La política de expansión atlántica de los Reyes Católicos tropezaba con el inconveniente de que la práctica totalidad del arco costero bajoandaluz se encontraba profundamente señorializado. La conquista de esta área en la segunda mitad del siglo XIII había determinado la aparición de una nueva frontera marítima en la que se impuso la vieja lógica fronteriza señorial. Como resultado, la Corona no disponía de bases operativas litorales bajo su directa jurisdicción, excepto una pequeña porción de costa en el interior de la bahía gaditana perteneciente al municipio de Jerez de la Frontera. Allí decidieron fundar los monarcas en 1483 un nuevo puerto, destinado a ser la base realenga de las operaciones desplegadas en el norte de África, fundamentalmente el corso y las razzias costeras, que representaban una lucrativa fuente de ingresos fiscales a través del quinto real o quinto de presas de moros. La coincidencia de la fundación con el inicio de la guerra de Granada y con la conquista de las Canarias representó un aliciente añadido para hacerla finalmente efectiva, sin perder de vista que, por otro lado, la iniciativa entroncaba directamente con la política repobladora castellana del siglo XV en Andalucía.

La expansión por el norte de África constituyó uno de los principales ejes de la política de los Reyes Católicos. En realidad, la conquista del emirato nazarí de Granada no era considerada como un fin último. Resultaba un claro propósito como medio de progresar hacia el objetivo de unificar el espacio peninsular y un útil instrumento para canalizar las energías internas del país hacia una empresa de carácter exterior, después de la guerra civil que había operado como conflictivo pórtico del reinado. Pero en la mente de los monarcas estaba también la continuación de la lucha contra el islam en el norte África y su mirada alcanzaba, incluso, a los Santos Lugares.

El litoral bajoandaluz constituía la base natural de la política africana de los Reyes Católicos. Sin embargo, se trataba de un área profundamente señorializada, como consecuencia del proceso histórico abierto tras la conquista de la región a los musulmanes en los siglos XIII y XIV. En efecto, la costa onubense y gaditana estaba bajo el dominio de grandes señores nobiliarios y la Corona no contaba apenas en ella con puntos bajo su control directo. El principal de aquellos linajes era la Casa de Guzmán, que extendía su señorío por el condado de Niebla, Sanlúcar de Barrameda, Chiclana, Conil y Vejer. Los Ponce de León, rivales de los Guzmán, eran señores de Cádiz y Rota. El Puerto de Santa María, concedido en primera instancia al almirante genovés Benedetto Zaccaria, pasó luego a manos de la familia de la Cerda. Y, finalmente, los Enríquez de Ribera enseñoreaban Tarifa. Sólo el mencionado rincón de la bahía gaditana pertenecía a los términos de Jerez de la Frontera, poderoso municipio de realengo.

Estos influyentes señores jurisdiccionales obtenían pingües beneficios de las rentas impuestas sobre las actividades marítimas de sus dominios, especialmente la pesca y el comercio. También fue frecuente su participación directa o como patrocinadores de las expediciones de saqueo y conquista en Berbería. La pesca litoral y de altura constituía una fuente de riqueza para estas poblaciones. Los Guzmán, duques de Medina Sidonia, explotaban directamente las almadrabas atuneras de Zahara y Conil. También disfrutaban de diversos impuestos sobre la actividad pesquera de las poblaciones bajo su jurisdicción. A principios del siglo XVI tales exacciones rentaban a la hacienda ducal de Medina Sidonia 457.000 maravedís en Huelva, 120.000 en Sanlúcar y 70.000 en San Juan del Puerto. Del interés del duque de Medina Sidonia por el norte de África, por lo demás, da perfecta idea que tomara la iniciativa, coronada por el éxito, de conquistar Melilla en 1497.

Los duques de Medinaceli, señores de El Puerto de Santa María, obtenían también jugosos beneficios de la pesca y el comercio practicados en su villa, a la sazón la más importante por número de habitantes del litoral atlántico andaluz. Los numerosos pescadores portuenses acostumbraban a frecuentar los caladeros norteafricanos de Anasal y el cabo de Aguer, proporcionando a la hacienda ducal de Medinaceli unos beneficios próximos al millón de maravedís anuales por la vía de los impuestos señoriales. El Puerto fue también, además de base pesquera, un importante centro de comercio y punto de partida para las operaciones llamadas “de barrajar” o incursiones de saqueo por tierra de moros.

La importancia estratégica de la costa andaluza de cara a la política atlántica de la Corona no ofrece dudas, pero la situación jurisdiccional de sus puertos no se correspondía a fines del siglo XV con las circunstancias históricas con las que aquella se enfrentaba. La monarquía necesitaba enclaves portuarios de realengo en el litoral. Para conseguirlos se lanzó a una estrategia de recuperación frente al poder señorial, aprovechando a fondo las fisuras que este presentaba y sacando amplio partido de la coyuntura. De esta forma, Palos pasó a la Corona en 1492. Cádiz le siguió en 1493 y Gibraltar, finalmente, en 1502. Estos hechos guardan directa relación con los primeros intentos de Castilla en el norte de África, el final de la conquista de Granada y Canarias y la firma del tratado de Tordesillas en 1494.           

Algunos años antes, en 1481, el marqués de Cádiz protagonizó un intento de usurpar, al otro lado de la bahía gaditana, territorios de realengo pertenecientes a Jerez de la Frontera. En efecto, don Rodrigo Ponce de León repartió lotes de tierras entre vecinos de Cádiz en los términos de Jerez sobre los que luego se fundaría Puerto Real, “desde la fuente de la Figuera fasta la Argamasilla, fasta la torre de Gonzalo Díaz, pasada la torre dos tiros de bombarda”, siguiendo en cuadro “contía de media legua la vía de Xerez, del norte fasta un cerro alto que dixo se llama la cabeza del Griego”. Los monarcas castellanos, aprovechando estos intentos de expansión del marqués de Cádiz y el subsiguiente pleito suscitado con Jerez de la Frontera, resolvieron, a modo de solución salomónica, la fundación de un nuevo puerto, llamado a suplir la carencia de un enclave costero de realengo en la zona y, por tanto, destinado a desempeñar un papel de importancia en la estrategia atlántica de la Corona. Según Béatrice Perez,

La création de Puerto Real (…) devait justement pallier les déficiences de la présence royale face à la domination aristocratique et calmer, de la sorte, les turbulences qui agitaient Jerez. Elle répondait surtout au besoin d’ouvrir le commerce de Jerez sur les horizons très prospères de «l’Atlantique méditerranéen» (les Canaries, la Berbérie et les régions subsahariennes) ou, selon le mot de Fernand Braudel, «cet océan à l’école de la Méditerranée».

El posterior desarrollo de los acontecimientos limitó el papel de Puerto Real (que, de acuerdo con su origen, así se llamó la fundación) en las grandes empresas oceánicas de la monarquía, pero del hecho de que en la mente de los reyes estaba servirse de este puerto como enclave para aquéllas no cabe apenas duda. El nacimiento de Puerto Real, por lo tanto, se inscribe en un contexto histórico complejo como importante punto de referencia del ambicioso proyecto político atlántico de los Reyes Católicos.

 

Autor: Juan José Iglesias Rodríguez


Bibliografía

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IGLESIAS RODRÍGUEZ, Juan José, “La fundación de Puerto Real en el contexto de la política atlántica de los Reyes Católicos (1483-1496)”, en SERRANO MARTÍN, Eliseo y GASCÓN PÉREZ, Jesús (coord.), Poder, sociedad, religión y tolerancia en el mundo hispánico: de Fernando el Católico al siglo XVIII, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2018, vol. 2, pp. 377-394.

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