Al franciscano fray García de Quijada, “varon insigne en virtud y letras” -como lo define fray Alonso de Torres-, cupo la responsabilidad de asumir e implementar la instauración eclesiástica de Guadix tras la conquista castellana. Como ocurriera con sus más próximos y mejor conocidos coetáneos, fray Hernando de Talavera, arzobispo de Granada, y Juan de Ortega, obispo de Almería, su carrera y designación episcopal estuvo siempre respaldada por unas innegables dotes organizativas y de mando, junto a un carácter dispuesto y enérgico puesto al servicio de la Iglesia y de la Monarquía, en especial de la reina Isabel de Castilla, “de quien era muy estimado, como también de los grandes que la asistían”.
Sin embargo, las crónicas advierten un indisimulado interés por ocultar datos esenciales de su biografía, pues como reconoce Pedro Suárez se ignora “el día y año de su nacimiento y la noticia de su patria y padres”. A pesar de ello, la mayoría de autores señalan Sevilla como lugar de nacimiento, puesto que en la etapa postrera de su vida le sirvió de refugio y dejó algunos bienes. Algunas fuentes aseguran que profesó como franciscano en su infancia, siguiendo estudios de Artes y Teología de los que se graduó como maestro, residiendo en los conventos de San Juan de Aznalfarache y Santa María de la Rábida. El renombre alcanzado en la corte le llevó a formar parte del consejo del rey Fernando de Aragón, maestro del malogrado príncipe don Juan, y obispo de Bisarcio (Cerdeña), sede de la que tomó posesión pero nunca llegó a residir, por tratarse de un nombramiento honorífico.
No obstante, su memoria como “varón de conocido talento y grandes prendas” permanece antes asociado a su papel de consejero y confesor de santa Beatriz de Silva (ca. 1426-1491), pues “era persona con quien la sierva de Dios comunicaba los sentimientos de su alma y por cuya prudencia y religión se gobernaba en las cosas arduas”. En efecto, los hagiógrafos de la fundadora de las franciscanas concepcionistas se encargaron de incorporar la figura de Quijada -nombrado ya obispo de Guadix- como poderoso aval para la legitimación de esta familia religiosa, considerándolo como una de las grandes figuras del franciscanismo en su tiempo.
Quijada pudo acompañar a los Reyes Católicos en el sitio de Granada, aguardando la oportunidad de tomar posesión de la sede guadijense, para la que había sido designado el 21 de mayo de 1490. Asistió, por tanto, a la organización institucional y eclesiástica del nuevo reino castellano, desempeñando un activo papel junto con fray Hernando de Talavera, del que no ha sido suficientemente analizado su papel en la orientación ideológica y formación política de la élite eclesiástica de su tiempo. No debe olvidarse que las tres diócesis sufragáneas de Almería, Málaga y Guadix estuvieron encomendadas a tres religiosos de la completa confianza del prelado jerónimo, como eran Juan de Ortega, Pedro Díaz de Toledo y fray García de Quijada, respectivamente.
El pontificado de este último en la sede restaurada de Guadix dio lugar a diferentes pleitos competenciales que condicionaron la actuación de sus sucesores, especialmente en lo relativo a la fiscalidad eclesiástica de una Iglesia bajo patronato real. En efecto, el primer conflicto vino derivado de la insuficiente dotación económica asignada al obispo, cabildo catedralicio y fábrica mayor en un territorio de grandes estrecheces y lastrado por la condición de señorío del Cenete y Gor, a cuyos titulares no temió enfrentarse en los tribunales de justicia. Aparte de la disputa jurisdiccional emprendida con el arzobispado de Toledo por la administración de Baza y Huéscar -no resuelta hasta la Concordia de 1544-, hubo de resolver otra entablada por la Iglesia de Cartagena respecto de la jurisdicción de Huéscar, Galera y Castilléjar, y que resultó finalmente favorable para la diócesis guadijense. De este modo, la fama beatífica que le precedía cuando llegó a la sede pronto quedó cuestionada por sus enemigos, de los que contó con un nutrido y selecto número. La situación debió volverse tan insostenible que pudo provocar el refugio de Quijada en Sevilla, de donde fue obligado a regresar a su silla episcopal.
El prelado franciscano compartió la misión evangelizadora de Talavera con un inicial entusiasmo henchido de propaganda. Su activa participación en la conversión general de 1500, “manifestando, como pastor vigilantísimo, su ardiente celo”, fue calificada como prueba evidente de sus habilidades políticas, proveyendo de clérigos para el servicio de las parroquiales del Obispado de Guadix. En esta etapa fundacional, asistió e impulsó la instalación de diferentes institutos y el establecimiento de las principales órdenes religiosas, gracias al amparo regio y al patrocinio de las familias linajudas de Guadix y Baza. Aunque la mayor parte de las nuevas parroquiales aprovecharon en este momento inicial la estructura de las primitivas mezquitas, también se emprendieron obras de nueva planta como la Catedral gótica y la iglesia de Santa Ana en Guadix.
Algunos de sus biógrafos ponderan la generosidad de carácter y la capacidad de sacrificio de fray García, llegando a labrar pleitas y sogas durante sus retiros con cuyo producto mantenerse sin usar las rentas de la mitra que destinaba a los pobres. Con todo, logró acumular una nada despreciable hacienda que sólo en Granada constaba de varias casas, tiendas, alhóndigas y huertas arrendadas a censo. Una de estas propiedades fue legada a la comunidad jerónima con objeto de construir un establecimiento para la asistencia de pobres enfermos, que más tarde sería el germen del hospital de San Juan de Dios. La dotación de aniversarios y capellanías en la catedral de Guadix fue especialmente cuantiosa, siendo honrado por sus capitulares con un espléndido cenotafio renacentista que desde entonces, y a pesar de las transformaciones sufridas por el conjunto catedralicio, perpetúa su memoria.
Autor: José Manuel Rodríguez Domingo
Bibliografía
ASENJO SEDANO, Carlos, Episcopologio de la Iglesia Accitana: histórico, sentimental y heráldico, Guadix, Instituto de Estudios «Pedro Suárez», 1990.
BEAS TORROBA, Francisco Javier y GÓMEZ LORENTE, Manuel, “Fray García de Quijada: haciendas de este obispo en la ciudad de Granada”, en Boletín del Instituto de Estudios «Pedro Suárez», 2, 1989, pp. 23-35.
SUÁREZ, Pedro, Historia de el Obispado de Guadix, y Baza, Madrid, Antonio Román, 1696.
TORRES, Alonso de, Chronica de la Santa Provincia de Granada, de la regvlar observancia de N. Serafico Padre San Francisco, Madrid, Juan García Infanzón, 1683.