La Aduana formaba parte de la densa concentración de instituciones reales que coincidieron en la Sevilla bajomedieval y moderna. La mayoría compartió un espacio próximo, al sur de la ciudad histórica, en lo que era entonces la collación de Santa María, también conocida como el Sagrario. Allí se encontraban -junto a otros organismos municipales y eclesiásticos- los Reales Alcázares, la Casa de la Moneda, la Casa de la Contratación, las Atarazanas reales y, sobre el solar de estas últimas, la Real Aduana.
Entre todas ellas, la Aduana es una de las que ha pervivido menos en la memoria colectiva, tanto entre los especialistas como entre el público en general. Una de las razones principales guarda relación con la ausencia de unos testimonios monumentales distinguibles. La Aduana renacentista se construyó sobre varias naves de las atarazanas medievales, igual que el vecino Hospital de la Caridad. Sin embargo, mientras éste aún subsiste y muestra cómo el esplendor barroco se construyó sobre las estructuras del viejo arsenal, de la Aduana ya no queda nada. Un incendio la devastó en 1792; entonces se reconstruyó, pero en el siglo XX terminó por demolerse y en el solar se levantó otro edificio con funciones curiosamente similares: la Delegación Provincial de Hacienda.
La Aduana era uno de los puntos neurálgicos del puerto hispalense, al servir de punto recaudador de impuestos como la avería o los almojarifazgos. En relación al almojarifazgo mayor de Sevilla, que gravaba los intercambios mercantiles europeos, la Aduana ejercía como oficina central para una extensa red de decenas de tablas, repartidas por el litoral desde Ayamonte hasta Murcia. El almojarifazgo de Indias, específico para el comercio con los virreinatos, se gestionaba íntegramente en Sevilla, con la única excepción de Cádiz, que dispuso de una tabla de Indias por la que coyunturalmente tuvo que pelear.
La actividad fiscal era tan intensa que la vieja aduana se quedó pequeña. En el marco de las grandes reformas urbanísticas del reinado de Felipe II, que transformaron el Sagrario para adaptarlo a las crecidas necesidades del tiempo, se construyó una sede nueva. El solar del edificio quinientista, cuya magnificencia recibió encendidos elogios, ocupaba las naves meridionales de las atarazanas alfonsíes y atravesaba el cinturón de murallas, abriendo una fachada hacia el Arenal y otra hacia la zona intramuros. La oficina tradicional no dejó de usarse; continuó dando el uso posible bajo la modesta nomenclatura de la aduanilla, mientras que la nueva construcción fue justamente consagrada con como Aduana Mayor. Un amplio conjunto de personas trabajaba en estas dos sedes, así como en general por toda la muralla y la ciudad.
Autor: José Manuel Díaz Blanco
Bibliografía
FERNÁNDEZ ROJAS, Matilde, Las Reales Atarazanas de Sevilla, Sevilla, Diputación, 2013.
PÉREZ-MALLAÍNA BUENO, Pablo E., Historia de las Atarazanas de Sevilla, Sevilla, Universidad-Diputación, 2020.
PULIDO BUENO, Ildefonso, Almojarifazgos y comercio exterior en Andalucía durante la época mercantilista, 1526-1740, Huelva, Artes Gráficas Andaluzas, 1993.