Al calor de la puesta en marcha de reales fábricas y manufacturas privilegiadas, durante el reinado de Fernando VI un grupo de comerciantes gaditanos concibió la idea de levantar en El Puerto de Santa María un gran centro fabril destinado a la elaboración de papel, producto escaso en España y América que había de ser importado de centros productores franceses y genoveses.

Con tal finalidad, el 16 de junio de 1751 quedaba constituida Cossío, Arco y Cía de fábricas de papel por parte de Antonio García Cossío, Lorenzo del Arco, Manuel de Alonso Salinas y Pedro de la Condamina, vecinos y comerciantes de la ciudad de Cádiz, y Luis Armelín, vecino de El Puerto y director técnico de la fábrica.

El contrato estipulaba la construcción inmediata de seis molinos de papel en el pago de la Piedad, a media legua de distancia de El Puerto, paraje que contaba con abundantes nacimientos de agua, elemento esencial para esta industria. Éste se contemplaba como el primer paso para la construcción de un vasto complejo papelero que comprendería en una segunda fase con cuarenta molinos, y hasta cien o doscientos en fases sucesivas, en el mismo lugar o en términos de Jerez, cuya producción se destinaría al mercado español y al americano.

Armelín, valenciano de origen, era un hombre de “gran viveza y notoria habilidad en matemáticas y especialmente en lo que respecta a la maquinaria”. Ya contaba anteriormente con dos molinos de papel de su propiedad en la portuense calle de la Chanca. Recibiría de la compañía cuatro mil pesos por cada molino que construyera, de acuerdo con un plan y un diseño previos. La compañía preveía el reclutamiento de fabricantes de papel franceses y genoveses de reputada habilidad, además de otros españoles. También preveía la posibilidad de transformarse en una sociedad anónima por acciones.

En 1752 la construcción de molinos y batanes para la fabricación de papel blanco y de estraza había comenzado. Sin embargo, este grandioso proyecto quedaría frustrado, cuando los socios fundadores habían invertido ya más de treinta mil pesos. La causa fue, al parecer, los elevados desembolsos que la fábrica exigía a sus promotores. Aunque se incorporaron dos nuevos socios, Francisco Javier del Arco, oidor decano de la Casa de la Contratación, y Antonio Sánchez de Celis, comerciante gaditano, quienes aportaron nuevos capitales, el proyecto no fue concluido. Entró así en vía muerta uno de los más ambiciosos proyectos industriales registrados en la Bahía de Cádiz en el siglo XVIII, justamente cuando la zona atravesaba una de las mejores coyunturas económicas de su historia.

En la Actas Capitulares de Cádiz consta también una autorización dada en 1773 a Manuel de Reyes y José Benítez para establecer una fábrica de papel de estraza.

 

Autor: Juan José Iglesias Rodríguez


Bibliografía

IGLESIAS RODRÍGUEZ, Juan José, Una ciudad mercantil en el siglo XVIII: El Puerto de Santa María, Sevilla, Muñoz Moya y Montraveta editores, 1991.

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