Los alfares dedicados exclusiva o mayoritariamente a la fabricación de tinajas de gran y mediano tamaño para uso agroindustrial oleícola y vinícola, principalmente, tuvieron importancia en varias ciudades de Andalucía en los siglos modernos.

Las tinajerías, hornos o  fábricas de tinajas (como también se les llamaban en Lucena en el siglo XVIII) estaban dotadas de las diferentes zonas requeridas para la fabricación de vasijas: almacén de materia prima y combustible (leña), pilones y balsas de decantación y pisado de la arcilla, nave de modelado y curación de las piezas con brea o resina, horno de cocción y patio o corral de secado y de operaciones varias y de carga y descarga. Su diferencia con otros talleres alfareros consistía en el mayor tamaño de los hornos, dado el gran volumen de las tinajas, y en el hecho de que se trataba de una producción a mano (dada la imposibilidad de usar torno para vasijas de tan grandes dimensiones), mediante la técnica del urdido, que requería especialización, por lo que se diferenciaban maestros alfareros y maestros tinajeros.  

Las fuentes documentales consultadas no han permitido conocer la capacidad de estos recipientes, pues los nombres dados a los diferentes tipos son imprecisos: Tinajas, tinajuelas, tinajuelas medianas, tinajuelas pequeñas. Hay referencias de que las tinajas de Lucena podían llegar a 100 arrobas (1600 litros, aproximadamente), equivalentes a la cabida de 2,5 botas jerezanas gordas o bodegueras (de 36 arrobas). Hay también constancia documental en lagares de los Montes de Málaga de tinajas “moriscas” (probablemente llamadas así por su revestimiento u otra característica técnica, pero de las que desconocemos la razón de tal denominación) de 48 a 80 arrobas (768 a 1280 litros).

Aparte de su uso generalizado en las almazaras, durante la Edad Moderna, la mayoría de las zonas vitivinícolas empleaban tinajas para la fermentación, almacenamiento y, en su caso, envejecimiento de sus vinos; de tal manera que las bodegas de algunas de ellas eran llamadas tinajeros. Las tinajas eran recipientes duraderos, dada su instalación cuasi subterránea (solo quedaba en superficie el borde de la boca y, si acaso, parte del cuello) y más rentables a largo plazo que las vasijas de madera, pues requerían menor espacio que éstas para albergar igual volumen de vino. En otras localidades, como en el caso de alguna bodega de Constantina, tinajas de mediano tamaño se instalaban en superficie, sobre poyetes, compactadas entre sí con argamasa hasta la mitad o un tercio de sus cuerpos, de manera que quedaban semi exentas. 

En la Tierra de Málaga y el Condado de Huelva, las tinajas se empleaban en los lagares, tanto para la fermentación como para el almacenamiento de los vinos hasta mediados de la siguiente cosecha; mientras que para el envejecimiento se utilizaban vasijas de madera de castaño o roble. En Montilla parece ser que se hacía mayor uso de las tinajas, al menos hasta la segunda mitad del siglo XVIII. Y en el Marco del Jerez sólo se conoce el empleo de tinajas en la oleicultura, pero no en la vinatería, donde las vasijas de madera se usaban también para la fermentación de los mostos. Puede, pues, hablarse de culturas vitivinícolas del barro y de la madera y también de culturas mixtas en relación con los recipientes necesarios para la vinificación, almacenamiento y crianza de estos caldos.

Entre otras, las principales localidades andaluzas de tradición tinajera fueron Úbeda, Triana, Cortegana, Montilla, Málaga y, sobre todo, Lucena, cuyas piezas se distribuían e instalaban en buena parte de la región, por lo que debe ser considerada el centro tinajero más importante de Andalucía.

En esta localidad, el cabildo municipal aplicaba la llamada renta de la saca de tinajas -un arbitrio de alcabala-, de una cuantía, a inicios del siglo XVIII, de 4 reales por tinaja y 3 reales por tinajuela que saliese a otras localidades. En el año 1704 fueron 578 las tinajas y medio centenar de tinajuelas las vendidas para fuera, por parte de una quincena de fábricas. La documentación permite observar que la tinajería más importante era la de Cristóbal Luque y que La comercialización se llevaba a cabo por algunos de los fabricantes y, sobre todo, por intermediarios ocasionales y recurrentes, ciertos de ellos registrados con tratamiento de don.

 

Autor: Javier Maldonado Rosso


Fuentes

Archivo Municipal de Lucena. Actas Capitulares, 1705, folios 45-48: Certificación del fiel de la Renta de la saca de tinajas correspondiente al año 1704.

Bibliografía

AMAYA RÍOS, Álvaro, “Apuntes sobre la evolución y características funcionales de los lagares de Málaga”, en Arqueología y Territorio, 14, 2017, pp. 175-191.

CARRETERO PÉREZ, Andrés y ORTIZ GARCÍA, Carmen, “La tinajería de Lucena”, en Etnografía Española, 8, 1992, pp. 245-263.

CASAS SÁNCHEZ, José Luis, “Estructura económica de Lucena a mediados del siglo XVIII”, en Lucena. Nuevos estudios históricos, Lucena, Ayuntamiento, 1983, pp. 181-201.

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