Circunscribo esta voz remitiéndola al término más difundido de “franciscanismo”, comprendiendo en él todas las estirpes o ramas masculinas y femeninas fundadas y desarrolladas en el vasto territorio andaluz durante los siglos XVI al XVIII siguiendo el espíritu de San Francisco de Asís, en lo que se refiere a lo masculino, y a Santa Clara, en lo que se personaliza de femenino. Bien es cierto que el arranque en el Quinientos hubo de tener necesariamente en cuenta los movimientos franciscanos precedentes, desde el propio inicio de la Orden en los albores del siglo XIII, pero sin duda la franja temporal a la que nos constreñimos ha sido la de mayor esplendor, no solo en el aspecto espiritual o religioso, que es el principal, sino también en los que podríamos denominar “culturales”: históricos, artísticos, literarios, filosóficos, sociales, antropológicos, de religiosidad popular y afines.

Voces autorizadas han proclamado que en la Edad Moderna andaluza la Iglesia tuvo un papel descollante en todas sus manifestaciones, hasta el punto de poderse afirmar que su “franciscanización” fue un hecho relevante y notorio. La sede metropolitana de Granada cobró al comenzar la Edad Moderna un particular dinamismo, e igualmente también lo experimentaría la archidiócesis de Sevilla, que sin el menor indicio de exageración llegó a eclipsar a la primada de Toledo. Fueron las órdenes religiosas, y particularmente las franciscanas, quienes contribuyeron a conseguir un posicionamiento de esplendor. Las órdenes mendicantes gozaban de mayor popularidad que las monásticas, y aunque éstas eran más acaudaladas, aquellas, empero, supieron penetrar en el contexto social de los habitantes de sus sedes, constituyendo las mitras de Sevilla y Granada unas de las más privilegiadas de España. A partir de Trento Andalucía y sus reinos fueron la región en la que se sintió el eco de su mensaje y su doctrina. Las órdenes mendicantes tenían sus propios centros de estudios, en los que los aspirantes al sacerdocio recibían una enseñanza y formación más sólida que las que adquirían los integrantes del clero diocesano en los seminarios, sobre todo en aquellas poblaciones en las que coexistían unos y otros. La corriente mística que desarrollaron exacerbadamente los franciscanos Bernardino de Laredo o fray Francisco de Osuna, entre otros, fueron los detonantes de la gran vitalidad de los monasterios y conventos, muchos de ellos de fundación nobiliaria y bien dotados económicamente, al margen de los propios ingresos estipendiarios de novenas y memorias y del momento más crucial de todos, el de la muerte, manifestado en testamentos y últimas voluntades vistiendo el hábito franciscano o levantando capillas dotadas con devociones y santos franciscanos.

Dos aspectos conviene asimismo tener en cuenta. De un lado la significativa presencia de figuras destacadas intelectualmente en el gobierno de los cenobios, y de otro la popularidad alcanzada por hermandades y cofradías arraigadas en el alma popular, en consonancia con la política desplegada por la Corona en orden a un robustecimiento cada vez más pronunciado. A ello contribuyó igualmente el crecido número de religiosos pobladores de los conventos, muchos de ellos andaluces de “nación”, provinciales, guardianes, religiosos y legos, la que podríamos denominar “demografía” franciscana, o los lugares de culto exteriorizados con compases, capillas, ermitas o iglesias con la propia denominación de hagiografía franciscana.

La sentencia del P. Francisco de Asís Chavero Blanco, director que fue del Archivo Histórico Franciscano de la Provincia Bética, declarando que la historia del franciscanismo andaluz era una tarea aún no realizada, ha sido revocada por un cuarto de siglo de promoción de estudios en torno al espacio conventual andaluz. Los siglos XVI a XVIII fueron un hervidero de fundaciones franciscanas en Andalucía. En el vademécum del P. Manuel de Castro y Castro, “Bibliografía Hispanofranciscana”, compuesta por 10.515 fichas no son pocas las relativas al territorio franciscano andaluz.

A la vista están igualmente los resultados topográficos de los conventos esparcidos por territorio andaluz, que han sido objeto de tratamiento científico referido a su pasado incardinable en el período de la Edad Moderna, muchos de ellos desaparecidos por la horda desamortizadora y otros por la incuria de los tiempos, y convertidos o reconvertidos en espacio urbano con edificios travestidos de usos múltiples administrativos o de esparcimiento en las hoy ocho provincias andaluzas: Aguilar de la Frontera, Albox, Albuñuelas, Alcalá de Guadaira, Alcalá la Real, Alcaudete, Alhama de Granada, Alhaurín el Grande, Almería, Álora, Andújar, Antequera, Arcos de la Frontera, Ardales, Arjona, Arjonilla, Ayamonte, Baena, Baeza, Barbate, Baza, Belalcázar, Bollullos Par del Condado, Bujalance, Cañete de las Torres, Cádiz, Cantillana, Cañete la Real, Carcabuey, Carmona, Cartaya, Cazorla, Córdoba, Cuevas de Almanzora, El Carpio, Espartinas, Estepa, Fuente Obejuna, Fuente Palmera, Fuente Tójar, Gibraltar, Granada, Guadix, Hinojosa del Duque, Hornachuelos, Huelva, Huércal Overa, Huéscar, Íllora, Iznájar, Jaén, Jerez de la Frontera, La Rábida, Laujar de Andarax, Linares, Loja, Loreto, Málaga, Marchena, Martos, Melegís, Montilla, Morón de la Frontera, Motril, Osuna, Palma del Río, Pedroche, Priego de Córdoba, Puebla de Cazalla, Ronda, Rute, Sanlúcar de Barrameda, Santa Cruz, Sevilla, San Roque, Torredonjimeno, Úbeda, Vélez Blanco, Vélez Málaga, Vélez Rubio, Villacarrillo, Villamanrique de la Condesa, Villaverde del Río, Viso del Alcor y Zuheros.

Por lo que atañe al elemento personal franciscano andaluz de la Edad Moderna se ha enriquecido la biografía de muchos de ellos, algunos a caballo entre el Barroco y la Ilustración: fray Francisco Antonio González, Sor Ana de la Cruz Ponce de León, Sor Catalina Margarita de la Trinidad Fernández de Córdoba, fray Antonio de Córdoba, San Francisco Solano, Luis Gómez Palomino, fray Francisco Tomás María de Cardera, fray Juan de Ponferrada, María del Águila Ruiz, P. Torres, P. Guadalupe, fray Luis de Bolaños, Francisco de Osuna, Gonzalo Enríquez de Arana y Puerto, Vicente Martínez Colomer, Sor Ana de San Jerónimo, fray Antonio de Fuentelapeña, fray Gabriel de Mata, Alonso Narciso Henao y Pulgarin, Josefa Manuel de Palafox, Íñigo Manrique de Lara, Pedro González de Mendoza, fray Gaspar de Villaverde, fray Alonso de Escobedo, fray Alonso de Molina, Miguel Fernández de la Cerda, doña Mencía Fajardo, San Juan de Ávila, Pedro Raxis, Pablo de Rojas, Bernabé de Gaviria, Bartolomé de Urbina, Cristóbal García de Segovia, fray Pedro y fray Rafael Rodríguez Mohedano, Antonio Cruzado, fray Juan Bautista de Ardales, Marta de Jesús, Miguel de Aguilar, Sor María de las Llagas, fray Antonio de Córdoba, fray Marcelo Ribadeneyra, fray Juan del Hierro, fray Jerónimo José de Cabra, fray Alonso de Pedraza, fray Julián Chumillas, fray Miguel Abellán, fray Diego López de Cogollludo, fray Bernardo de Lizana, fray Manuel María Truxillo, fray Diego Bravo, Sancha Carrillo, fray Diego de Córdoba y Salinas, fray Miguel Jerónimo Terrero, fray Juan Lasso de la Vega, Alonso de Salizanes, Juan Duárez de Santa Cruz, fray Luis Sotelo, fray Ingenuino de Brixen, Sor Ana de la Cruz Ribera, Josefa Mariana de Arévalo, Sor Joaquina María del Carmen Serrano y Talens, Fray Agustín Navarro, fray Juan de la Rosa, fray Diego José de Cádiz, fray Ambrosio de Valencina, fray Juan de la Puebla, fray Juan de Palma y fray Francisco de los Ángeles Quiñones.

Las limitaciones de esta voz no nos permiten descender a los particularismos, pero sí hacer un breve esbozo. Sevilla y Granada, y sus respectivas provincias, inicialmente la de Andalucía, y con posterioridad la Bética, la de Granada y la emblemática de los Ángeles, constituyen los polos en los que se encuentran las fuentes de los numerosos monasterios y conventos que las integraron. Los archivos de Loreto y Chipiona son indispensables en este objetivo, amén del Histórico Nacional. Otra fuente necesaria a nivel individualizado es la documentación notarial existente en los archivos locales y en los históricos provinciales, catedralicios y diocesanos. Y en cuanto a la bibliografía de referencia es imprescindible la consulta de Archivo Ibérico-Americano (A.I.A.) Revista franciscana de Estudios Históricos, hasta la fecha (2022) con 294 números publicados, y las Crónicas, y entre ellas la de Salvador Laín y Roxas (conventos observantes de la provincia de Granada), y la de los descalzos, editada por la Asociación Hispánica de Estudios Franciscanos y la Fundación Cultura y Misión en el año 2020.

En el reinado de los Reyes Católicos el franciscanismo andaluz, en los albores de la Edad Moderna, se debatía en torno a la supremacía y supervivencia de una de las dos ramas de franciscanos a la sazón, conventuales y observantes, dentro de la llamada Provincia de Andalucía o Bética. En el capítulo generalísimo de 1517, al socaire de la bula de León X Ite vos (o de la Unión), se impuso la observancia como única y legítima representante de la Orden, dejando al conventualismo en un régimen de progresiva extinción, lo que no se conseguirá hasta tiempos de Felipe II. Se debe a Cisneros la integración de las clarisas en la Observancia y el apoyo prestado a otra tendencia contemporánea surgida entonces, la de las franciscanas de la Concepción Francisca (futuras concepcionistas), promovida por santa Beatriz de Silva, mujer de noble familia hispano-portuguesa, dama de la reina madre de Isabel la Católica. Parte de los conventos andaluces de la Observancia, no obstante, se integrarán a posteriori en las provincias de los Ángeles, Cartagena y Granada, ésta nacida en 1583 con 38 conventos.

No menor proyección tendrá algún tiempo después la reforma alcantarina o de los descalzos que establecen sucesivas provincias en el territorio nacional, radicándose en Andalucía la de San Diego en 1620 con 21 conventos, y la de San Pedro de Alcántara desgajada de la de San Juan Bautista a partir de 1661 con 13 conventos. Particular relieve alcanza a partir del siglo XVI la rama capuchina, originada en Italia, e implantada en Andalucía en 1613, constituyéndose primero una Custodia en 1622 y con posterioridad una Provincia (1637) con 14 conventos.

Por su parte, la tercera orden regular masculina y femenina (T.O.R.) dejó en Andalucía desde fines de la Baja Edad Media muchos testimonios extraconventuales o asociativos en la mayor parte de las actuales provincias andaluzas, constituyéndose la de Andalucía a partir de 1606. “Cuando los valores que representaban -según Pérez González y Sánchez Herrero- dejaron de ser considerados válidos, pues la jerarquía eclesiástica comenzó a tomar medidas en relación a los colectivos de mujeres sueltas, las terceras, al igual que otros grupos similares, hubieron de elegir dos caminos: la integración en el marco institucional a través de la vía de la clausura en el convento de la Orden segunda franciscana; o continuar con las pautas existenciales por las que habían optado, habiendo de sufrir todo tipo de presiones por parte de la jerarquía eclesiástica”.

¿Qué conocimientos nos han reportado los recientes centenares de estudios franciscanos andaluces? Desde una perspectiva global, tal vez, el más importante sea haber determinado, a una escala menor, que el binomio Orden-Conventualidad tiene su correspondencia en los dos vectores en lid: Franciscanidad-Sociedad. Los regulares, frailes y monjas de las distintas ramas (sin obviar a las beatas), conventuales, observantes, clarisas, recoletos, descalzos, concepcionistas, terciarias, capuchinos y capuchinas, y otras minoritarias, como las darderas, en la época contemporánea, sin olvidar el Venerable Orden Tercero seglar, cuyos miembros estimulados y protegidos por sus fundadores o patronos ocupan su lugar y ejercen su influencia espiritual y sojuzgamiento colectivo o individual. Un blasón nobiliario o seráfico en una iglesia conventual, en la portada o en una capilla es el testimonio más evidente de este aserto. Los efectos políticos, religiosos, culturales, antropológicos, económicos y sociales son su consecuencia. El velo del consentimiento de las bases comunidad religiosa y comunidad civil se dirime a favor de la primera como un modo de poder hegemónico. Aunque más que de “poder” podríamos suscribir “autoridad”, que sublima el componente religioso y espiritual.

En conclusión: la perenne lección del franciscanismo andaluz estructurado en la Edad Moderna con sus respectivos órganos de gobierno y funciones forma parte de la fecunda Historia de Andalucía y de la Historia de la Iglesia, cuya memoria sigue viva espacial y socialmente.

 

Autor: Manuel Peláez del Rosal


 Bibliografía

ECHEVERRÍA ECHEVERRÍA, José Ángel,GRAÑA CID, María del Mar y ROJO ALIQUE, Francisco Javier, “Reformas y rupturas. La bula Ite vos (1517) y el franciscanismo hispánico”, en Archivo Ibero-Americano, 2019, pp. 288-289.

GIL ALBARRACÍN, Antonio, “Un cuarto de siglo promoviendo y difundiendo el estudio y la investigación del franciscanismo”, en San Francisco en el Arte y en la Literatura, Córdoba, Asociación Hispánica de Estudios Franciscanos, 2019, pp. 225-358.

GUADALUPE, Fray Andrés, Historia de la Santa Provincia de los Ángeles, 1662 (coord. Antolín Abad Pérez  e Introducción de Hermenegildo Zamora Jambrina), Madrid, Edit. Cisneros, 1994.

Historia de la provincia de Granada de los frailes menores de N.P.S. Francisco (transcripción e Introducción de Prudencio Leza Trillo), Jaén, Fundación Cultura y Misión Francisco de Asís, 2012.

MARTÍNEZ RUIZ, Enrique, “La Orden franciscana en España en la Edad Moderna”, en El Franciscanismo en la Península Ibérica. El viaje de San Francisco por la Península Ibérica y su legado (1214-2014), Córdoba, Ediciones El Almendro, 2010, pp. 81-109.

PELÁEZ DEL ROSAL, Manuel (dir.congr.), El franciscanismo en Andalucía. Conferencias de I Curso de Verano sobre El Franciscanismo en Andalucía, Córdoba, Obra Social y Cultural de CajaSur, Excma. Diputación Provincial de Córdoba, Academia de Cronistas de Ciudades de Andalucía, 1997.

PÉREZ GONZÁLEZ, Silvia María y SÁNCHEZ HERRERO, José, “Los miembros femeninos de la tercera orden franciscana en Andalucía a finales de la Edad Media”, en Hispania Sacra, LXXII, 145, 2020, pp. 25-38.

SÁNCHEZ FUERTES, Cayetano y ABAD PÉREZ, Antolín, “La descalcez franciscana en España, Hispanoamérica y Extremo Oriente: síntesis histórica, geográfica y bibliográfica”, en Archivo Ibero-Americano, 234, 1999, pp. 457-788.

VILLEGAS RUIZ, Manuel, Crónica de la Provincia Franciscana de San Pedro de Alcántara (Historia de los conventos franciscanos descalzos de la provincia de San Pedro de Alcántara, según un texto latino del siglo XVIII, con la col. de Emilia Fernández Torralba, Córdoba, 2020.

Visual Portfolio, Posts & Image Gallery para WordPress