Nacido en Sevilla en 1723, era hijo de Antonio Flórez Maldonado y María Josefa Martínez de Angulo. Su nacimiento en la capital hispalense se explica por el cargo de veedor de los Reales Alcázares de Sevilla de su padre, aunque tanto su familia paterna como materna provenían de la meseta castellana. Perteneciente al estamento nobiliario, sus abuelos y bisabuelos gozaron del privilegio de hidalguía y ocuparon puestos relevantes en las administraciones locales y en varias instituciones de la Monarquía. En 1736, cuando contaba con trece años, el joven Manuel ingresó en la Real Academia de Guardias Marinas de Cádiz. Allí pasó varios años estudiando geometría, trigonometría, navegación, maniobra y cosmografía, y además se embarcó en varias expediciones de la Armada para completar su formación.
Una vez superadas las pruebas pertinentes, ingresó en el Cuerpo General de la Armada, siendo nombrado alférez de fragata en 1740. Desde entonces fue ascendiendo en la jerarquía naval hasta ocupar el cargo más alto de la Marina. Sin embargo, su trayectoria profesional se puede dividir en dos grandes periodos: una primera fase, entre 1740 y 1770, cuando Manuel Flórez fue encargado de varias misiones dentro de la misma Armada; y un segundo periodo, que abarcaría entre 1771 y 1799, en el ocupó varios cargos de responsabilidad de la administración de la Monarquía.
Durante tres décadas estuvo sirviendo en varios destinos y fue empleado en expediciones de tipo militar y científico. Realizó navegaciones por el Mediterráneo y el Atlántico, siendo recompensando por estos servicios con la patente de alférez de navío en 1747, la de teniente de fragata en 1749, la de teniente de navío en 1751 y la de capitán de fragata en 1753. Este último año decidió casar con Juana Pereira, que era natural de Corriente, y embarcó junto al marqués de Valdelirios rumbo a Brasil con el propósito de fijar las fronteras hispanoportuguesas en el imperio americano y, de este modo, dar cumplimiento al Tratado de Madrid (1750). Este puesto le permitió conocer de primera mano la realidad americana, pues pasó más de una década en el Río de la Plata, Paraguay y Perú.
En 1769 asciende a jefe de escuadra y, por tanto, ingresa en el generalato de la Armada. Poco años después asumió varios cargos de responsabilidad, como la comandancia del Departamento Marítimo de Ferrol (1771-1775) y fue agraciado con el hábito y las encomiendas de Lopera, Molinos y Lagunarrota de Calatrava —las cuales tenían asignadas una renta anual de casi 20.000 reales de vellón—. Tras varios años en la base naval gallega, fue nombrado teniente general (1774) y en 1775 recibe del rey la misión de ocuparse del virreinato de Nueva Granada, cargo que ocupó entre 1776 y 1782.
Tras llegar a Tierra Firme se tuvo que hacer cargo de un territorio que necesitaba responder urgentemente a dos prioridades: la defensa de las costas frente a la amenaza inglesa y la aplicación de los decretos de libre comercio. El primer objetivo era especialmente acuciante, pues Gran Bretaña había entrado en guerra contra sus colonias norteamericanas y la guerra con España se advertía inminente. No menos dañino fue el contrabando en aquellas costas, pues eran numerosas las embarcaciones que se dedicaban al comercio ilícito. Respecto a la aplicación del libre comercio, Flórez propició una mejora de la agricultura, las manufacturas y el sistema viario terrestre del virreinato. Durante su gobierno en Nueva Granada tuvo fuertes tensiones con el regente enviado desde Madrid para ocuparse de las cuestiones fiscales, lo cual provocó el levantamiento de varios pueblos indígenas.
Se le asignaron nuevamente responsabilidades de gobierno en 1787, cuando fue nombrado virrey de Nueva España. En este cargo apenas estuvo dos años, pues el propio Flórez reconocía su mal estado de salud. Su gobierno se caracterizó por la defensa del virreinato y el desarrollo de varias expediciones marítimas y terrestres en California, Nuevo México, Nueva Vizcaya y Nuevo León. En aquellos años la tensión con los ingleses y los rusos en las costas noroccidentales era máxima, de modo que potenció el apostadero de San Blas de California.
A su regreso a la Península Ibérica pudo ver con sus propios ojos cómo sus años de servicio fueron premiados con mercedes para él mismo y para su familia. En 1790 fue nombrado miembro del Consejo de Estado y Carlos IV le concedió un título nobiliario, el marquesado de Casa Flórez. Rechazó esta última gracia en favor de su hijo primogénito, quien se convirtió en 1790 en el primer titular de esta distinción. A su segundo hijo, además de ascenderlo a brigadier de la Armada, se le concedió el privilegio de gozar las encomiendas que tenía asignadas Manuel Flórez en la orden de Calatrava. Años más tarde, en 1795, ingresó en la Real y Distinguida Orden de Carlos III y apenas un año antes de morir llegó a la cúspide de la jerarquía naval, siendo nombrado Capitán General de la Armada.
Autor: Pablo Ortega del Cerro
Bibliografía
LUCENA SALMORAL, Manuel, “Manuel Antonio Flórez Martínez de Angulo”, entrada en el Diccionario biográfico de la Real Academia de la Historia. Disponible en línea.
PAVÍA, Francisco de Paula, Galería biográfica de los generales de Marina, jefes y personajes notables que figuraron en la misma corporación desde 1700 a 1868, Madrid, Imprenta J. López, vol. 1, 1873, pp. 596-598.
PÉREZ CALVO, Lucio, “El condado de Casa Flórez y su progenie española y americana”, en Hidalguía: revista de genealogía, nobleza y armas, 361, 2013, pp. 819-840.