Entre las distintas minorías sociales que poblaban la Andalucía del siglo XVI se cuenta la de los gazis. Eran estos los descendientes de los combatientes por la fe islámica que habían llegado a la península a enfrentarse al enemigo cristiano, y que habían sido favorecidos por su condición de luchadores por la fe en la sociedad de al-Andalus, y ya desde 1238, en el Reino de Granada. Con la conquista castellana de dicho reino en 1492, los mudéjares que a partir de 1502 pasaron a conocerse como moriscos se diferenciaban a sí mismos de los “gazis”, cuya definición por las autoridades cristianas se fue ampliando para incluir a todos los norteafricanos que hubieran llegado para combatir por la fe o no, siendo aquellos “que hubieren nascido moros o turcos, en cualquiera parte de Berbería, u otra cosa que sea, ora sean esclavos o libres y rescatados, cristianos o moros”, es decir, norteafricanos libres o esclavos, incluso si había pasado más de una generación, pero que en su origen no eran “naturales” del reino de Granada (los conocidos genuinamente como “moriscos”). Desde la conversión general de 1502 los gazis eran cristianos bautizados como los moriscos, aunque la calidad de su fe se pudiera poner en duda.

Minoría dentro de una minoría, los gazis ocuparon un papel social discreto, siendo asimilados con el tiempo a los berberiscos que continuaban llegando a Andalucía (en su mayoría como esclavos) y distinguidos de los moriscos, de los que diversas disposiciones de la corona trataron de separarlos, por su conexión más reciente con el Islam norteafricano y con las incursiones de bandas de salteadores que cruzaban el mar de Alborán y alteraban el Reino de Granada. A ello se añadía su consideración como “espías” de los poderes norteafricanos y el temor a que se unieran a bandas de monfíes (bandidos moriscos), pues muchos de los berberiscos que llegaron como esclavos alcanzaban la libertad al ser liberados por sus amos moriscos. Por ello se dictaron varias disposiciones que consideraban su alejamiento de la costa granadina y que señalaban las Alpujarras como un territorio vedado para ellos, como se dictó en 1526, 1531 y 1563, contemplándose dicho alejamiento incluso en las Cortes de Castilla de 1532 y 1537, aunque estas medidas no llegaron a aplicarse completamente. Los gazis de la ciudad de Granada se organizaron en 1563 contra una pragmática dictada para su alejamiento a 12 leguas al interior desde la costa, demostrando con éxito que la ciudad se encontraba a mayor distancia y por tanto no tenían que salir de ella. Esta actuación da buena cuenta de la consideración que tenían de sí mismos como un grupo con sus propias características y del hecho de que tanto la Chancillería y la Capitanía General del reino de Granada como el resto de sus habitantes, cristianos viejos y moriscos, también los consideraba como “gazis”. A esta iniciativa colectiva se sumaron otras resistencias individuales en ciudades costeras como Málaga que fueron minando la eficacia de la pragmática de 1563. Algo más tarde, en 1567, en el famoso memorial en que el noble morisco Francisco Núñez Muley defendía la lengua y las costumbres moriscas así como la integración de los moriscos, se rompía también una lanza por mantener la presencia de los gazis en el reino de Granada, señalando que

Echar los gacis deste reino, justa y santa cosa es; que ningún provecho viene de su comunicación a los naturales; mas esto se ha proveído otras veces, y jamás se cumplió. Ejecutarse agora no deja de traer inconviniente, porque la mayor parte dellos son ya naturales, casáronse, naciéronles hijos y nietos, y tiénenlos casados; y estos tales sería cargo de conciencia echarlos de la tierra

En muchos casos los gazis ocupaban una escala baja de la sociedad, mezclándose con forasteros otros norteafricanos y esclavos, como señala una ordenanza municipal de la ciudad de Granada en 1558:

Otrosí decimos, que vistos los inconvenientes grandes y hartos que se han seguido, y siguen de que los mozos de espuelas, e gente de mal vivir, e Gacis, e Arabes, y esclavos vayan a los lavaderos, donde las mujeres, e mozas de soldada y esclavas están lavando, porque a causa de lo suso dicho se hacen malas mujeres, e juntan para dar a los dichos mozos, Gazis, y Arabes y esclavos, y hacen otras cosas de malos efectos; e para lo remediar: acordamos, y mandamos, que ningund hombre, ni mozo de espuelas, ni Gazi, ni alarave, ni negro, horro, ni esclavo sea ossado de estar en los lavaderos donde las dichas mujeres, e mozas, e esclavos (sic) estuvieren lavando en los ríos de Genil, e Darro…

Los gazis, y moriscos se dispersaron por los reinos de Sevilla, Jaén, Córdoba y el resto de Castilla tras las órdenes de expulsión dictadas por Felipe II tras la Guerra de las Alpujarras (1568-1571). Al volver a crearse una fiscalidad específica morisca a partir de 1589, tanto los mudéjares antiguos (musulmanes convertidos antes de 1502) como los gazis trataron de zafarse de esta obligación fiscal y separarse de los moriscos, reclamando los gazis su asimilación a los berberiscos y por tanto a no tener por qué compartir su destino con los “naturales del Reino de Granada”, aunque buena parte de su vida hubiese transcurrido en dicho reino o incluso fuesen descendientes de berberiscos y nacidos en él, como ya señalase Francisco Núñez Muley. Pero los moriscos se encargaron de recordar su participación (supuesta o verdadera) en la rebelión, insistiendo además que la mayoría de ellos tenía una baja condición social.

Y a la inversa, algunos moriscos prefirieron ser identificados como gazis o berberiscos para escapar así a esa presión fiscal específica, siendo llamados en algunos documentos “moriscos berberiscos”, aunque por lo que sabemos estos intentos no tuvieron éxito, como tampoco el de los gazis, que no tuvieron más remedio que aceptar su inclusión en los servicios moriscos, como sucedió en Sevilla en 1597, aunque seguían organizándose como un colectivo separado en sus querellas con los moriscos. Pese a tener una imagen social deteriorada, no todos los gazis estuvieron en los estratos sociales más bajos. Así, en un salvoconducto dado por los Reyes Católicos en 1488 a varios granadinos que acudían a la corte, aparece un tal Hamet el Gazi, mientras que un tal Miguel Jiménez el Gazi, fue geliz de la seda en Granada a mediados del siglo XVI, llamándose su padre Lope Jiménez el Gazi, y en la Almería de comienzos de la centuria aparecen algunos artesanos así llamados como el alpargatero Francisco Gazi. Ya en la Sevilla de finales del Quinientos en el pleito mencionado entre gazis y moriscos aparecen dos médicos gazis de Málaga. La existencia de esta minoría y de sus difusos límites nos señala cómo la condición social en la Andalucía de la modernidad podía ser negociada y moldeada en una interlocución constante entre los individuos y la comunidad, y cambiar en su valoración según momentos y lugares.

 

Autor: Manuel Francisco Fernández Chaves


Bibliografía

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