“El mejor chocolate, exceptuando el de las Indias, se hace en Sevilla”. Esta anotación pertenece al libro de recetas de Ann Fanshawe, una noble inglesa que visitó Andalucía en los años cincuenta y sesenta del siglo XVII. Lady Ann y su marido, embajador de Inglaterra en España, visitaron Sevilla en abril de 1664. Fue en esa ciudad donde el matrimonio pudo degustar (en opinión de Ann Fanshawe), “el mejor chocolate de España”. Según anota esta noble inglesa en sus memorias, el cónsul de Sevilla les agasajó con una “gran cantidad de chocolate” y les regaló una chocolatera de plata, doce tazas y dos mancerinas para que pudieran degustarlo con la dignidad que el producto requería. Ann Fanshawe tenía razones para considerar el chocolate sevillano como el mejor de la península.

A Sevilla llegaron los primeros granos de cacao entre 1521 (fecha de la conquista de Méjico) y 1532, año en el cual se documenta el arribo de cacao al convento de los Terceros Franciscanos de la ciudad. Aunque la primera taza de chocolate de España parece que se degustó en el Monasterio de Piedra (Aragón, 1534), el cacao que se utilizó para su elaboración arribó a tierras aragonesas desde Sevilla. A aquella ciudad, Fray Jerónimo Aguilar, acompañante de Hernán Cortés, mandó cacao y una receta para la elaboración de chocolate.

Como señala Pozo Felguera, la llegada a Andalucía del matrimonio formado por la accitana Francisca de la Cueva y el nieto de Moctezuma II, Diego Luis Moctezuma Ilhuitltemoctzin, impulsó el consumo entre las familias nobles del sur de España. En el año 1588, Diego Luis y Francisca enviaron a Nueva España a Hernando de la Isla, oriundo de Guadix, con el cometido de gestionar su patrimonio en Méjico y de enviarles puntualmente cacao. Los sirvientes del matrimonio eran en su mayoría mexicas conocedores de los misterios de la elaboración del chocolate.

Francisca de la Cueva y su marido se instalaron primero en Sevilla, ciudad que tuvo el honor de publicar el primer libro en el que aparece la palabra “chocolate”. Se trata de la obra del jesuita José de Acosta, publicada en la imprenta sevillana de Juan de León en 1590. En su Historia natural y moral de las Indias, Acosta escribe lo siguiente (capítulo 22): “El principal beneficio de este cacao es un brebaje que hacen, que se llama chocolate, que es cosa loca que en aquella le precian”.

El nieto de Moctezuma y su mujer vivieron en diferentes ciudades: Sevilla, Guadix, Madrid y Valladolid fueron algunos de sus lugares de residencia. El chocolate no faltaría en los agasajos ofrecidos a las visitas. Tras quedarse viuda en 1606, Francisca y sus cinco hijos se retiraron a Guadix y La Peza, donde no renunciaron a su costumbre de tomar chocolate. A la muerte de doña Francisca en 1627, la nobleza granadina ya conocía con creces la exótica bebida.

Como toda novedad proveniente del Nuevo Mundo, pronto surgieron las dudas acerca de sus beneficios. Según María de los Ángeles Pérez Samper, una de las primeras obras que cuestionó las bondades del chocolate fue escrita por Juan de Cárdenas, un médico de Constantina (Sevilla), afincado en Nueva España. Su obra Del chocolate: qué provecho hace y si es bebida saludable o no, fue publicada en Méjico en 1609 y, en ella, Cárdenas se decantó a favor de esta bebida, coincidiendo así con la opinión de otro médico, Francisco Hernández, que dieciocho años antes había publicado Problemas y secretos maravillosos de las Indias. Hernández, que había pasado su juventud recopilando plantas medicinales por Andalucía, recomendaba tomar chocolate en la merienda o en ayunas.

La polémica pronto se trasladó de Méjico a Andalucía, donde en la primera mitad del siglo XVII se multiplicó la publicación de tratados sobre el chocolate. Los médicos andaluces se involucraron de forma vehemente en la defensa o denostación de tan preciada bebida: en 1618, Bartolomé Marradón, un médico de Marchena que había visitado Nueva España a finales del siglo XVI, publicó en Sevilla: Diálogo del uso del tabaco, los daños y provechos que el tiempo y experiencia han descubierto de sus efectos y del chocolate, y otras bebidas que en estos tiempos se usan. En 1625, Santiago de Valverde Turices, médico sevillano, llevó a la imprenta su obra: Un discurso del chocolate, y apenas unos años después, en 1631, el cirujano de Écija Antonio Colmenero Ledesma escribió el Curioso tratado de la naturaleza y calidad del chocolate, que apareció publicado en Madrid.

La fama del chocolate de Sevilla llegó a Italia a finales del siglo XVII, tal y como demuestra el poema de Federigo Nomi, escrito en 1684:

Composto di cacao e vainiglia

Con un pochetto d’ambra per odore,

E così fa venirsi di Siviglia

In pani, indi riducesi a liquore;

Con zucchero fino ed acqua io lo dibatto

E meno finché spuma, e allora è fatto.

En la Andalucía del siglo XVIII, el chocolate siguió siendo una bebida aristocrática que sólo estaba al alcance de la nobleza y el alto clero. Nobles y clérigos incluso se juntaban para tomar chocolate. Un ejemplo de esta degustación conjunta lo encontramos en Granada: Gabriel Pozo Felguera ha señalado que el marqués de la Ensenada, que cumplía un destierro en la ciudad de la Alhambra, acudía con frecuencia al “salón del chocolate” del arzobispo Onésimo de Salamanca. Los tres años que duró su estancia en Granada, de 1754 a 1757, Ensenada no dejó de visitar el palacio arzobispal para conversar con las altas jerarquías eclesiásticas en torno a una humeante taza de chocolate.

Fue también en tierras granadinas, concretamente en Loja, donde Pozo Felguera documenta una primitiva fábrica de chocolate: una “siembra de chocolate” (como aparece denominada en la documentación) que fundó el III marqués de Algarinejo en 1736. Sin embargo, las primeras fábricas industriales no aparecieron en Andalucía hasta principios del siglo XIX: es la ciudad de Málaga la que tiene el honor de registrar la primera fábrica de chocolate con máquina de vapor. Hasta entonces, los granos de cacao se trituraban “a brazos” y no con maquinaria. Esta fábrica mecanizada se inauguró en 1836 y recibió el nombre de “La Riojana”.

Lady Fanshawe, la noble inglesa que visitó Sevilla en 1664, se llevó una receta de chocolate a Inglaterra. Quizás allí, alabaría el chocolate sevillano y presumiría de haberlo probado in situ. En Andalucía, monjes, médicos, mujeres y hombres de la nobleza, contribuyeron a la elaboración y producción del chocolate. La historia de este producto universal, no se entiende sin la pionera labor de difusión realizada por las élites andaluzas, y por los viajeros que pasaron por Andalucía a lo largo de la Edad Moderna.

 

Autora: Laura Oliván Santaliestra


Fuentes

FANSHAWE, Anne, Recetario, 1651-1707. En Welcome Institute for the History of Medicine, ms. 7113. Disponible en línea.

DE ACOSTA, José, “Capítulo XXII: Del cacao y de la coca”, en Historia natural y moral de las Indias, Sevilla, 1590. En Biblioteca Virtual de Cervantes. Disponible en línea.

Bibliografía

BERNARDI, Walter, “La Cioccolata del Granduca. Il dibattito su “nettare messicano” nella Toscana del Seicento”, en Cioccolata. Squisita gentilezza, Florencia, Vallechi, 2005, pp. 17-37.

LOFTIS, John (ed.), The Memoirs of Anne, Lady Halkett and Ann, Lady Fanshawe, Oxford, Clarendon Press, 1979.

MOISÉS, ingeniero de alimentos, “Cuál es el origen de la palabra chocolate”, en El sabor artesanal, 2021. Disponible en línea.

PÉREZ SAMPER, María de los Ángeles, Comer y beber: una historia de la alimentación en España, Madrid, Cátedra, 2019.

POZO FELGUERA, Gabriel, Granada, pionera y potencia histórica en el arte del chocolate”, en El independiente de Granada, 2018. Disponible en línea.

Redacción de La Vanguardia, “Experto destaca que Málaga tuvo la primera fábrica de chocolate de España”, La Vanguardia, 2014. Disponible en línea.

SÁNCHEZ GÓMEZ, Julio, Juan de Cárdenas. Real Academia de la Historia. Disponible en línea.

Visual Portfolio, Posts & Image Gallery para WordPress