“El Barroco fue, sin duda, uno de los períodos de mayor trascendencia para la constitución de los que aún es hoy la imagen y estructura de la ciudad y la cultura andaluza” (Bonet Correa, 1986: 152)
La Arquitectura del Barroco Andaluz es producto de una sociedad en crisis al servicio del poder de la corona y la Iglesia luchando contra los paradigmas de la reforma protestante. En Andalucía estuvo vigente durante dos siglos, es decir, desde comienzos del s. XVII hasta finales del s. XVIII y, a pesar de que existen multitud de manifestaciones locales a partir del estilo barroco, tanto en esta región como en el panorama nacional, observamos una serie de características esenciales. En primer lugar, el sentido escenográfico de la arquitectura, tal y como se observa en La iglesia de San Justo y Pastor en Granada o en las torres dispuestas por todas las provincias. Prueba de ello son las modificaciones efectuadas sobre La Giralda en Sevilla, o las torres de Écija y Antequera que, de diversa morfología y elementos decorativos, reivindican su presencia en la ciudad. En segundo lugar, el fuerte sentido del movimiento repleto de energía y tensión, tanto en planta como en alzado, interior y exteriormente, y que se presenta claramente en obras de carácter religioso como La Cartuja de Granada o La iglesia de San Luis de Los Franceses en Sevilla, arquitectura en las que también podemos destacar la seducción por la profusión decorativa en ella. La cuarta característica esencial a tener en cuenta, y relacionada con la anterior, es el hecho de que las artes plásticas conforman un todo con la arquitectura siendo ejemplo de ello espacios como el interior de La iglesia de Santa María la Blanca en Sevilla.
El Barroco permea en la sociedad andaluza debido a que se implementa en sociedades jerarquizadas y se plantea como un arte cercano y comprensible por la sociedad frente al gusto del Renacimiento. Generalmente en lo arquitectónico este estilo se divide en tres etapas: El Protobarroco; el Barroco pleno; y el Barroco tardío. El Protobarroco se enmarca en la primera mitad del s. XVII. Se muestra en las portadas de las iglesias por las innovaciones ornamentales y alteraciones, en las incipientes proyecciones conventuales y en el planteamiento de los primeros camarines. El Barroco Pleno se desarrolla en la segunda mitad del s. XVII y primera mitad del s. XVIII. Es el momento de mayor auge del estilo dando lugar a la intervención en las Catedrales de Granada o Jaén, en múltiples iglesias como la de San Bartolomé en Sevilla y su entrada en la arquitectura civil. El Barroco tardío convive con la entrada del Neoclasicismo en la segunda mitad del siglo XVIII y se diluye por la primacía del segundo y la fuerza de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Muestra una profusión ornamental en relación con el desarrollo del Rococó y el gusto borbónico, siendo ejemplo de ello la fachada del Castillo-Cuartel de Bibataubín en Granada o el Palacio de Nájera en Antequera.
En este período destacan las producciones de carácter religioso. Se trabaja en las iglesias, con su decoración en el interior y los proyectos en sus fachadas, pues muchas de ellas habían sido construidas con anterioridad, pero también con la construcción ex novo de templos de planta de salón como se observa mayormente en Sevilla, planta basilical de tres naves, de cruz latina o de planta centrada, esta última elegida por la Compañía de Jesús para sus construcciones, sirviendo como muestra la de San Hermenegildo de Sevilla de planta elíptica. Además, debemos reseñar la construcción de camarines con una configuración barroca y una detallada decoración en la misma línea, pudiendo presentarse como ejemplo el Camarín de la Virgen del Rosario en La iglesia de Santo Domingo de Granada.
También, y como señala Antonio Bonet Correa, debemos referir las transformaciones de los sagrarios y en las capillas de enterramiento como la Cripta del Santuario de la Virgen de la Victoria en Málaga, así como la multiplicación de los espacios conventuales siendo ejemplo de ello ciudades como Antequera. Y, de igual modo, la arquitectura efímera que modificaba con una estética barroca las ciudades en diversos momentos del año, sirviendo de muestra las alteraciones de la Plaza Bib-Rambla de Granada durante la celebración del Corpus Christi.
En lo que respecta a la arquitectura civil cabe precisar que el número de obras es inferior a la religiosa, pero encontramos ejemplos en todas las provincias destinadas a demostrar poder y prestigio a partir del gusto de la época como el Palacio de los vizcondes del Castillo de Almansa en Almería, la Casa del Almirante en Cádiz, el Hospital de los Agudo en Córdoba, el Palacio Arzobispal de Granada, el Antiguo Hospital de San Juan de Dios en Jaén, el Palacio Episcopal de Málaga, la Casa Consistorial de Moguer o el Palacio de San Telmo en Sevilla.
De igual modo la arquitectura utiliza, de un lado, la piedra como material principal, fundamentalmente en Córdoba gracias a la extracción de las canteras de la Sierra de Cabra como ha estudiado Yolanda Olmedo, y de otro, el ladrillo en Sevilla o Málaga, pero del mismo modo se dan técnicas tradicionales como un aparejo sencillo revestido en yeso y carpintería de lo blanco.
Otro punto reseñable es la presencia de la arquitectura industrial y la arquitectura militar. En ambos casos destaca la figura de Ignacio Sala quien, durante el siglo XVIII proyectó las Puertas de Mar de Cádiz y realizó los primeros planos de la Fábrica de Tabacos de Sevilla.
En lo que respecta a los arquitectos no podemos pasar por alto los trabajos realizados por Alonso Cano con la proyección de la fachada de la Catedral de Granada, Francisco Hurtado Izquierdo, maestro mayor de la Mezquita-catedral de Córdoba y de la Catedral de Granada que trabaja tanto en esta ciudad como en la provincia de Córdoba o Leonardo de Figueroa quien desarrolla su producción fundamentalmente en Sevilla con obras como La iglesia de San Luis de los Franceses o el Palacio de San Telmo.
Es tanta la presencia de este estilo en la región que, en pleno siglo XXI, podemos seguir señalando que Andalucía continúa destacando como espacio de primacía del Barroco no sólo por la continuidad de su arquitectura sino por la permanencia del resto de manifestaciones culturales.
Autora: Julia García González
Bibliografía
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