lady Ann rememoró sus dos trayectos por Andalucía. Fechado en 1676, este testimonio constituye la primera crónica del viaje de una mujer inglesa al sur de España.
La ruta seguida por los Fanshawe en su primer viaje fue: Gallway (Irlanda), Málaga, Vélez-Málaga, Granada y Madrid. El viaje desde Málaga a la corte duró de finales de marzo a mediados de abril de 1650. En Málaga fueron alojados en una casa que les proporcionaron los mercaderes ingleses que habitaban en la ciudad. Su siguiente parada fue Vélez-Málaga, donde pernoctaron una noche para luego dirigirse hacia Granada. Al recordar el trayecto, lady Ann escribió que había pasado por “las montañas más altas que había visto en su vida [Sierra Nevada]” y que “debajo de aquellas montañas había un valle precioso, que casi no podía describir de lo bello que era; adornado con altos árboles y rica hierba, atravesado por un río profundo y claro que cruzaba la ciudad”.
Lady Ann tuvo la oportunidad de visitar La Alhambra y, de aquel palacio, escribe que estaba “adornado con piedras de jaspe, [y tenía] muchos patios, fuentes [y estaba] rodeado de jardines […], tenía muchas habitaciones decoradas con mosaicos, que excedían todos los esmaltes que había visto”. Cuenta también que, en una de estas habitaciones, le mostraron una inmensa tela bordada, hecha por los moros de Granada con auténtico tinte de púrpura imperial (Tyrian purple). Lady Anne escribió: “esta tela era de un color tan maravilloso, que no tengo palabras para expresar lo que se sentí al verlo: tenía la gloria del escarlata, la belleza del púrpura y era tan brillante que, cuando bajé la vista hacia otro objeto, éste me pareció blanco como la nieve».
Dos días después de visitar La Alhambra, iniciaron ruta hacia Madrid a donde llegaron el 13 de abril de 1650. Al final de su vida, cuando redactó estas memorias, sólo recordaba de ese primer viaje a España, aquello que le había producido más impacto: su paso por Málaga y la visita a La Alhambra de Granada. Curiosamente, lady Ann no hizo ningún comentario sobre las incomodidades del trayecto, un leit motiv habitual en las memorias de viaje de extranjeros que cruzaron España en la misma época. Ni siguiera su embarazo le impidió disfrutar de su paso por tierras andaluzas. El matrimonio Fanshawe estuvo apenas tres meses en Madrid.
Catorce años después, los Fanshawe volvieron a España. El motivo: el marido de Ann había sido nombrado embajador ordinario de Inglaterra en la corte de Felipe IV. De nuevo, los Fanshawe eligieron una ciudad andaluza para desembarcar: Cádiz. La ruta seguida en este segundo viaje fue diferente: Cádiz, Puerto de Santa María, Jerez, Utrera, Sevilla, Carmona, Fuentes, Écija, Córdoba, Andújar, San Esteban, La Torre de San Juan Abad, Membrilla, Villaharta, Consuegra, Toledo, Illescas, Vallecas y Madrid.
Este viaje fue además mucho más largo que el anterior, ya que duró casi tres meses (el de 1650 apenas había durado un mes y medio). Los motivos del cambio de ruta y del aumento del tiempo empleado para realizar el trayecto fueron dos: la distinta condición que en 1664 tenía sir Richard, y que el objetivo del viaje de 1650 era más concreto que el del viaje de 1664.
En 1664 el marido de Ann Fanshawe era embajador y, como tal, él y su familia debían ser recibidos y agasajados en cada una de las ciudades importantes en las que pernoctaran. En cambio, en 1650, sir Richard era un enviado, no un embajador, que tenía que recaudar fondos para la causa realista en Inglaterra; se trataba de una misión específica para la que no había tiempo que perder. El matrimonio se afanó por llegar lo antes posible a Madrid y lo consiguió en pocas semanas. Sin embargo, en este segundo viaje lo importante para sir Richard no era llegar rápidamente al destino, sino representar su papel de embajador con honor y desde el mismo instante en que pusiera un pie en tierra española. Y así lo hicieron él, sus hijas y su séquito cuando llegaron a Cádiz el 23 de febrero de 1664.
¿Qué recuerdos guardó lady Ann de este segundo viaje? Sus memorias indican que fueron muy gratos. De Cádiz resaltó el gran recibimiento que el gobernador de la ciudad y el duque de Alburquerque le brindaron a ella y su familia. Le maravilló el alojamiento que les proporcionaron: una casa ricamente decorada con alfombras persas, vajilla de plata y ropa de lino. Entre ceremonias y visitas pasaron tres semanas.
De Cádiz los Fanshawe se dirigieron al Puerto de Santa María, donde los recibieron con la misma ceremonia que en Cádiz. Allí estuvieron cinco días, alojados en una vivienda bellamente ornamentada. Los duques de Alcalá ejercieron de anfitriones. El día 23 salieron hacia Jerez, donde fueron recibidos por el corregidor; y les visitó la esposa de Lord Dongan, que vivía allí. Lady calificó Jerez de lugar placentero y sumamente agradable. Su siguiente destino fue Utrera. Allí les recibió el cónsul inglés de Sevilla con muchos mercaderes ingleses, que iban vestidos con libreas para la ocasión. Fueron alojados en la casa de un sacerdote. Lady Ann anotó en sus memorias que, en Utrera, vio las “ruinas de un pueblo bravo”.
El jueves 27 de marzo entraron en Sevilla. Una legua antes de llegar les salió a recibir el conde de Molina con cientos de coches, nobleza, burgueses y gente común de la ciudad. Como invitados ilustres que eran, los Fanshawe fueron alojados en los Reales Alcázares. Ann se quedó maravillada: sus habitaciones estaban lujosamente decoradas con camas de plata, cortinas de damasco y mesas de piedras preciosas. Los suelos estaban cubiertos de alfombras persas y en el centro había braseros de plata llenos de delicadas flores que los criados reponían todos los días. Los jardines eran magníficos. Los Reales Alcázares le impresionaron tanto como La Alhambra, de hecho, son los dos únicos monumentos de España que describió prolijamente en sus memorias.
Ann Fanshawe recordó durante años los obsequios que les hicieron en aquella ciudad. El cónsul de Sevilla les regaló chocolate (en la época era un lujo al alcance de muy pocos) y el conde de Molina ofreció a la noble inglesa un cachorro de león, que lady Ann rechazó con suma educación diciendo que ella era demasiado cobarde como para tenerlo de animal de compañía.
Salieron de Sevilla el 3 de abril. Esa noche pernoctaron en Carmona y al día siguiente continuaron camino hasta Fuentes, el pueblo del marqués de la Fuente que en esos momentos era embajador de España en Francia. El día 5 de abril llegaron a Écija, de la que lady Ann resaltó los “nobles entretenimientos” que les ofrecieron, así como la civilidad de los nobles de la ciudad. El día 8 reanudaron su viaje que tenía su siguiente estación en Córdoba. De Córdoba, Ann Fanshawe destacó sus magníficas iglesias, como las de Sevilla; el “juego de toros” y otro “deporte”: el “juego de cañas”, en el que bellos caballeros, montados sobre briosos corceles, mostraban sus habilidades. Una vez más, lady Ann recordó en sus memorias la cordialidad de las gentes andaluzas: Córdoba, escribió, era una ciudad famosa: “conocida en el mundo por sus muy nobles y educados caballeros”. Los regalos recibidos no desmerecieron las buenas maneras de la nobleza cordobesa; el corregidor le agasajó con doce recipientes de agua cordobesa de ámbar y azahar: “reputada por ser la mejor del mundo”, y doce barriles de olivas: “que tienen la misma fama”.
El martes 15 de abril se dirigieron a Carpio, el marquesado del don Luis de Haro, y el 16 se alojaron en Andújar. El martes 17 en Linares y el viernes 18 entraron en Sierra Morena, alojándose en San Esteban. El 19 pernoctaron en La Torre de Juan Abad y el domingo 20 en Membrilla. El lunes en Villaharta, conocida por sus aguas; lady Ann anotó que “allí aparecía el Guadiana después de estar siete leguas bajo tierra”. En Villaharta finalizó su trayecto por Andalucía. Tras pasar por Consuegra, Mora, Toledo, Illescas y Vallecas, el 18 de junio llegaron a su destino: Madrid.
Ann Fanshawe escribió sus memorias a los 51 años de edad, en 1676, 26 años después del primer viaje a Andalucía y 12 años después del segundo. Cuando se puso a escribir, habían pasado bastantes años, era viuda y apenas sobrevivía con una pequeña pensión. Aun así, la noble inglesa rememoró con gran viveza los lugares que visitó y recordó con sumo cariño a las personas que le habían honrado a su paso por tierras andaluzas. En su primer viaje estaba embarazada de una niña que nació en Madrid y que apenas sobrevivió unos días. En su segunda estancia en España, falleció su marido; no obstante, estos dos luctuosos acontecimientos no ensombrecieron ni un ápice el recuero de sus viajes por Andalucía.
Autora: Laura Oliván Santaliestra
Fuentes
FANSHAWE, Anne, Memoirs of lady Fanshawe, written by herself. To which are aded, Extracts from the correspondencia of sir Richard Fanshawe, Londres, 1829. En Bodleian Libraries, University of Oxford, ms. 29.461. Disponible en línea.
Bibliografía
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