Descubierto el Nuevo Mundo, se iniciaron los desplazamientos de españoles de un lado a otro del Océano, primero como resultado de un proceso de conquista y, después, para llevar a cabo la colonización y el establecimiento de una sociedad al modelo peninsular en los territorios recién hallados. Todo lo cual tendría, como era de prever, importantes repercusiones económicas, sociales, culturales y demográficas, tanto en España como en América: la vida de muchos de los individuos de la época cambió para siempre.

Entre sus múltiples consecuencias, las rupturas familiares, pues no escasearon los hombres casados que decidieron emigrar al continente americano dejando a sus familiares en el Viejo Mundo, pese a la existencia de una legislación migratoria que imponía medidas coactivas para evitar la marcha de los cabezas de familia. Estas separaciones, aunque no solo las maritales, desembocaron en la generalización de las denominadas por Enrique Otte como “cartas de llamada”: correspondencia privada incluida en las licencias de embarque -documento indispensable para poder viajar a través de los cauces legales- con la intención de demostrar que estaban siendo reclamados desde las Indias por parientes o conocidos ya instalados. En distancias tan amplias, sería el envío de misivas el mecanismo usado para mantener el contacto con las personas que habían quedado en el otro extremo del Atlántico.

Las mujeres también formaron parte de las experiencias migratorias de la población española hacia América, tanto aquellas que decidieron emprender la aventura americana como las que quedaron en la Península a la espera del regreso de un marido con éxito suficiente que mejorase la situación vital. En cuanto a las primeras, su participación sería significativa, especialmente entre la segunda mitad del siglo XVI y la primera del XVII, bien que en número inferior a los traslados masculinos; asimismo, serían comunes los movimientos familiares en los que el cabeza de familia marchara en primer lugar para, una vez establecido y garantizada cierta estabilidad, proceder a llamar a su esposa e hijos.

Debemos tener en cuenta que la circulación de personas a América estuvo estrictamente reglamentada durante todo el periodo colonial; la Corona pretendía configurar el tipo de emigración según sus intereses: trataron de promover las migraciones familiares para conseguir establecer en las colonias un modelo social similar al peninsular. Esto dio lugar a que, desde los momentos iniciales, se tratasen de imponer medidas para evitar la existencia de hombres que, siendo casados en España, viviesen en América sin sus esposas; por ello, o bien prohibieron el paso de quienes no las llevasen consigo, o les obligaron a regresar, fuese para permanecer o fuese para volver a marchar con sus legítimas. De partir solos, debían contar con la autorización de las cónyuges para poder marchar sin ellas.

No es extraño, por tanto, que en no pocas ocasiones fuesen tales imposiciones las que ocasionaran que los hombres llamasen a sus esposas a través de las mencionadas “cartas de llamada”, pues, de lo contrario, habrían de retornar a sus antiguos hogares, y de no hacerlo, podrían ser encarcelados. Pero no olvidemos tampoco la importancia del factor emocional: no siempre sería la obligación la causa de requerimiento; también la necesidad de reencontrarse con los seres queridos, iniciando y retomando la vida familiar. Es difícil, sin embargo, conocer si las frases amorosas y aquellas “cartas de cariño” -incluidas en las misivas- eran sinceras o solo un mecanismo empleado para convencer a las esposas a cruzar el Océano, pues, de lo contrario, deberían volver y dejar en América todas las mejoras alcanzadas.

A pesar de que la reglamentación forzaba a los desplazados a llevar a sus mujeres consigo, las leyes nunca las obligaron a viajar para reunirse con ellos en las colonias; aquellas que no quisieron marchar alegaron miedo a los peligros de la travesía o a las enfermedades que pudiesen contraer durante el viaje o una vez establecidas en los nuevos territorios. Estos temores tratarían de ser resueltos con hermosas palabras y recomendaciones incluidas en las cartas – dirigidas a ellas o a algún familiar directo-, con la clara intención de convencerlas para partir. Los argumentos usados para persuadirlas fueron numerosos, siendo el más común la promesa de mejorar su situación vital: ejemplo de ello son las letras de Florián Moreno a su mujer María Roldana: “me holgué saber tenías salud y me pesó de los trabajos que has pasado y porque no pasen adelante es mi regalo que te vengas a esta tierra porque acá lo pasarás mejor que allí”. (Carta de Florián Moreno a su esposa María Roldada, 16 de febrero de 1604, México. A.G.I., Indiferente, 2072, núm. 23).

Como hemos referido, también fue habitual que recurrieran a la inclusión de párrafos llenos de ternura y amor para ahondar en el lado sentimental de las mujeres y de esta forma conseguir atraerlas. Así, Pablo Domínguez, escribía a la sevillana Catalina de Estrada en 1618:

Mi hija y mi bien: Por amor a Dios me perdones, que ya veo que sólo Dios sabe cómo por disculpa de tanta como tengo no puedo satisfacer sino con lo mucho que ha padecido mi corazón y mi alma desde el día que te dejé de ver, que Dios me castigue como a malo que soy, sin haber piedad de mí, si un momento te me he quitado de mi memoria, y yo os pongo por buen testigo las lágrimas que me has costado, que ha querido Dios castigarme con este tormento, y por otra parte gusto de que siempre piense en ti, y espere el remedio que entiendo a de haber algo. Y pues ha de ser en su santo servicio que mis deseos y oraciones y las tuyas, que te habrá oído Dios, pues eres mejor cristiana que yo (…) Yo confío en mi Dios te tengo de ver en su servicio, pues se lo suplico cada día que nos a de dar descanso, que no me falta más que tenerte conmigo para no me faltar nada y regalarte, como tengo obligación (Carta de Pablo Domínguez a su mujer Catalina de Estrada, 20 de octubre de 1616, México – A.G.I., Indiferente, 2075, núm. 256).

Esta correspondencia no solo ejerció un importante papel para animar a las mujeres a partir a Indias; será utilizada por ellas a la hora de solicitar el permiso para demostrar la existencia del reclamo; les acompañaban el discurso de vida repleto de necesidades, miserias y fragilidades; todas ellas nacidas en el desamparo. Así se vislumbra en la petición de licencia de embarque de Juana López:

Juana López de Bonilla, mujer legitima de Martín Muñoz. digo que el dicho mi marido ha veintiséis años que está y reside en las provincias del Perú, en la ciudad de Lima, y me dejó en esta ciudad a donde he padecido y padezco mucha necesidad por el poco remedio que me dejó y ahora me ha escrito cartas en que me manda y pide que vaya a las dichas provincias del Perú a hacer vida maridable con él y yo lo quisiera hacer porque con él no sufriré la necesidad que tengo (Licencia de embarque de Juana López de Bonilla, expedida en Sevilla el 07/03/1600. A.G.I., Contratación, 5261, núm. 2, r. 29).

Por tanto, el valor de estas cartas es indiscutible pues, fuesen ciertas o no las palabras incluidas en ellas, lograron animar a muchas mujeres a partir hacia el otro lado del Océano, facilitando, además, la concesión de la ansiada autorización de desplazamiento. Así, serían muchas las mujeres que afrontaran la aventura de emigrar – a veces en solitario y otras acompañadas de sus hijos- a fin de conseguir la deseada reunificación familiar y mejorar las circunstancias que tenían en la Península.

 

Autora: Palmira García Hidalgo


Bibliografía

GÁLVEZ RUIZ, María Ángeles, “Mujeres y “maridos ausentes” en Indias”, en: MORALES PADRÓN, Francisco (coord.), XIII Coloquio de Historia Canario- Americana; VIII Congreso Internacional de Historia de América (AEA) (1998), Gran Canaria, Cabildo de Gran Canaria, 2000, pp. 1162-1173.

GARCÍA HIDALGO, Palmira, La emigración española a América en el siglo XVII. Mujeres cruzando el Atlántico, Tesis doctoral inédita, Departamento de Historia, Geografía y Antropología, Universidad de Huelva, 2021.

MÁRQUEZ MACÍAS, Rosario, “Alimentos para Indias. Las cartas de llamada como fuente de referencia. Siglos XVI-XVIII” (en prensa).

MARTÍNEZ MARTÍNEZ, María del Carmen, “«Vida maridable» algunas peculiaridades en la emigración a las Indias”, EN Anuario jurídico y económico escurialense, 23, 1991, pp. 349-364.

OTTE, Enrique, Cartas privadas de emigrantes a Indias, 1540-1616, Sevilla, V Centenario, D.L., 1988.

PASCUA SÁNCHEZ, María José de La, “«A la sombra» de hombres ausentes: mujeres malcasadas en el mundo hispánico del setecientos”, en Studia Historica. Historia Moderna. 2016, 38/2, 2016, pp. 237-285.