Uno de los acontecimientos urbanos más sobresalientes del reinado de Carlos III, y de todo el siglo XVIII en general, es el fenómeno de las llamadas “Nuevas Poblaciones” de Andalucía, que ejemplifica magistralmente los tópicos del Despotismo Ilustrado. Los objetivos que se pretendían alcanzar con este ambicioso proyecto eran, por un lado, aprovechar una amplia extensión de territorio baldío explotando la tierra, y por otro, erradicar el bandolerismo endémico de la zona consolidando el Camino Real que iba desde Madrid a Cádiz. El plan contempló así la creación de 44 pueblos y 11 ciudades en los llanos de Sierra Morena y la Parrilla, concebidos como explotaciones agropecuarias estratégicamente distribuidos y poblados con extranjeros.
Se trataba de una utopía que pretendía lograr una regeneración total de la sociedad, y si bien no había sido ideada por completo por el intendente Pablo de Olavide, sí fue dirigida por él con mucho ahínco. El germen y plan director es el Fuero de las Nuevas Poblaciones publicado en 1767, donde se quedaron establecidas las líneas generales del proyecto. Las nuevas poblaciones se habrían de construir en sitios sanos, cerca de los Caminos Reales, distanciándose entre ellas por un cuarto o medio cuarto de legua. El caserío no superaría las 45 viviendas y cada dos o tres pueblos formarían una feligresía o concejo, en cuya cabeza habría iglesia, ayuntamiento y cárcel. Esta nueva sociedad, una especie de arcadia feliz, se puede analizar a través de las palabras del propio Olavide, quien afirmaba lo siguiente en 1775:
Yo me había figurado dar en las Colonias un modelo de aplicación a todos los pueblos de España y en especial a los de Andalucía, pues aún los más florecientes de estos cuatro Reinos están muy lejos de sacar todo el partido que pudieran… Ya las Colonias les muestran un dechado muy diferente. En ellas no se ve ocioso ni mendigo. Los muchachos todos tienen aplicación, y no hay mujer que no ayude a su marido, o no gane el pan con su propio trabajo, pues toda especie de personas o trabajaba en el campo o halla destino en las fábricas de que se van introduciendo. El fruto de este buen ejemplo es ya visible. Los pueblos inmediatos han despertado, se han empezado a abrir nuevas tierras y cultivan hoy mucho más de lo que hacían.
Ahora bien, vistos los resultados del proyecto con perspectiva histórica debemos señalar que el objetivo económico no se cubrió por completo ya que, a pesar de los optimistas augurios de Olavide, las cosechas no resultaron ser tan buenas como se esperaba. En cambio, sí se consiguió civilizar el camino de Andalucía.
La capital de las nuevas poblaciones en Sierra Morena fue La Carolina, bautizada así en honor al rey, que fue la sede de la Intendencia General. En ella se aprecia con mayor escala lo que de una u otra forma está presente en la mayoría de los pueblos: el urbanismo barroco. Los directos precedentes que se han señalado para esta forma de ordenar las ciudades son los diseños lineales de El Ferrol, la Barceloneta o San Carlos en la Isla de León (Cádiz), y el conocimiento previo del urbanismo americano por parte de Olavide. La Carolina se trazó con una planta rectangular cuyas calles ortogonales a la que se añadieron nuevos juegos de perspectiva de raigambre barroca en sus dos ejes principales, siendo el longitudinal el que mayor interés tiene al enfilar primero un hexágono, después una elipse y finalmente un círculo. En el eje corto, la calle en leve pendiente ofrece una vista privilegiada del Palacio de la Intendencia, al que se adosa la iglesia parroquial de la Inmaculada. En 1768 llegaron los primeros colonos alemanes y se instalaron en casas dispuestas en lotes uniformes de manzanas cuadradas o alargadas.
Otros pueblos reseñables son Las Navas de Tolosa y Carboneros, que tampoco renuncian a estos juegos urbanísticos. Ambas tienen sus plazas hexagonales. La iglesia de Carboneros, de concepción monumental, está retranqueada de la línea de fachadas que define la calle, quedando enmarcada por dos exedras laterales al modo de lo que ocurre en Roma con San Andrés del Quirinal. Las poblaciones de Santa Elena, Aldeaquemada y Guarromán formaron parte del mismo proyecto.
Pero el fenómeno se expandió más allá de Sierra Morena. La otra región urbanizada en este momento se encuentra entre Córdoba y Sevilla, en el desierto de La Parrilla, cerca de Écija. Este otro proyecto se llamó los “Nuevos Establecimientos” y tuvo un enfoque fundamentalmente agrícola. La capital se fijó en La Carlota, a la que quedaron sujetos los poblados de Pinedas, Fuencubristes, Garaboto, Luisiana, Campillo, Los Motillos, Cañada Real, Fuente Palmera, Ventilla, Peñalara, Herrería, Aldea del Río, Villalón, Hilillos, Fuente Carretas y San Sebastián de Ballesteros.
Cabe señalar que el urbanismo ensayado de las Nuevas Poblaciones y Establecimientos, más allá de las ideas de la Ilustración y del intendente Olavide, demuestra tener influencias de La Sinapia, un tratado manuscrito utópico que perteneció al ministro Campomanes, quien, no lo olvidemos, fue amigo de Olavide y jugó su propio papel en la puesta en marcha del proyecto. En La Sinapia se recomiendan, por ejemplo, viviendas agrarias en torno a un patio.
Por último, cabe señalar la influencia que tuvieron estas experiencias en otras actuaciones posteriores, como la fundación de Prado del Rey (Cádiz), alejada de las comarcas ya reseñadas, que también obra de Olavide y que aprovechaba una antigua dehesa que perteneció al ayuntamiento de Sevilla, y el poblado fundado en 1773 en la dehesa de Algar, por iniciativa del marqués de Atalaya Bermeja. Otros ecos urbanísticos de las Nuevas Poblaciones se dejan sentir en la plazas octogonales de Archidona y Aguilar de la Frontera (Córdoba), esta última terminada ya en 1806.
Autor: Adrián Contreras Guerrero
Bibliografía
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FÍLTER RODRÍGUEZ, José Antonio y QUILES GARCÍA, Fernando (eds.), El paisaje cultural de la Ilustración en Andalucía. Ciudad, territorio y patrimonio cultural en las Nuevas Poblaciones, Fundación de Municipios Pablo de Olavide, 2020.
PALACIO ATARD, Vicente, Las “Nuevas Poblaciones” andaluzas de Carlos III. Los españoles de la ilustración, Córdoba, Publicaciones del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba, 1989.