Debido al marcado carácter de frontera del Reino de Granada desde su conquista y la importancia de la presencia militar en dicho territorio, la esclavitud por captura de infieles obtenidos en hechos de guerra estuvo muy presente en la economía de muchas ciudades costeras del reino en época de los Austrias. Como han puesto de manifiesto numerosos especialistas, el fenómeno esclavista tuvo una gran relevancia social y económica en el área mediterránea, asumido desde el punto de vista legal, aceptado y justificado por los tratadistas de la época bajo el principio de guerra justa. A partir de esta premisa, durante este período existieron tres tipos de actividades militares que permitían la obtención de cautivos y esclavos musulmanes. En primer lugar, las conocidas razzias y cabalgadas realizadas por embarcaciones y destacamentos expedicionarios de la Monarquía en el Mediterráneo y Berbería, sobre todo las lanzadas en el mar de Alborán y desde los presidios de Orán y Melilla mediante expediciones de saqueo y de corso, que permitieron la llegada de mano de obra esclava norteafricana a puertos como el de Almería y sobre todo Málaga, seguido por Cartagena en el Reino de Murcia, generando así un próspero negocio que se fundaba en el derecho de obtención de presas en “buena guerra”. Segundo, la esclavitud por guerra propiamente dicha, cuyo ejemplo más importante en el reino granadino fue la originada durante la rebelión de los moriscos de las Alpujarras de 1568-71. Como algunos autores han podido demostrar, la guerra generó un importantísimo mercado esclavista a partir del momento en que Felipe II, tras un corto debate legal y moral sobre su licitud, decidió promulgar la esclavitud de los moriscos y moriscas rebelados -a pesar de ser cristianos bautizados-, justificada por la comisión del delito de alta traición y lesa majestad divina y humana que habían cometido. De esta manera, el saqueo y la captura de moriscos se convirtió en un importantísimo incentivo económico para oficiales y soldados participantes en la contienda, grandes beneficiarios del próspero negocio de la venta de moriscos esclavizados. Hasta tal punto, que la legalización de la esclavitud por presas de guerra durante la revuelta alteró de modo importante el mercado esclavista del Reino de Granada y sus territorios más próximos, con más de 30.000 esclavos moriscos vendidos desde principios de 1569 y hasta finales de 1570, muchos de ellos exportados a otros territorios como Murcia, Valencia y Sevilla donde, por haber menor saturación, se pagaban a precios más elevados.

El otro tipo de esclavitud, que se prolongó durante buena parte de los siglos XVI y XVII por el carácter de la costa del reino granadino como una activa frontera marítima y que es objeto de estas líneas, fue la vinculada a la labor ejercida por las compañías ordinarias de defensa costera, por medio de capturas realizadas en rebatos y cabalgadas contra corsarios y piratas turco-berberiscos en el litoral, en acciones de guerra defensivas para evitar, precisamente, el saqueo de aldeas y villas costeras y el temido cautiverio de cristianos viejos. Una de las áreas más afectadas por este fenómeno fue el litoral entre el Cabo de Gata y Mojácar, debido a la fuerte despoblación del territorio tras la guerra de las Alpujarras y a la especial orografía de la costa del Cabo de Gata, idónea para servir de abrigo a los navíos norteafricanos. Sabemos que este tipo de ataques estuvieron a la orden del día y se intensificaron especialmente en los años sesenta del siglo XVI, durante las décadas siguientes a la expulsión de los moriscos granadinos y tras la expulsión general de 1609-1614, período en el en que, gracias a la labor de informadores de muchos de los moriscos expulsos, se produjo un importante incremento del número de cautivos vasallos de la Monarquía Hispánica trasladados a Argel, base del corso berberisco y el cautiverio cristiano, como lo atestiguan numerosos asaltos, entre los que destacó el célebre ataque a la localidad de Adra en octubre de 1620, de gran impacto en el reino.

Conocemos bien cómo se producían este tipo de incursiones, gracias a los testimonios dejados por sus protagonistas. Varias embarcaciones musulmanas inspeccionaban la costa para buscar áreas de desembarque con población cristiano vieja, facilitadas por la rica información que les habían proporcionado antiguos moradores moriscos de aldeas y villas costeras. Si conseguían burlar el sistema de alertas y atalayas de la costa, lograban un preciado botín que, o bien era embarcado con destino a Argel o Túnez, a la espera de que sus familiares y amigos pagasen un importante rescate, o bien negociaban su libertad sobre la marcha en la misma playa mediante las llamadas “alafías”. Cuando el sistema de vigías funcionaba y se avistaba la incursión enemiga, se alertaba llamando a rebato a las compañías de defensa costera y a la población en armas de las localidades más próximas, que durante su enfrentamiento con los atacantes trataban de obtener la mayor cantidad posible de presas para su venta posterior. La almoneda de los infieles capturados era controlada y supervisada por el capitán general del reino, a excepción de aquellos casos en que no intervenía ningún profesional del aparato militar. Precisamente este punto generó litigios y pleitos entre los vecinos y los soldados de la costa, quienes se disputaban este preciado botín, que a su vez enfrentaron a oficiales y capitanes generales de la costa contra alcaldes mayores y corregidores en torno a quiénes tenían jurisdicción y competencia directa sobre el reparto de estas presas.

Las capturas de “moros”, producidas durante las llamadas a rebato en la costa en localidades como Marbella, Málaga, Motril, Adra, o Almería, entre otras, propiciaron un mercado esclavista de menores dimensiones económicas que los otros, ya que las capturas obedecían a la estacionalidad de los ataques sobre el litoral, pero más continuado en el tiempo, y un medio en manos de los militares del sistema defensivo para poder redondear sus bajos sueldos que, con demasiada frecuencia, estaban sometidos a importantes atrasos. A pesar de que no contamos con estudios generales sobre el fenómeno, sí sabemos que este tipo de presas pudieron alcanzar en almoneda precios de entre 50 y 70 ducados por captura, con períodos de mayor o menor fluctuación, dependiendo del nivel de saturación del mercado esclavista, muy elevado tras la guerra de las Alpujarras y con una importante bajada de precios, pero con una recuperación al alza de la esclavitud de origen norteafricano durante la primera mitad del XVII y, por ende, de su valoración en el mercado. Además, se trató de una práctica también beneficiosa para el rey, pues tenía derecho a cobrar el quinto real de presas de guerra sobre cada venta de moros capturados, que desde época medieval le correspondía por ley.

Precisamente, gracias al quinto real de presas han quedado registros de estas operaciones de venta en los fondos del Consejo de Guerra, remitidos por la Capitanía General a la Corte. Estos nos permiten ir más allá de la información meramente económica, porque los expedientes nos brindan datos sobre el número de presas obtenidas en los rebatos y las condiciones del traslado de los prisioneros hasta las cárceles locales y a los puntos donde se hacían las almonedas públicas. Asimismo, los interrogatorios a los asaltantes capturados ofrecen relatos sobre el modo en que se habían producido los encuentros entre defensores de la costa y atacantes, el número, la tipología de las naves avistadas y las mercancías y armas que transportaban, el relato de los enfrentamientos en el litoral y cómo se produjo la captura, testimonios de los corsarios y piratas apresados y las capturas de cristianos que habían realizado durante sus interesantes periplos en el Mediterráneo, y declaraciones de renegados cristianos que se encontraban entre los tripulantes, que podían dar valiosas noticias sobre Berbería y los posibles planes del Turco. También nos ofrecen información sobre los procedimientos legales de tasación, puesta en almoneda pública, pujas y venta a particulares en las ciudades donde solían hacerse este tipo de transacciones. No obstante, más allá del estudio de algunos episodios puntuales, todavía no contamos con un análisis sistemático, global y seriado que nos permita conocer la verdadera dimensión social y económica de este mercado en las localidades del litoral del reino granadino.

 

Autor: Antonio Jiménez Estrella


Bibliografía

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JIMÉNEZ ESTRELLA, Antonio, “Defensa de la costa, captura y venta de esclavos norteafricanos en el Mediterráneo. Los relatos de un caso de 1633 en el Reino de Granada”, en Mediterranea Ricerche Storiche, 52, 2021, pp. 331-362.

LÓPEZ BELTRÁN, María Teresa, Cabalgadas en el mar de Alborán en tiempos de los Reyes Católicos, «Miscelánea de Estudios Árabes y Hebraicos. Sección Árabe-Islam», 50, 2001, pp. 169-186.

MARTÍN CASARES, Aurelia, La esclavitud en la Granada del siglo XVI. Género, raza y religión, Granada, Universidad de Granada, 2000.

VINCENT, Bernard, “La esclavitud en el Mediterráneo occidental (siglos XVI-XVIII)”, Martínez Torres, J.A. (ed.), Circulación de personas e intercambios comerciales en el Mediterráneo y en el Atlántico (siglos XVI, XVII, XVIII), Madrid, CSIC, 2008, pp. 39-64.

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