La ubicación geográfica de Gibraltar es doblemente privilegiada, primero por su cercanía al estrecho que separa el océano Atlántico del Mediterráneo y en segundo lugar por las propias características del Peñón, que forma una montañosa península con un difícil acceso terrestre, pero con un puerto bien protegido. Estas condiciones geográficas hicieron que la ciudad fuese ya objeto de numerosos asedios (hasta una decena) durante época medieval, cambiando de manos en diversas ocasiones entre fuerzas cristianas y musulmanas. La plaza reunía por tanto unas condiciones óptimas para ser tomada y posteriormente defendida por fuerzas navales aún sin apoyo desde tierra y así se había planteado en proyectos militares británicos durante el siglo XVII para la toma y ocupación del peñón.

A la muerte de Carlos II Andalucía se consolida como un territorio fiel a Felipe V sin apenas pronunciamientos en favor del archiduque Carlos de Austria. En este último bando entrarían en el conflicto Inglaterra y Provincias Unidas, ambas potencias eminentemente marítimas, por lo que su participación en el conflicto se tradujo en la organización de armadas con las que operar en las zonas costeras. En 1702 la flota angloholandesa realizaba un primer intento sobre la Bahía de Cádiz y la ciudad misma, que resistió el ataque forzando a la armada austracista a retirarse. La siguiente campaña de la armada angloholandesa trató de tomar Barcelona, operación que fracasó y acabó en la búsqueda de un objetivo más asequible: Gibraltar.

El 1 de agosto de 1704 llegaba al peñón la flota, comandada por el británico Rooke. Estaba compuesta por 61 buques de guerra, varios de ellos de Países Bajos, que portaban un total de 4.000 bocas de fuego, 25.000 marineros y 9.000 infantes listos para ser desembarcados. Como representante del Archiduque Carlos se encontraba también embarcado en la armada el príncipe Jorge de Hesse-Darmstadt. La disparidad de fuerzas era notable, pues la plaza bajo el control del gobernador Diego Salinas contaba con 100 soldados regulares, algo más de 300 miembros de la milicia y 100 cañones, aunque con un número muy reducido de artilleros para operarlos. Esa misma noche Darmstadt desembarca con 3.000 soldados al norte del istmo, cerrando las posibilidades de salir de la ciudad, y envía una carta al gobernador solicitando la entrega de la plaza.

El gobernador Salinas, al tiempo que solicitaba ayuda al Capitán General de Andalucía, mantuvo la posición y preparó las defensas. La mañana del 3 de agosto la flota abrió fuego con toda su potencia sobre la ciudad. Tras 6 horas de intenso bombardeo comenzó el desembarco en el Muelle Nuevo desde donde las tropas británicas comenzaron a tomar las defensas. Tras una breve pero inútil resistencia, dada la abrumadora superioridad angloholandesa, el gobernador Salinas junto al cabildo acordaron el 4 de agosto la capitulación de la plaza y la salida de las autoridades de esta. Con la rendición tiene lugar un polémico hecho en el que se cimentan algunas de las disputas jurídicas y diplomáticas sobre el mismo, y es que, pese a que la escuadra actuaba como partidaria del Archiduque Carlos en la pugna por el trono español, el almirante Rooke izó el pabellón británico, tomando posesión de Gibraltar en nombre de la Reina Ana.

El cabildo y buena parte de los 5.000 habitantes que tenía Gibraltar antes del ataque salieron del peñón para establecerse en las demás poblaciones de la Bahía de Algeciras. Con la conquista de Gibraltar el bando austracista, y particularmente la corona británica, ganaba una base de operaciones en el sur de la península que facilitaba tanto el control del estrecho como un posible desembarco de tropas. La plaza contaba con unas óptimas condiciones defensivas frente a ataques terrestres, no obstante, al estar rodeada de territorio enemigo, debía contar con apoyo naval para la defensa y abastecimiento. Por esta razón se aprestó desde el lado borbónico rápidamente una flota franco-española al mando del Conde de Toulouse para retomar la ciudad.

Tras dejar la mitad de la infantería embarcada como guarnición en Gibraltar la flota angloholandesa salió a la mar para interceptar a la escuadra borbónica. El encuentro tuvo lugar en las costas de Málaga, donde tras trece horas de combate ambas flotas sufrieron pérdidas, pero se retiraron sin una victoria clara y sin que la escuadra del Conde de Toulouse avanzase hacia Gibraltar. Despejada la amenaza por mar sobre el peñón, el dominio inglés se consolidó de cara al inminente ataque borbónico por tierra para recuperar la plaza, operación que Felipe V ordenó organizar con premura.

Gibraltar se convertía en un objetivo por parte del lado borbónico de primer orden, pues amenazaba todo el litoral andaluz, así como el propio Estrecho. El marqués de Villadarias, como Capitán General de Andalucía, fue el encargado de organizar el asedio a la plaza. Contó para ello con un ejército de 9.000 hombres que, junto a las propias fuerzas gibraltareñas comandadas por el gobernador Salinas, comenzaron el asedio a la ciudad el 9 de septiembre, apenas un mes después de haber rendido la ciudad. Pronto se unieron también 3.000 soldados franceses al mando del general Cabanne y una escuadra del 8 navíos franceses comandada por el almirante Pointí. En frente Darmstadt defendía la plaza con los 4.000 infantes que constituían la guarnición. Una nueva escuadra angloholandesa con 9 navíos ingleses y 10 naves ligeras holandesas se aprestó a reforzar la plaza, provocando la huida de los navíos franceses y desbaratando todo el intento.

A lo largo de la Guerra de Sucesión se repitieron los intentos por retomar la plaza, como el audaz intento llevado a cabo en 1704 que trató de escalar el peñón de noche y por su cara más escarpada, o el llevado a cabo en 1705 sobre la Puerta de Tierra, pero todos ellos acabaron frustrados. El constante apoyo por parte de flotas angloholandesas y la falta de coordinación entre mandos de las tropas y armadas borbónicas provocaron el fracaso del sitio que se levantó en abril de 1705.

Con la firma del Tratado de Utrecht la corona española reconocía la soberanía británica de Gibraltar, aunque en conflictos sucesivos su recuperación fue un objetivo primordial a lo largo de todo el siglo XVIII que sin embargo no se llegó a concluir.

 

Autor: Francisco Gil Martínez


Bibliografía

ALBAREDA SALVADÓ, Joaquim, La Guerra de Sucesión de España (1700-1714), Barcelona, Crítica, 2010.

CALDERÓN QUIJANO, J. Antonio; CALDERÓN BENJUMEA, J. Antonio, “Gibraltar en el siglo XVIII”, en A Revista de Estudios Campogibraltareños, 7, 1992, pp. 45-66.

SÁEZ RODRÍGUEZ, Ángel, “Fortificaciones y aspectos militares en el Campo de Gibraltar”, en A Revista de Estudios Campogibraltareños, 34, 2007, pp. 135-152.

CALVO POYATO, José, “1704: Gibraltar en el marco de un conflicto europeo”, en A Revista de Estudios Campogibraltareños, 34, 2007, pp. 27-34.

Visual Portfolio, Posts & Image Gallery para WordPress