Andalucía parte de un entramado urbano islámico que irá modificándose en la Edad Moderna con actuaciones, en su mayoría, concretas. Tal y como señala Bonet Correa, en Andalucía las ciudades alcanzaron un gran desarrollo por la presencia de la nobleza y el clero que configuraron el entramado urbano de ciudades basadas en una sociedad agrícola.

En nuestra región se dan dos tipos de ciudades. Por un lado, las grandes ciudades que conforman nuestras actuales capitales de provincia y, de otro, ciudades medias, también denominadas como “agro-ciudades” y “ciudades-aldea” que cubren el territorio andaluz mostrando el discurrir de la vida municipal y administrativa de la sociedad. Nos referimos a poblaciones como Jerez de la Frontera, Écija, Osuna, Ronda, Guadix o Antequera, destacando en todas ellas su alta densidad urbana. Por otro lado, no podemos olvidar la presencia de cortijos que van configurando los paisajes y las conexiones de todo el territorio y, en la última etapa, la creación de nuevas poblaciones en Sierra Morena por mandato de Carlos III.

Estas ciudades son reflejo de una sociedad estamental y jerarquizada que plantea una serie de puertas monumentales de acceso como la Puerta de las Granadas en Granada, la Puerta del Puente de Córdoba, la de Carmona o las quince ya perdidas de Sevilla; la construcción de edificios civiles; palacios y espacios religiosos.

En el Renacimiento cabe reseñar las modificaciones urbanas desarrolladas en las ciudades de Granada y Sevilla, la primera, a nivel nacional, por ser pensada como centro neurálgico imperial y la segunda, a nivel internacional, al convertirse en Puerto de Indias. Ahora bien, en Andalucía no se realizan intervenciones urbanas siguiendo el ideal de ciudad del Renacimiento de nueva planta al modo de Palmanova en Italia, pero si se implementan las ideas humanistas de esta como la importancia de la higiene urbana, la relevancia del trazado viario y la necesidad de amplios espacios de encuentro social que entroncan con los cambios sociales del momento, siendo el primer ejemplo de ciudad reticular el de Santa Fe en Granada. Así, en Granada se llevan a cabo, de manos de Carlos V, intervenciones de remodelación urbana como la Fuente de Carlos V y la Puerta de las Granadas que conecta con el centro de la ciudad o casas nobles como la de Castril. Sevilla realiza un ejercicio de decoro de la ciudad como muestra el trabajo en las puertas de la misma, como la de Triana, el Arenal o la Carne. A pesar de ello en la región también observamos, a nivel urbano, aperturas de calles siguiendo una trama viaria regular como la calle Duquesa en Granada o la creación de la Alameda de Hércules de Sevilla que lleva a cabo el Conde de Barajas y que forma parte de las actuaciones en pro de la renovación de espacios hasta ese momento insalubres como era una laguna que se sustituye por un paseo arbolado con tres fuentes. Córdoba también vive una época dorada en el Renacimiento, fundamentalmente a mediados del s. XVI debido a su ubicación geográfica. Ello propicia el ensanche de calles y plazas, como la creación de la Avenida de Felipe II. Se trata de acciones centradas en las exigencias del transporte y que no siguen un plan. Además, se levantan las Casas del Cabildo, el Paseo de la Ribera o la Puerta Nueva. En Málaga, la mayoría de las reformas se acometieron intramuros y estaban destinadas a la eliminación de elementos como los ajimeces volados para permitir la entrada de aire y luz junto a la construcción de fuentes. En Almería, existen pocos datos de esta época y destaca que la ciudad se reduce y se centra en su defensa militar y por ello las puertas del Sol y del Mar son remozadas.

Tampoco podemos olvidar las transformaciones de ciudades medias como Úbeda, Baeza, Jerez de la Frontera, el Puerto de santa María o villas ducales como Arcos, Andújar, Ronda, Martos, Medina Sidonia o Bornos donde desarrollan un papel principal la Casa Ducal de Medina Sidonia o de los Cobos. En el caso de Úbeda la familia de los Cobos insertó el gusto por el humanismo italiano, construyó diversos edificios y los relacionó urbanísticamente abriendo plazas decoradas con fuentes como la del Salvador. En el de Antequera se levanta el Arco de los Gigantes que permitió la apertura de varias arterias que comunican la zona antigua con la alta.

Tal y como señala Enrique Pareja durante el Barroco a nivel urbano se pueden distinguir dos etapas. La primera desarrollada en el siglo XVII en la que prima la ciudad conventual por la primacía de espacios confesionales en las ciudades siendo ejemplo de ello Granada por convertirse en un centro burocrático y conventual tal y como se observa en la Plataforma de Vico o, posteriormente, en el Mapa topográfico de Dalmau. La segunda, en el siglo XVIII, en la que se produce una proliferación de conjuntos escenográficos con un mayor uso de la ornamentación y el color.

En el Barroco, a nivel nacional, un elemento esencial es la Plaza Mayor, sin embargo, en Andalucía observamos la ausencia del tipo regular pues esta se reduce a intervenciones puntuales como la realizada en la Plaza de la Corredera de Córdoba y las plazas de Marchena, Carmona, Jerez de la Frontera, Guadix y Almería. Además, en el Barroco tardío destacan las plazas de planta octogonal de Archidona y de Aguilar de la Frontera.

De otra parte, los edificios eclesiásticos tales como iglesias; conventos; capillas posas como la Capilla de Santa María de Jesús o la del Portichuelo  o la de la Cruz Blanca; altares; hornacinas; cruces como la Cruz de la Cerrajería en Sevilla; triunfos como el de Antequera, el de la Santa Cruz de Sevilla o los dedicados a San Rafael en Córdoba; o monumentos conmemorativos a la Virgen o a un Santo Patrón sacralizan el espacio urbano y marcan el urbanismo al configurar plazas y calles que conectan diversos espacios cotidianos para la población.

En la arquitectura civil, tanto de carácter público como privado, prima la creación de infraestructuras esenciales como las cillas del Cabildo para guardar el grano derivado de los diezmos, carnicerías, pósitos municipales, corrales de comedias, hospitales, colegios; miraderos de fiestas; casas consistoriales como las de Lora del Río o el del Lebrija; fuentes como la de la ninfa y los peces en Écija o la Fuente del Rey en Priego de Córdoba o canalizaciones en relación a la red de alcantarillado, pavimentación de las calles o acueductos.

Por último, debemos reseñar la celebración de fiestas y entradas reales que son síntoma de la nueva realidad cívico-política y que dio lugar a construcciones arquitectónicas efímeras. Entre todas las fiestas podríamos destacar las pompas fúnebres y exequias de los reyes como la diseñada por Machuca para la emperatriz Isabel o el levantado en la Catedral de Sevilla por Juan de Oviedo y de la Bandera a la muerte de Felipe II que seguirán estando más vigentes si cabe durante el Barroco por ejemplo con la entrada de Felipe V en Sevilla.

 

Autora: Julia García González


Bibliografía

BONET CORREA, Antonio, Andalucía Monumental. Arquitectura y ciudad del Renacimiento y el Barroco, Sevilla, Biblioteca de la cultura andaluza, 1986, vol. 59.

LÓPEZ-BRAVO, Celia, MOLINA-LIÑÁN, Mercedes y MOSQUERA ADELL, Eduardo, “El abastecimiento de agua en la construcción de la ciudad: los modelos conventuales de Sevilla y Málaga”, Constelaciones, 7, 2019, pp. 235-251.

PAREJA LÓPEZ, Enrique (dir.), Historia del Arte en Andalucía. El Arte del Barroco. Urbanismo y arquitectura, Sevilla, Gever, 1991, tomo IV.

PAREJA LÓPEZ, Enrique (dir.), Historia del Arte en Andalucía. El Arte del Barroco. Urbanismo y arquitectura, Sevilla, Gever, 1991, tomo VI.

VILLAR MOVELLÁN, Alberto, “Esquemas urbanos de la Córdoba renacentista”, Laboratorio de arte, 10, 1996, pp.101-120.

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