El abastecimiento de agua a las ciudades ha sido un tema capital para la planificación urbana desde el mismo origen histórico de las ciudades. Si durante el Medievo primaba lo funcional (sencillos pilares abrevadero junto a las puertas de muralla), a partir de la Edad Moderna quedará asociado a la retórica urbana, dando lugar a una variada muestra de fuentes o “edificios del agua”. Por tanto, se trata de monumentos arquitectónicos que conjugan lo utilitario, lo representativo, lo simbólico y lo ornamental.
La Real Pragmática de Corregidores de 1499 recoge conceptos humanistas en torno a la salubridad y ornato públicos que marcarán el camino a seguir en el ámbito castellano y andaluz. Los viejos pilares medievales serán transformados para convertirse en lúcidos emblemas ciudadanos, pero también se construirán otras fuentes en áreas de preeminencia urbana, orladas con los escudos de la Ciudad, del Corregidor y de la Corona -o del noble de turno, en lugares sujetos a señorío- en edificios funcionales, ameno centro de reunión y orgullo ciudadano, dado que poseer agua corriente en las ciudades era un auténtico lujo. Dispone el patrimonio artístico de Andalucía de un rico acerbo de fuentes monumentales que, a la postre, se pueden integrar en pocas variantes tipológicas: fuentes adosadas, exentas, de fachada y cubiertas.
El modelo más antiguo usado por su facilidad de diseño y funcionalidad es la fuente adosada a un muro, también llamada “pilar”, pues no falta nunca el pilar, abrevadero o depósito apto para consumo de caballerías y otros animales. El Renacimiento aportará el tratamiento estructural del muro de fondo, soporte de los caños y de la ornamentación, heráldica y epigrafía. Hay una evolución desde los primeros ejemplos con sencillo muro arquitrabado a diseños ajustados a la normativa clasicista, incorporando apilastrados que separan caños, huecos, hornacinas o escudos, llegándose a finales del siglo XVI al uso del orden rústico o almohadillado (dialéctica entre naturaleza y artificio) y la adición de varios cuerpos o remates en forma de frontones. Un tratamiento, en suma, propio de una fachada monumental de signo cívico.
La provincia de Jaén reúne una notabilísima colección de pilares renacentistas que reflejan esta evolución: el Pilar de los Álamos, de Alcalá la Real (1552), la Fuente Imperial de Segura de la Sierra, obra de la década de 1540, la Pila de El Mármol, o, en la capital, la Fuente del Arrabalejo (1574) y la Fuente Nueva (1596), asociadas a Alonso Barba y Alonso Hurtado, y en deuda con el arte de Andrés de Vandelvira. Las más hermosas son las debidas a Francisco del Castillo el Mozo, divulgador del manierismo vignolesco: la Fuente de los Caños de San Pedro (1559), en Jaén, el Pilar de La Guardia (1566), y la Fuente Nueva de Martos (1584), obra maestra que formó conjunto con la desaparecida Fuente de Neptuno, del mismo autor. Ejemplares más tardíos, pero también reseñables, son la Fuente de San Pablo de Úbeda (1591), la Fuente de las Cadenas (1606) de Cazorla, la Fuente de Martín Gordo (1721) en Torredonjimeno o los sencillos Pilares de la Mora y de la Tejuela (1680 y finales del XVIII) en Alcalá la Real.
Granada dispone también de monumentales ejemplos de fuente adosada: el magistral Pilar de Carlos V, en la Alhambra (1545-1548, obra de Niccolò da Corte), el Pilar de San Jerónimo (1565), el Pilar del Toro (1559, asociado a Diego de Siloe), la Fuente Nueva (1616, hoy en la plaza del Realejo), el Pilar de Cárcel Baja (1671), el Pilar del Triunfo, en calle Elvira (1671). Fuera de la capital, merecen destacarse el Caño de Wamba (1533) y el Pilar de la Torre (1673) en Alhama, el Pilar de la Calle Real en Almuñécar (1559), la Fuente de los Caños Dorados de Baza (1607), o, en fin, la Fuente Santa de Loja (1576), que contrasta con la sencillez rústica del Pilar de los 25 Caños en la misma ciudad, ejemplo éste de orgullo por la abundancia de acuífero que se repite en otros núcleos andaluces.
La ciudad de Málaga conserva escasos testimonios -la Fuente de la Calle de los Cristos, de 1790-, siendo reseñables la modernamente reconstruida Fuente del Toro de Antequera, la Fuente de los 6 Caños de Gaucín (1621) la barroca Fuente de los 12 Caños de Alhaurín el Grande, el Pilar de la Iglesia de Ardales y la Fuente de Fernando VI de Vélez-Málaga (1758). Las conservadas en Almería, presentan un perfil más rústico, como son los casos de la Balsa de los Siete Caños en la localidad de María, destacando la Fuente de los Cinco Caños de Vélez-Blanco (1500), junto a los barrocos ejemplares de la Fuente de los Cuatro Caños de Vera, la Fuente de Laujar de Andarax y el setecentista Pilar del Toro de Berja. En la provincia de Huelva hay que destacar la Fuente Vieja de la capital, la Fuente del Concejo en Zufre (1570), el Pilar de la Dehesa en Cartaya, la Fuente de los 12 Caños de Fuenteheridos, la Fuente del Barrio en Castaño del Robledo (1728), o la Fuente de San Antonio, de Bollullos Par del Condado (1774). Y, en Sevilla, merece mención la Fuente Vieja de Aznalcázar (1773).
La capital cordobesa es rica en este tipo de obras, destacando la Fuente de Santa Catalina, junto a la mezquita (siglo XVIII), la Fuenseca (1760), y la Fuente de la Piedra Escrita (1721). Ya en la provincia cabe citar la Fuente de la Oliva en Montoro, la Fuente del Pilar de Carcabuey y la Fuente del Chorrillo de Belalcázar, todas setecentistas, aunque ninguna rivaliza con la excepcional Fuente de la Salud de Priego de Córdoba (1586) debida al diseño de Francisco del Castillo el Mozo. Cádiz, finalmente, ofrece rústicos ejemplares del siglo XVIII (Fuente Abajo y Fuente de la Plaza, en Grazalema; Fuente Allá y Fuente Santa de Benaocaz; la Pila de la Plaza y la Fuente de los Nueve Caños de Ubrique), junto a la monumental Fuente de las Galeras Reales (1735) del Puerto de Santa María, diseñada por Bartolomé de Mendiola.
Por lo que respecta a la tipología de fuente exenta, este modelo es bastante más infrecuente, pues a menudo dominan más en él los aspectos retóricos y emblemáticos que funcionales, y dado que el centro de los espacios públicos solía aprovecharse como lugar de mercado o para la celebración de importantes celebraciones. Su introducción se produce con el Renacimiento, brillando con más fuerza a partir del Barroco, cuando las reformas urbanísticas de la época impulsaron la colocación de monumentos centrales en paseos, alamedas y grandes plazas.
En Baeza (Jaén) se conservan dos innovadores prototipos, la Fuente de los Leones (1518-1526) a manera de antigualla, y la Fuente de Santa María (1564), concebida ésta como un arco triunfal, por Ginés Martínez, para pregonar la exitosa traída de las aguas al viejo casco urbano. Lo habitual, empero, serán las fuentes de una o varias tazas superpuestas. En la misma provincia destacan la Fuente del Paseo (1815) de Alcalá la Real, obra de Remigio del Mármol, así como la Fuente de la Plaza Vázquez de Molina de Úbeda (hacia 1550), procedente de un patio señorial. En Granada varias de las mejores fuentes exentas proceden de monasterios desamortizados en el siglo XIX (Fuentes de las Batallas, Leones, Bibarrambla, Trinidad), siendo de tipo público la Fuente del Paseo de los Tristes (1608), a imitación de algunos ejemplos alhambreños.
Sevilla contó con un conjunto de fuentes exentas concebidas como discurso humanista de redefinición clásica de la ciudad. Se conserva la Fuente de la Plaza de la Encarnación (1720), pero no el Pilar de San Francisco, de Diego de Riaño, ni la Fuente de Mercurio (1575), hecha por Diego de Pesquera y reconstruida modernamente. Restos de la Fuente de las Ninfas de Écija (finales del XVI, Juan de Ochoa) se reparten por la ciudad. En la provincia de Málaga se conservan varias obras de este tipo, como son la Fuente de la Plaza de los Naranjos de Marbella (1604), la Fuente de la Gloria de Vélez-Málaga (siglo XVI), el Pilar Redondo de Cañete la Real, la Fuente de la Alameda de Coín o la Fuente de la Plaza de San Sebastián en Antequera, pero ninguna rivaliza en belleza con la Fuente de Génova, en la capital malagueña (1554), con materiales en parte traídos de Italia. De la provincia de Huelva merece la pena destacar la Fuente de los Tres Caños en Santa Ana la Real, mientras que de la de Almería citaremos la Fuente de los 16 Caños de Berja (1859). En la ciudad de Córdoba destacan la popular Fuente del Potro (1577) y la Fuente de la Plaza de San Andrés (1664), así como varios prototipos inspirados en el ejemplar barroco del patio de la mezquita (Fuentes del Campo Madre de Dios, y Plazas de la Paja, Cristo de Gracia y Vázquez de Miranda), mientras que en la provincia resaltan la Fuente del Pilar de Belalcázar (1570), tres ejemplares lucentinos –Fuente de la Barrera (1773), Fuente Nueva (1675), y Fuente del Coso (1785)-, si bien la más importante, y de las obras fundamentales del Barroco andaluz, es la Fuente del Rey de Priego de Córdoba, realizada en 1803 por Remigio del Mármol, como la más espectacular recreación urbana de las fuentes de jardines cortesanos borbónicos.
Las llamadas fuentes de fachada, muy escasas, son semejantes a los pilares adosados al contar con un paramento arquitectónico, pero con la salvedad de estar completamente exentas. A este tipo correspondía el espléndido Pilar de Plaza Nueva (1590), en Granada, destruido en 1835. Sí se han conservado otras obras de menor empaque, como la Fuente del Pilar (1570) en la localidad cordobesa de Hinojosa del Duque, la Fuente de los Ocho Caños de Ronda (siglo XVIII) y la ya neoclásica Fuente de Fondón (Almería, 1790, por Francisco Antonio Quintillán y Lois), así como, en parte, la Fuente de la Magdalena de Jaén, antiguo ninfeo muy transformado a lo largo del tiempo.
Finalmente, cabe reseñar otra infrecuente tipología, la fuente cubierta, bajo techado, que va desde los rústicos lavaderos de uso público conectados a surtideros a algunos tipos monumentales de tradición mudéjar, como los ejemplares onubenses de la Fontanilla de Palos de la Frontera y el Pilar de Mogaya en Cartaya, a los sevillanos de la Fuente de los Ocho Caños de Utrera y la Fuente de la Plata de Morón de la Frontera, o los gaditanos de la Fuente de la Cárcel del Puerto de Santa María, la Fuente de Nuestra Señora de la Oliva de Vejer de la Frontera y la Fuente Grande de Medina Sidonia.
Autor: José Policarpo Cruz Cabrera
Bibliografía
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Proyecto Conoce tus fuentes. Manantiales y fuentes de Andalucía.