Nacido en noviembre de 1503 en Segura de la Sierra, villa de la Sierra de Segura, en ese momento perteneciente al Reino de Murcia y en la actualidad a la Provincia de Jaén, en 1510 quedó huérfano de padre, al morir este en la empresa de los Gelves. Esto motivó su traslado a Yeste (Albacete), donde vivía su abuelo materno. Al fallecer este en 1518, inició su carrera académica, estudiando Filosofía y Teología en Alcalá de Henares. En 1525 ingresó en la Orden de Santiago, pasando luego a estudiar en Salamanca y Toledo, donde completó sus estudios. Pasó luego a la docencia como catedrático de Filosofía en la Universidad de Alcalá y más tarde en la recién creada de Granada, donde consiguió el grado de doctor.
Gracias a su sólida formación académica y a su vinculación con el obispo de Jaén, Francisco de Mendoza, Ayala dio el salto a las altas instancias político-administrativas. Así, en 1538 este obispo lo nombró su confesor y visitador y cuando marchó a Italia en 1543 acompañando al Emperador Carlos V, se lo llevó consigo. Su periplo por este país y Alemania entre 1543 y 1548 le permitió asistir a las Dietas de Spira, Worms y Ratisbona, completar sus estudios en la Universidad de Lovaina y asistir al Concilio de Trento. Gracias a todo ello, en mayo de 1548 fue preconizado por el emperador como obispo de Guadix, de acuerdo con su política de nombrar para las sedes granadinas a eclesiásticos de altura debido a la problemática morisca de las mismas, política que ya había llevado a la sede accitana a Gaspar de Ávalos y fray Antonio de Guevara. Tras otro breve paso por Trento, entró en su diócesis en enero de 1549. Sin embargo, su estancia sería breve, ya que volvió a asistir al Concilio entre 1551-1552.
Este periodo, situado entre 1543 y 1552 es el más prolífico de Ayala como gran teólogo, lo que le llevó a publicar numerosas obras. Así, en 1549 publicó en Colonia De divinis, apostolicis atque ecclesiasticis traditionibus, obra de amplia difusión que fue reimpresa en París (1549), Venecia (1551) y París (1562). A ellas hay que unir otras, publicadas todas ellas en Milán: “Compendio y declaración de lo que son obligados a guardar los caballeros de la Orden de Santiago” (1552), “El Catecúmeno o cristiano instruido” (1552), “Avisos de bien morir” (1552) y “Doctrina cristiana para los que entienden ya algo más que a los niños se suele enseñar comúnmente, por modo de diálogo” (1554).
Regresado a su diócesis en enero de 1553, muy marcada por el problema morisco, e imbuido de los principios contrarreformistas tridentinos, Ayala puso en marcha una amplia política reformista. Esta se concretó en múltiples aspectos: consiguió que Carlos V autorizara a los hijos de los conversos el acceso a los beneficios eclesiásticos con la intención de conseguir un clero arabófono para facilitar el adoctrinamiento, elaboró en 1554 una doctrina cristiana dirigida a los moriscos traducida al árabe por Bartolomé Dorador, aprobó nuevos estatutos para el Hospital Real en 1553 y la Consueta de la Catedral en 1557, estableció nuevas parroquias en la zona de los Montes y en 1560 dos en la ciudad de Guadix para la atención de la población del naciente barrio de las cuevas (Santa María Magdalena) y el control de los moriscos de la ciudad (San Torcuato) y entre enero y febrero de 1554 reunió el primero de los Sínodos diocesanos celebrados en el Reino de Granada. Este Sínodo, de reforma general de la diócesis, se centró especialmente en la problemática acerca de la población morisca, aspecto en el que incidiremos más adelante.
En julio de 1560 fue nombrado obispo de Segovia, sede en la que entró al año siguiente, para volver a las últimas sesiones del Concilio de Trento entre 1562 y 1563. En 1564 celebró Sínodo en su diócesis y en septiembre de ese año fue nombrado arzobispo de Valencia. Llegó a su nueva sede en abril de 1565, celebrando sínodo provincial en 1565 y diocesano en 1566. En 1565 asistió a la Junta celebrada sobre los moriscos en Madrid y en 1566 publicó su “Doctrina cristiana en lengua arábiga y castellana para la instrucción de los nuevamente convertidos del reino de Valencia”. Finalmente, falleció en Valencia en agosto de ese mismo año.
Nos queda valorar la figura de Ayala. Dejando fuera de duda su calidad e influencia como teólogo, el aspecto más problemático es el de su actuación con respecto a la población morisca. Ya en su día Gallego Burín y Gámir Sandoval, y Domínguez Ortiz y Vincent destacaron que Ayala, desde los principios contrarreformistas, y su Sínodo de 1554 supusieron el reinicio de las medidas aculturadoras duras con respecto a los moriscos. Así, el Sínodo no supuso sólo la nueva puesta en valor de lo legislado antes de la suspensión de 1526, especialmente lo acordado en la Junta de la Capilla Real de ese año, sino que las medidas se vieron ampliadas y además acompañadas de sanciones personales y pecuniarias para los infractores, lo que motivó las quejas moriscas. Sin embargo, su incidencia en la labor catequética y en el uso de la lengua árabe para ella llevaron al añorado profesor Barrios Aguilera a destacar a Ayala como un ejemplo de política humanística de evangelización pacífica, siguiendo la herencia marcada por fray Hernando de Talavera. Sin embargo, el análisis a fondo del uso evangelizador del árabe nos muestra que este se usó también con un claro sentido de control y represión sobre una población morisca que, especialmente la rural, desconocía el castellano. Por tanto, debemos ver en Ayala al precursor de la línea dura con respecto a los moriscos, que se concretó en el Sínodo Provincial de Granada de 1565, en la Junta de Madrid de 1566 (en la que Ayala participó) y en la pragmática de enero de 1567, que acabó llevando a la rebelión de 1568-1571.
Autor: Carlos Javier Garrido García
Bibliografía
AYALA, Martín de, Sínodo de la Diócesis de Guadix y de Baza, Granada. Universidad de Granada, 1994 [edición facsímil con estudio introductorio de Carlos Asenjo Sedano de Synodo de la Diocesi de Guadix y de Baça, celebrado por el reuerendíssimo señor don Martín de Ayala, obispo della, año de mil y quinientos y cincuenta y quatro, Alcalá de Henares, Juan de Brocar, 1556].
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