Las columnas honoríficas, conmemorativas, de triunfo, o triunfos a secas, son unas manifestaciones artísticas y testimoniales con un trasfondo cultural y devocional de gran riqueza y complejidad. Con unos inicios en la cultura griega, es en el Imperio Romano y Bizantino cuando alcanzan su mayor monumentalidad y repercusión, con un carácter esencialmente político. A finales del Renacimiento y, sobre todo, en el periodo Barroco, se van a prodigar estos monumentos con un carácter apotropaico (protector), en Italia y Centroeuropa (Alemania, Austria, República Checa y Eslovaquia, principalmente), algunos magníficos por su originalidad y riqueza plástica. Sirva de ejemplo excepcional el triunfo de Olomouc (República Checa), declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. En España, de Despeñaperros para arriba, estos monumentos apenas tuvieron repercusión hasta los siglos XIX y XX. Sin embargo, en Andalucía, desde el siglo XVII, sobre todo en el XVIII y aún hoy, se levantaron y se siguen realizando triunfos a diferente escala y diversidad temática. La mayoría son de carácter religioso, fundamentalmente de la Virgen María y en especial de su Concepción Inmaculada, pero también los hay dedicados a algunos santos; como el caso de San Rafael en Córdoba. En el siglo XIX se introducen nuevos temas, como personajes ilustres, conmemoraciones históricas, y ya en el XX, se enriquecen con nuevas devociones locales, al Sagrado Corazón, y otros dedicados a personajes populares, tradiciones andaluzas, etc. La mayoría de los triunfos andaluces del Barroco son consecuencia de las teorías emanadas de la Contrarreforma, que intentan convertir las poblaciones en espacios de representación sacralizada. Así, las calles, plazas o lugares singulares se llenan de altares, cruces, capillas y, en menor medida, de estos triunfos como testimonios devocionales o conmemorativos. Su presencia remite a iniciativas institucionales o populares, cultos y creencias de un alto contenido ideológico y social, teniendo, en muchos casos, una clara implicación en el desarrollo urbano; en otros, han sido el foco generador de nuevos barrios o ensanches.

Las primeras columnas honoríficas de importancia, conservadas en la actualidad, son las de Hércules y Julio César, fundadores legendarios de la ciudad, con esculturas de Diego de Pesquera, levantadas en 1574 en la Alameda de Hércules de Sevilla. Luego seguirán otros ejemplos de columnas o monumentos conmemorativos en parques y alamedas (Málaga, Écija, Granada, Jerez…) y ha sido algo común y extendido por todo el mundo. Sin embargo, la motivación o sentido de estas columnas, de tradición clásica humanística, no tienen relación con las de carácter votivo religioso del Barroco.

Andalucía, la tierra de la Virgen María, puede considerarse la región de España con más triunfos erigidos en su honor, habiendo de advertir que son muchos los conservados y bastantes más los desaparecidos, los reformados o los recompuestos en lugares diferentes a los iniciales. Es en Granada, al parecer, donde se levantó el primer triunfo dedicado a la Inmaculada Concepción, actualmente en la plaza y jardines del mismo nombre. Según los textos de la época se inspiró en las “agujas” imperiales romanas ya que, al colocar en ellas las esculturas de San Pedro (1587) y San Pablo (1589), el modelo quedó cristianizado, sin importar la motivación y temática pagana original. La iniciativa partió del Cabildo-Ayuntamiento de Granada como refrendo del juramento público de la ciudad, en 1618, de defender el Inmaculismo, es decir, que María nació libre de pecado. Coincide este juramento con otros muchos habidos en distintas ciudades españolas y europeas de su tiempo. Diseñado por Francisco de Potes y realizado, con interesantes novedades, por Alonso de Mena, de 1626 a 1634, es una obra altamente original, tanto por su hibridación morfológica (pedestales, urnas, esculturas, reliquias, el bello fuste con los emblemas lauretanos en relieve y toda ella policromada), como por la fusión de intereses religiosos, políticos y la inclusión de los mártires sacromontanos, entonces en plena ebullición pietista.

Secuela del anterior, se erigió otro triunfo más modesto, en 1738, delante de las cuevas del Sacromonte, coronado por la Inmaculada franciscana (con el Niño en sus brazos). Como el anterior, ostenta una reliquia sobre su pecho, y su realización se atribuye al escultor Pedro Valero. Original por su temática, también en Granada y mucho más tardío, es el monumento-columna homenaje al actor Isidoro Máiquez, de 1839. El ciclo de los triunfos marianos, después del granadino, se continúa con el de Baeza, en el que se apuesta por el modelo de columna-fuente, de 1663 y reforma del XVIII, y el de Antequera, de 1697-1705, con estructura claramente influenciada por la columna granadina.

Especial es el caso de los triunfos de Córdoba dedicados a San Rafael, patrón de la ciudad. Desde el espectacular de Verdiguier y otros artistas, levantado tras la mezquita-catedral, hasta el más sencillo y moderno de hierro, de 2014, son muchas las placetas, rincones cordobeses y algunos de sus pueblos (Baena, Castro del Río, Villafranca, Iznájar), las que muestran estos triunfos hasta constituir un fenómeno de devoción popular de alta significación. La mayoría son del siglo XVIII o posteriores y tuvieron inicialmente un sentido profiláctico o apotropaico (protector contra la peste y otras desgracias), como lo tuvieron muchos de los triunfos centroeuropeos. En la misma provincia de Córdoba, hay otros triunfos dedicados a la Inmaculada, como el de Aguilar de la Frontera, delante de la iglesia de Nuestra Señora del Soterraño (1857) y en El Carpio. En Palma del Río hay uno dedicado a la Virgen de Belén y el de Fernán Núñez, por su parte, a Santa Marina, de 1816-1842 y restaurado recientemente.

La ciudad de Cádiz cuenta con un magnífico elenco de triunfos, sencillos de traza y algunos recompuestos, pero variados en sus formas y advocaciones. El primero en el tiempo es el Triunfo de la Inmaculada actualmente en la plaza de Filipinas, de 1695, que tuvo en su tiempo un cercado de mármol con esculturas y la Virgen era, igual que en Granada, un relicario. Fue levantado a iniciativa de los capuchinos, con diseño del genovés Andrea Andreoli y ejecución posible de Stefano Frugone. El de San Francisco Javier, de 1733, aunque reconstruido y mutilado. El más elegante, pese a su pequeñez, y merecedor de un enclave algo más airoso, es el Triunfo de la Virgen del Rosario, obra de Torcuato Cayón, Gonzalo Pomar y Jácome Baccaro, de 1756-1761, levantado con motivo del terremoto de Lisboa. Completan el elenco los Triunfos de los santos Germán y Servando, de Puerta Tierra, y los más modernos de la Constitución de 1812, monumental composición de Modesto López y Aniceto Arias, de 1912; y el de Claudio López Bru, del Marqués de Comillas, de 1922. Hasta en el Bajo de Poniente hay una baliza en el mar que gaviotas y cormoranes utilizan como apeadero. Cerca de Cádiz, en el Puerto de Santa María, tenemos varios triunfos: Sagrado Corazón en las bodegas Terry y en la plaza de los Jazmines, de 1927; de la Inmaculada en la Plaza de España; Virgen de Carmen en la desembocadura del Guadalete. En Jerez el dedicado a la Asunción, de 1952, con diseño historicista y ejecución de Fernando de la Cuadra e Irízar y Juan Luis Vasallo Parodi. De carácter histórico es el Monumento de los Descubridores de La Rábida, obra de 1892, diseñado por Velázquez Bosco y esculturas de Mélida, restaurado recientemente.

En Almería, el más representativo es el de los Mártires de la Libertad, llamado popularmente «de los Coloraos», de corte político y relativo a una de las muchas de las asonadas del siglo XIX. Destruido en 1943 y reconstruido en 1987, destaca por el blanquísimo mármol de Macael con el que está labrado. Otra modesta columna, dedicada a la Inmaculada, hay delante de la iglesia de San Sebastián. Por su parte, Jaén cuenta, entre otros menores, con el Monumento a las Batallas de Jaén, en conmemoración de las Navas de Tolosa y la de Bailén, obra del escultor jiennense Jacinto Higueras, inaugurado en 1912. En Málaga, hubo un intento en el siglo XIX de levantar uno a la Inmaculada y quedan restos en el cementerio de otro modesto levantado por los franciscanos alcantarinos. Al final, lo más representativo que queda en este género es el obelisco dedicado a Torrijos y sus compañeros, de 1842.

Llegamos a Sevilla, ciudad con muy sonadas devociones marianas y aquí, enfrentados en la plaza que lleva el nombre del Triunfo, tenemos dos monumentos señeros. El primero es el Triunfo de la Virgen del Patrocinio, de José Tomás Zambrano, realizado en 1757, también por librarse la ciudad del terremoto de Lisboa. El precioso remate en forma de urna que acoge la imagen pequeñita de la Virgen ha inspirado otros varios (Puerto Santa María, Moguer, etc.). Enfrente, en 1918, se colocó otro de la Inmaculada Concepción con las efigies de cuatro personajes defensores del dogma, mientras que para la imagen virginal, el escultor Lorenzo Collaut Valera, tomó como modelo la Inmaculada del Prado del pintor Murillo. Otro diversos triunfos de morfologías diversas se reparten por la ciudad: el de Miguel de Mañara; uno pequeñito en Triana de la Virgen del Rocío; el Monumento a Cristóbal Colón de los jardines de Murillo, de Juan Talavera y Heredia, de 1917-1921; o el dedicado a Juan Sebastián Elcano, obra de Antonio Cano Correa, de 1973, con curiosa representación de destacados personajes de la cultura sevillana. En la provincia de Sevilla, de los antiguos, destacan los dos de Écija. El Monumento de la Virgen del Valle, de estructura piramidal y abigarrado ornato, de 1766, y el Triunfo de San Pablo, de 1772, con un templete o capillita como base. Uno reciente, del tipo de doble columna, está dedicado a Hércules y la cultura andaluza.

Aunque pueda parecer paradójico, en el siglo XX y aún en las últimas décadas, el fenómeno parece realimentarse y surgen triunfos por numerosos rincones de Andalucía. En especial proliferan los dedicados a Vírgenes locales, fenómeno ligado a las hermandades y devociones populares. Por citar algunos, la Virgen del Rocío (Almonte), de las Mercedes (Bollullos), Virgen de Montemayor (Moguer), la Virgen de Valme (Dos Hermanas); Virgen del Águila (Alcalá de Guadaira). En Huelva capital, en 2003 se levantó uno dedicado a la Virgen de la Cinta y un año más tarde otro dedicado a la Inmaculada. Sin espacio para más, al menos mencionaremos algunas otras poblaciones con triunfos marianos recientes de diferentes advocaciones, que podemos encontrar en plazas, cruces de caminos o rotondas: Algeciras, Alcalá de Guadaira, Morón, Lepe-La Antilla, Almonte, Cañete la Real, Rota, Almería, etc. Uno reciente y original es el de Baena, dedicado al tamborilero o Judío. También como fenómeno del siglo XX, resaltar los numerosos dedicados al Sagrado Corazón de Jesús, empezando por el monumental de San Juan de Aznalfarache, de 1942, y más moderado el del Sagrado Corazón de María, de 1944. Otros en Tarifa, Bollullos (Huelva), Guarromán (Jaén), Olvera y Rota (Cádiz), Priego, El Carpio y el de las ermitas (Córdoba), o los ya mencionados anteriormente del Puerto de Santa María; y no son todos.

Para terminar citaré tres, más o menos recientes, que yo denominaría de la “Andalucía cañí” a cual más variopinto, sin poder entrar aquí en su casuística serían: el dedicado al Turismo de Torremolinos; el dedicado al Progreso del Puerto Banús (Marbella); y el de Fuengirola, dedicado a San Rafael, últimamente capitidisminuido y trasladado de sitio, que presenta la “sutileza” de que el rostro del arcángel es el del promotor cordobés Rafael Gómez «Sandokán».

 

Autor: José Manuel Gómez-Moreno Calera


Bibliografía

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