Cada 2 de enero se rememora en Granada su anexión a la corona castellana con un rígido ritual, modelo de espectáculo cívico-religioso: la fiesta de la Toma.
1492, año clave en la construcción del imperio hispano, comenzó con el acto simbólico de la entrega de las llaves de la Alhambra por el rey Boabdil a un emisario de los Reyes Católicos, que al frente de un potente ejército castellano-aragonés sitiaban Granada desde hacía meses. En la tarde del 2 de enero, el rey nazarí acudió a la puerta de la ciudad para rendirse ante los monarcas vencedores, plasmando así públicamente el acuerdo por el que cedía la inexpugnable plaza nazarí a cambio del usufructo de la Alpujarra, mientras que a los granadinos se les permitía mantener sus propiedades, religión y cultura. Con esta anti-épica capitulación concluía una contienda que sufrió terrible fiereza en los cercos de Málaga, Zújar y Baza; así como los últimos duelos caballerescos, en su mayoría favorables a los granadinos.
Este éxito bélico (que se asimilaría a las tomas de Jericó y Jerusalén) fue motivo de orgullo para los sitiadores, que prestamente difundieron un comunicado compuesto en su imprentilla de campaña -en un precedente del periodismo- informando que ese 2 de enero subieron varios nobles y prelados al torreón de la Alhambra para “levantar por tres veces el signo de la cruz, el pendón del Apóstol Santiago y el estandarte del rey Fernando”, mientras un heraldo con potente voz formulaba la toma de posesión: “¡Santiago!, ¡Castilla!, ¡Granada!, ¡por los muy poderosos señores don Fernando y doña Isabel, rey y reina de España, que han ganado esta ciudad de Granada y todo su reino por fuerza de armas de los infieles moros con la ayuda de Dios, de la Virgen gloriosa, del apóstol Santiago y de N. P. Inocencio VIII!”, procediéndose a disparar salvas con cañones y bombardas de modo que “pareció temblar la tierra”.
Al divulgarse el fausto hecho, ese mismo mes fue festejado con procesiones, luminarias y corridas de toros en Málaga, Barcelona y Vitoria. En Sevilla salieron los juegos del día del Corpus y “los entremeses de genoveses y mercaderes”; y en Gerona “se representó la toma de Granada con un castillo defendido por los moros y asediado por las tropas cristianas con sus tiendas de campaña”.
Fuera de la península, la victoria resonó en Nápoles, al representarse dos farsas alegóricas (interviniendo en La toma de Granada el propio Mahoma lamentando ser expulsado por la Fe); y especialmente en Roma, donde los embajadores españoles recrearon esta conquista, mientras el cardenal Riario escenificaba la entrada triunfal de los Reyes Católicos en la ciudad, el cardenal Borgia (futuro Alejandro VI) ofrecía “por primera vez a los romanos el espectáculo típicamente español de una corrida de toros”, y el Papa encargaba a su secretario Verardi una comedia alegórica en latín. Con estas celebraciones vaticanas se ofrecía un modelo lúdico-ideológico para las futuras fiestas hispánicas de Moros y Cristianos.
En la misma Granada, la reina Isabel mandó elaborar “un oficio religioso” que celebrase la Toma y Dedicación, o sea, su doble conquista militar y espiritual. En 1497 un privilegio real obliga a que cada 2 de enero “se hagan para siempre jamás Misa y oficios (en) memoria de la santa victoria”. En 1509 el cabildo municipal decide agregarse al catedralicio portando su estandarte en la procesión conmemorativa. En 1516, a punto de fallecer, el rey Fernando en su testamento regula dicha procesión “en la que hayan de estar el pendón y estoque que su alteza dejó (y) se guarde la forma que se lleva en la santa iglesia de Sevilla el día que Don Fernando la ganó”. La espada como objeto simbólico adquiere extraordinaria relevancia, convertida en reencarnación de ambos monarcas. De hecho, la procesión sevillana sigue efectuándose con la espada de Fernando III, alrededor del sepulcro donde reposan sus santificados restos.
Cumpliendo la real voluntad, desde 1519 ambos cabildos acuden a la Capilla Real -donde están sepultados Fernando e Isabel- a ondear el pendón real y recoger dicha espada, junto con la corona y el cetro de la reina, para llevarlos procesionalmente por catedral y ciudad, culminando con misa mayor y sermón.
Entre las actuales fiestas patronales se sigue recordando el episodio granadino en Benamocarra (Málaga) y Aldeire (Granada), que escenifican en la calle el legendario duelo entre el gentil Garcilaso y el gigante Tarfe; en la mexicana Teotihuacán, junto al famoso centro ceremonial azteca, donde el Apóstol Santiago encabeza un ejército cristiano al que pertenece el Cid, para vencer a Pilatos, rey de Granada; y en la peruana Huamantanga, donde la batalla acontece ante una niña que encarna a Isabel de Castilla.
En cuanto a la evolución histórica de este ritual festivo en la ciudad de Granada, consta que en 1588 “se lidiaron ocho toros con un muy famoso juego de cañas, de capa y gorra, memoria fundada por los Reyes Católicos”. Por entonces se derrochaba pólvora en salvas y fuegos artificiales, y la procesión general del 2 de enero acogía a los gremios junto al clero y autoridades civiles, ordenada como en la fiesta del Corpus.
En el siglo XVII empezaría a representarse en los teatros locales el drama La Toma de Granada o El triunfo del Ave-María, refundición anónima de varios romances viejos y una comedia juvenil de Lope de Vega, interviniendo personajes históricos junto a otros ficticios (como el gigante moro Tarfe que reta al mozo Garcilaso de la Vega, quien le corta la cabeza), con inclusión de intrigas amorosas y graciosos.
En 1752 el Libro de Ceremonias de la Ciudad detalla la obligación que incumbe al Ayuntamiento: “El día 2 el Jurado más moderno lleva el Estandarte a la Iglesia (seguido de) procesión y tremoleo en la Capilla Real con Misa y Sermón”. Este protocolo municipal es el actualmente en vigor, con el añadido de la ofrenda de una corona de flores en sus tumbas; la irónica respuesta popular al recitado de la toma de posesión desde el balcón del ayuntamiento; y los incesantes toques de la campana de la Alcazaba a cargo de las mozas solteras para propiciar un buen marido. En cuanto al estandarte o pendón real que se tremolea, el actual (realizado en damasco carmesí y en el que figuran las armas de Aragón, Sicilia, León y Castilla) data de 1621-23, ya que el original se estaba deteriorando y desde entonces se guarda en el tesoro de la Capilla Real.
Durante el franquismo esta fiesta languideció, para renacer en los ochenta. Mientras se potenciaba cierta recreación historicista e independentistas andaluces protestaban, la floreciente comunidad musulmana local rechazaba recordar la derrota de los islámicos nazaríes, y en 1989 varios embajadores árabes solicitaron al Gobierno que suprimiera este “intolerante aniversario”. Desde entonces, la celebración en la plaza del ayuntamiento se ha politizado, enfrentándose anualmente manifestantes ultra derechistas que invocan una “nueva cruzada de reconquista” con antifascistas contrarios a una “fiesta sectaria, anacrónica y excluyente”, hasta convertirse el día de la toma en día de los gritos.
Para suavizar la confrontación, en 1997 se erigió un monumento al Rey Boabdil en el Paseo del Violón, cerca de la Ermita de San Sebastián, antiguo morabito donde se supone que tuvo lugar la simbólica entrega de la ciudad. Desde 2017, tras los actos tradicionales la fiesta prosigue con un desfile de Moros y Cristianos a cargo de las cuadrillas de Benamaurel y Cúllar, que allí recrean la rendición de Boabdil. Por otro lado, se ha incorporado a la Legión Extranjera para custodiar el pendón en la procesión, militarizando aún mas el ritual. Y se sigue obviando la traición ejercida, ya que las capitulaciones firmadas con Boabdil fueron incumplidas en 1500, con el bautismo forzoso de los moriscos granadinos, la prohibición de sus ritos y la quema de sus libros.
Autor: Demetrio Enrique Brisset Martín
Enlaces
Reportaje en vídeo de la celebración del V Centenario de la Toma de Granada en 1992.
Bibliografía
AFÁN DE RIBERA, Antonio, Fiestas populares de Granada, Granada, 1885.
BRISSET, Demetrio E., “Otros procesos conmemorativos centenarios”, en Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, 50-2, 1995, pp. 131-153.
BRISSET, Demetrio E., “Rituales de conquista: un estudio comparativo”, en Demófilo. Revista de Cultura Tradicional de Andalucía, 8, 1996, pp. 111-124.