Los avisos públicos y privados tenían la finalidad de difundir información. Circularon a través del correo postal durante toda la Edad Moderna. En su vertiente impresa, son parte esencial de las denominadas ‘relaciones de sucesos’, junto con las relaciones monotemáticas y otras manifestaciones informativas.

No es fácil ofrecer una definición precisa del vocablo por su naturaleza polisémica. ‘Aviso’ y ‘avisos’ fueron términos casi universales, pero con matices significativos entre un país y otro.

En Italia, los términos ‘avviso’ (sing.) y ‘avvisi’ (plu.) no distinguen con claridad entre el contenido noticioso y el producto informativo en el que se encuentran las noticias. De hecho, un ‘avviso’ podía hacer referencia a una carta con un único suceso. En el caso del portugués, el vocablo ‘aviso’ integra noticias y opiniones, consejos morales y otras cuestiones vinculadas. En neerlandés, el término ‘advijs’ o ‘advis’ hacía hincapié en el origen foráneo de la información. En el caso francés, un ‘advis’ era una información que tomaba la forma de una advertencia, notificación o instrucción en el contexto de la esfera política o militar.

En el ámbito hispanohablante, el sustantivo ‘aviso’ es un deverbal de ‘avisar’, en el doble sentido de ‘dar noticia de algún hecho’ y ‘advertir, prevenir, aconsejar’. Un ‘aviso’ era una sola unidad de información, de modo que los términos ‘relación de avisos’, ‘carta de avisos’ o ‘avisos’ hacen referencia a un conjunto de estas unidades. Como bien aclaró Jean Paul Étienvre, si puede haber (y hay) ‘relaciones de avisos’, en cambio no hay (no se han encontrado y teóricamente no puede haber) ‘avisos de relación’.

El concepto evolucionó a lo largo de los años. El tardío Diccionario de Autoridades (1726-1739) lo define como: “Notícia dada à otro de lo que sucéde, ò acontece, ò le conviene para algun fin”.

Por influencia o traducción directa de manuales epistolares italianos, autores ibéricos como Tomás Gracián Dantisco, Rodrigo Espinosa de Santayana o, sobre todo, Juan Fernandes de Abarca se preocuparon por la forma de escribir este tipo de epístolas, que ubicaron en el género retórico demostrativo.

Frente a la carta de relación (también denominada ‘nunciatoria’ en algunos manuales epistolares), que suele contar con el relato más o menos detallado de un acontecimiento, la carta de avisos (también denominada ‘narratoria’, ‘relación de avisos’ o ‘avisos’) cuenta con varios de extensión más breve.

Los avisos constituyen una compilación, ya sea de otras cartas, rumores, u otras fuentes. Así, el compilador escribe y transcribe, cuando no resume, cada uno de estos relatos de acontecimientos o avisos. La presencia de estos compiladores en el propio texto puede variar. En cualquier caso, los secretarios, copistas, escribanos y espías serán los compiladores y/o redactores más habituales en sus inicios. En el caso de los avisos privados, era frecuente que estuvieran cifrados.

Comprobamos así la íntima vinculación entre estas compilaciones de avisos y la necesidad de corresponsales. De hecho, son bien conocidas las redes de avisos privados al servicio de la diplomacia y el comercio. Un ejemplo castellano lo encontramos en el conde de la Roca, Juan Antonio de Vera y Figueroa (1583-1658). Fue un diplomático competente que, como tal, supo desarrollar una importante red de corresponsales. Para frustración del Cardenal Richelieu, el conde de la Roca lograba que ciertas informaciones sensibles llegaran antes a Madrid que a París. Fue también hombre de letras, dejando un práctico manual, El embajador (1620), donde revela la importancia de los avisos y la mejor manera de gestionarlos en la embajada.

En el ámbito impreso, evolucionará la manera en que se presentan los avisos. Pasarán de ser simples copias impresas más o menos fieles a las cartas originales a conseguir cierta independencia. En concreto, las relaciones de avisos impresas evolucionarían hacia la gaceta, el primer producto informativo consolidado del Periodismo, pasando por otras modalidades politemáticas de amplia tradición epistolar como las nuevas de la Corte.

Algunos ejemplos notables son Nueva relación venida de Roma este mes de Setiembre deste año 1597 de las grandes victorias que a tenido el Emperador contra el Gran Turco (Granada, Sebastián Muñoz, 1597) o Carta escrita por Diego de Ibarra. Mercader vizcaino vecino de la Corte de Madrid, á Joan Bernal su corresponsal en la ciudad de Córdova, en que le da una breve relación del estado de todas las cosas notables, que oy pasan en Europa, particularmente de los buenos sucesos del Duque de Osuna con la presa que ultimamente hizo de tres Galeras, con más de cuatrocientos mil ducados (Córdoba, Francisco de Cea, 1617).

Estos textos suelen ser breves -rara vez superan las ocho páginas-, por lo general en formato cuarto (4º) o folio (2º), y pueden contar con portadas, encabezamientos, etc. Las diferentes partes de la carta clásica, salulatio, exordium y conclusio, perderán presencia e importancia en favor de la narratio en tercera persona. En cuanto a la temática, suelen ofrecer información de todo orden, aunque predominan las noticias de naturaleza internacional.

Con respecto a la redacción del aviso, podían empezar indicando el lugar de procedencia (Ej.: “De Nápoles se dice”; “De Praga se avisa”), la fecha en la que fue escrita y/o recibida (“En seis de Mayo, tuvimos aqui nueva cierta”; “Y con cartas de Flandes de 28. de Agosto, avisan que”) y/o una expresión o verbo de dicción (Ej.: “Oy se aviso a su Magestad, de Motril, que en nueve del mes de Abril”; “Se avisa de Florencia”). Más adelante, la procedencia y la fecha se podrán dar como epígrafes. Ejemplos de esta práctica los tenemos ya en los impresos de Juan Gómez de Blas de mediados del XVII, y se encuentran con facilidad en el siglo XVIII, como se puede comprobar en la edición sevillana de la Gazeta de Madrid.

Es frecuente que los avisos locales se expresen de manera directa. Véanse algunos ejemplos: “Su santidad ha nombrado para que lleve el bonete colorado, y Capelo al dicho Infante Cardenal”; “Agora de nuevo se fabrican por aca algunas Naos, y Galeras en que poder remar. Y en esta ciudad de Ambers, se hizo una Nao a manera de Galizabra”.

El aviso impreso clásico suele ser breve y conciso, con poco margen para la subjetividad. Sin embargo, evolucionará tanto en España como en Portugal hacia textos más largos, subjetivos e, incluso, adquirirán una función narrativa.

Como unidad mínima de información, el ‘aviso’ es el precedente directo de la noticia como género. Como conjunto de estas unidades, los ‘avisos’ evolucionarán hacia diferentes productos informativos, como la gaceta. Gaceta que, a su vez, es el precedente directo del periódico contemporáneo.

 

Autor: Rafael Soto Escobar


Bibliografía

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