El rosario público o callejero es un fenómeno específicamente español que surge en el entorno del clima misional barroco de la segunda mitad del siglo XVII y se constituye como el más genuino exponente de la religiosidad popular moderna en el territorio correspondiente a la corona hispánica. A partir de una indudable influencia y organización clerical (regular como los dominicos y otras órdenes como capuchinos franciscanos… y el secular), muy pronto adquiere unas connotaciones populares que le otorgan su verdadera carta de naturaleza. El rosario público, uso tremendamente dinámico, convierte las calles y plazas en un auténtico templo cada día, como una misión permanente que lleva a Cristo y la Virgen María a las personas allí́ donde se encuentran, con la novedad que es el propio pueblo quien los hace presente con su oración y cantos.

Ciertamente el rosario público tiene unos claros precedentes en las cofradías dominicanas, especialmente en sus procesiones de los primeros domingos de mes, donde los hermanos (especialmente en octubre y las penitenciales en cuaresma y Semana Santa) salían por las calles con rosarios en las manos. Otro hito fundamental referido al rezo en sí es la introducción desde principios del siglo XVII por los dominicos del denominado “rosario a coros” en las iglesias. También hay que destacar las misiones jesuíticas dirigidas por Tirso González de Santalla en la segunda mitad del XVII y las cofradías denominadas de Cristo Crucificado y Nuestra Señora del Rosario. Y finalmente las misiones que los dominicos (con la figura emblemática de fray Timoteo Ricci) organizaron en Nápoles durante la primera mitad del XVII, saliendo a diario en comunidad desde su convento por las calles hasta el lugar de la predicación acompañados de los laicos, que componían la cofradía del rosario (con su estandarte) e iban rezando las avemarías y cantando coplas a la Virgen. La gran diferencia con Sevilla es que en Nápoles acompañaban a los misioneros, pero no conformaban propiamente la misión.

El Rosario público sevillano se convierte en la gran referencia mariana moderna en España y sus colonias americanas. Nacido del influjo directo de las predicaciones carismáticas del dominico gallego fray Pedro de Santa María Ulloa, adquiere connotaciones propias y un neto carácter misional donde, con la tutela del clero secular y, sobre todo, regular (franciscanos, capuchinos, dominicos, jesuitas…) el laicado es protagonista indiscutible. Los primeros cortejos, bastante espontáneos, de 1690 salen de la parroquia de San Bartolomé́ a prima noche y del convento de San Pablo de madrugada: los primeros en torno a la patrona del barrio la Virgen de la Alegría y su hermandad, los segundos tienen como principal impulsor a la Tercera Orden Seglar de los Dominicos. Muy pronto la espontaneidad va dando lugar a una conformación formal de la comitiva con la cruz procesional, faroles y sobre todo el Simpecado que la preside, en la que tanto el clero de la parroquia del Sagrario primero como después el capuchino Fray Pablo de Cádiz, fueron decisivos impulsores. Los primeros cortejos ya formalizados fueron generalmente exclusivos de hombres, pero desde 1735, gracias a la iniciativa del dominico Fray Pedro Vázquez Tinoco, se constituyeron de mujeres.

Tras las primeras décadas de uniformización del uso, se advierte en los grupos organizadores un afán por crear una identificación de su Rosario respecto a los otros y que se concreta fundamentalmente en la insignia del Simpecado, que en un principio representaba una efigie indeterminada de la Virgen y que ahora se encargan “ex profeso” con la imagen de su titular, bien del Rosario o con otra advocación.

Hay un indudable apogeo devocional durante el siglo XVIII, que se mantiene en la siguiente centuria, aunque la crisis de la religiosidad derivada de la Ilustración hace mella en la cotidianidad del rezo público callejero para volver a las iglesias, con lo que pierde popularidad, y al ámbito familiar y privado. Entre las cofradías, el rosario se vincula como devoción, más que al rezo, a la imagen titular de esta advocación y que adquiere un patrocinio o patronato entre la feligresía de determinadas poblaciones.

Un aspecto importante de la devoción de los rosarios públicos es que se genera una proliferación de hermandades diocesanas de Nuestra Señora del Rosario, es decir, no vinculadas formalmente a las cofradías dominicas que por lo general no van a asumir este instituto callejero. Un buen ejemplo es la congregación del rosario de Nuestra Señora del Consuelo, fundada en el real convento de San Pablo de Sevilla con licencia y dirección de la comunidad de frailes a principios del siglo XVIII, pero sin vinculación alguna con la cofradía del Rosario. De esa manera la propia Orden se suma a la iniciativa popular y de otras órdenes otorgando al rosario un carácter misional parecido al de Nápoles, obviando a las propias cofradías en un primer momento al menos.

Singular tradición de estos rosarios son sus coplas. Hay en España una importante tradición de las coplas del rosario de la aurora, que se remontan a los años finales del siglo XVII, adquiriendo sus características más genuinas en el siglo XIX y primer tercio del XX. En los primeros tiempos los rosarios contaban con un cantor que entonaba las coplas, al que acompañaban, además de los devotos, un coro infantil para las avemarías y diversos instrumentos: violines, oboes, bajón… Estos ya se constatan en 1691. Las primeras coplas suelen ser de estrofas breves y muy sencillas y derivan de las saetas que los predicadores entonaban en las misiones. En la primera mitad del XVIII se documenta ya la estrofa de siete versos con rima asonante, todos endecasílabos menos el quinto, manifiestamente más corto, de cinco sílabas, que se repite. Los principales tipos son las de campanillas (previas al rosario, que cantaban los muñidores), de misterios, de ánimas…

Tipos de Rosarios

  • Según la entidad que los erige

Había rosarios parroquiales, conventuales, de hermandades diocesanas y cofradías dominicas y también espontáneos organizados por vecinos en torno a retablos callejeros. Al hablar de conventuales hay que precisar que no solo se refieren a las comitivas de laicos que salían de sus iglesias, sino también a los formados por miembros del clero regular (frailes y monjas, normalmente en sus clausuras).

  • Según la hora en que salían

Las procesiones del Rosario salían a diario de sus respectivas sedes, primordialmente al toque de Oraciones (Prima Noche), pero poco a poco tienden también a generalizarse las estaciones de Madrugada o Aurora y también las vespertinas, aunque estas dos últimas modalidades se reservaban para los domingos y festivos. El Rosario de la Aurora tenía una gran particularidad respecto al de Prima y es que, tras la recogida de la procesión en su sede, los cofrades asistían a la misa denominada “de alba”. Estas misas de alba, que ahora fomentan estos Rosarios, suponían facilitar el cumplimiento eucarístico a los trabajadores del campo que comenzaban muy pronto su jornada laboral… y también a los pobres y marginados de la sociedad, que a veces no se atrevían por su indumentaria a participar en los cultos de iglesia. En los siglos XIX y XX, tras la crisis rosariana de fines del XVIII, será la procesión que predomine, sobre todo en ámbitos rurales.

  • Según su periodicidad

Los rosarios públicos podían ser ordinarios y extraordinarios. Los primeros eran los que salían a diario o domingos y festivos con insignias y faroles de escasa calidad. Los Rosarios extraordinarios podían ser de distintos tipos:

  1. Los de Gala: Eran los más importantes. Se llevaban a cabo en ocasión de la fiesta principal de la institución que lo organizaba y en alguna efeméride especial. Tenían la particularidad de que en ellos se lucían las mejores insignias: cruz dorada, orquestas, faroles artísticos y el Simpecado de Gala.
  2. Los de Ánimas: Eran los que se organizaban durante nueve días (Novena de Ánimas) haciendo estación a retablos de ánimas, cruces o cementerios. Solía presidir la comitiva un Simpecado morado con un lienzo de dolor.
  3. Los penitenciales: Salían en Cuaresma y se constata que hacían estación a cruces o humilladeros. Se ha documentado en ellos los Simpecados negros.
  4. Los de rogativas: Hacían estación con ocasión de alguna calamidad pública de la ciudad.
  5. De acción de gracias: Eran rosarios que salían cuando ocurrían acontecimientos de especial alegría.
  • Según los integrantes

Los rosarios públicos ya institucionalizados integraban en sus comitivas exclusivamente a hombres, sobre todo los de prima y aurora, aunque de manera excepcional se permitían cortejos mixtos en los cortejos vespertinos. Debido a las prevenciones de la época, se prohibía taxativamente por la autoridad eclesiástica el concurso de mujeres, aunque las continuas recomendaciones que se observan hacen presumible que asistieran en algunos casos.

No obstante, la inquietud por poder participar en estas procesiones culminó con la iniciativa del dominico Pedro Vázquez Tinoco promoviendo Rosarios exclusivos de mujeres que comenzaron a salir en 1730 en la villa de Calzadilla de los Barros (Badajoz), instituyéndose en Sevilla cinco años después y no sin críticas malintencionadas que se acallaron tras imponer la Corona su protección.

También se han documentado rosarios infantiles bien espontáneos o promovidos por parroquias o comunidades religiosas.

 

Autor: Carlos José Romero Mensaque


Fuentes

MARTÍN DE BRAONES, Alonso, Copia de un papel remitido a esta ciudad de Valencia, en que se da segunda noticia del grande aumento a que ha llegado en la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Sevilla la devoción del Santísimo Rosario de la Virgen María, N. Señora, Valencia, Imprenta de Jaime Bordazar, 1691.

Bibliografía

PELÁEZ DEL ROSAL, Manuel y JIMÉNEZ PEDRAJAS, Rodrigo, Cancionero popular del Rosario de la Aurora. Apuntes para una historia mariana de Andalucía, Córdoba, Instituto de Historia de Andalucía, 1978.

ROMERO MENSAQUE, Carlos J., “La tradición de los rosarios públicos en la España Moderna: historia y tipología”, en Actas I Encuentro Nacional de Cofradías del Rosario, Salamanca, San Esteban, 2015, pp. 77-115.

ROMERO MENSAQUE, Carlos J., La devoción del rosario y sus cofradías en España durante la Modernidad (ss. XV-XVIII), Salamanca, San Esteban, 2017.

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