Era hija del matrimonio constituido por Joaquín Manuel de Villena (1709-1790), Caballero de San Juan (1721), quien desarrolló una brillante carrera militar ascendiendo por los distintos grados de la Armada, desde Teniente de navío, a capitán de fragata y Teniente general, que le hizo merecedor de una serie de cargos desde Comisario General del Cuerpo de Artillería de Marina entre los años 1749-1763, a Presidente de la Real Audiencia de Contratación de Indias, Consejero del Consejo de Guerra, Gentilhombre de Cámara y Caballero del Toisón de Oro. Debido a sus méritos el rey le concedió el título de Marqués del Real Tesoro en 1760. Estaba casado con Beatriz de Mendoza y Rivera, natural de Trujillo.
Como en el caso de su hermana, por decisión paterna, fue educanda del colegio de las Salesas reales, donde ingresó en enero de 1775, cuando tenía ocho años. El convento, de patronato regio, se debía al empeño personal de la reina Bárbara de Braganza, muy interesada en la educación femenina. La reina quiso dejar patente su patronazgo religioso mediante la fundación real de un centro educativo para las mujeres dirigido por una orden dedicada a la docencia que, al mismo tiempo, pudiera convertirse en su residencia en caso de fallecimiento del rey, además de panteón real, donde había dispuesto su enterramiento.
Se casó con Francisco Golfín y Calderón Golfín Villalobos de la Cerda (1746- ?), VII conde de la Oliva de Plasencia y marqués de Siete iglesias, caballero de Alcántara, señor de Grimaldo, Las Corchuelas y del Castillo de Almofrague. Alcaide de la fortaleza de Santa Fe en Granada, Alguacil Mayor de Villanueva de la Serena (Badajoz), Regidor Perpetuo de la ciudad de Plasencia (Cáceres) y de Precedencia de la de Trujillo (Cáceres). Mantenía el patronato del convento vallisoletano de Porta Coeli, fundado por su familia en el siglo XVII, y del convento de Santa Clara en Almendralejo, su ciudad natal. No tuvieron descendencia.
En las cláusulas religiosas de sus disposiciones testamentarias dispuso ser amortajada con el hábito franciscano y enterrada en la parroquia donde tuviera su residencia al ocurrir su fallecimiento; el día de su entierro se debería celebrar una misa cantada de cuerpo presente con el número de sacerdotes que estimaran sus testamentarios y albaceas, pero todo “sin pompa ni vanidad”; igualmente encargaba celebrar otras dos mil misas rezadas con la limosna acostumbrada, una misa cantada el día de la fiesta de San José, y socorrer a tres pobres el día de la Natividad de Cristo.
Dejaba la mayor parte de sus bienes a su primo hermano José Manuel de Villena y Palma, Marqués del Real Tesoro, y si éste hubiera fallecido a su hijo, para la creación de un mayorazgo que debía unirse al marquesado y transmitido siempre por vía masculina; el remanente lo legaba a su hermana Francisca, marquesa de Tablantes consorte para sufragar la educación de sus hijos varones y constituyera la dote de sus hijas. Nombraba como albaceas a su primo, el marqués de Real Tesoro, a su cuñado el marqués de Tablantes y al presbítero Francisco de Alba.
Autora: Gloria Ángeles Franco Rubio
Fuentes
Archivo Histórico Nacional, OM-CABALLEROS_ALCANTARA, Exp. 615.
Archivo Histórico de Protocolos de Madrid, Protocolo 21.644, fol. 97-103 y Protocolo 22.833.
Bibliografía
ANDÚJAR CASTILLO, Francisco, Consejo y Consejeros de Guerra en el siglo XVIII, Granada, Universidad de Granada, 1996.
FRANCO RUBIO, Gloria, A., “Reformismo institucional y élites administrativas en la España del siglo XVIII: nuevos oficios, nueva burocracia. La Secretaría de Estado y del Despacho de Marina (1721-1808)”, en Jean-Pierre Dedieu, Juan Luis Castellano, María Victoria López-Cordón Cortezo (eds.), La pluma, la mitra y la espada: estudios de historia institucional en la Edad Moderna, Granada, 2000, pp. 94-130.
FRANCO RUBIO, Gloria, A., “Educación femenina y prosopografía: las alumnas del colegio de las Salesas Reales en el siglo XVIII”, en Cuadernos de Historia Moderna, 19, 1997, pp. 171-182.