Las Sociedades Económicas de Amigos del País fueron reconocidas como uno de los principales estandartes de la Ilustración española durante del reinado de Carlos III. Bajo un principio de utilidad, estas Sociedades Patrióticas estuvieron principalmente dirigidas, en aquellos territorios donde se establecieron, al fomento de la Agricultura, la Industria, el Comercio, las Artes y la Educación. Así, durante la segunda mitad del siglo XVIII, concretamente hasta 1808, se llegaron a fundar cerca de un centenar de Sociedades Económicas.

En este contexto, Andalucía vivió uno de los procesos de fundación de establecimientos societarios más activos de todo el territorio de la Monarquía. No en vano, desde 1774, año de la aprobación y fundación de la Sociedad de Baeza hasta el tardío 1804, fecha en la que se gestionó la solicitud de la Sociedad de Loja, se fundaron treinta y dos Sociedades Económicas. Sin duda, la mayor concentración de todo el conjunto de la Monarquía, significando una tercera parte del total de proyectos societarios.

Pese al destacado número, la suerte de estas instituciones ilustradas fue dispar. El destacado apoyo de la Monarquía, otorgando reales protecciones a estas iniciativas, en muchas ocasiones particulares, provocó la proliferación de estos establecimientos. Así, por ejemplo, en el caso de la localidad de Vera, en el Reino de Granada, la solicitud para su fundación se presentó el 20 de marzo de 1775, siendo la segunda solicitud más temprana del conjunto de Andalucía y concluyendo el proceso de establecimiento con la aprobación final el 10 de junio de 1776 bajo la de nominación de Sociedad Patriótica de Vera y su jurisdicción.

En el momento de la fundación, Vera apenas contaba con unos seis mil habitantes lo que, sin duda, unido a su carácter pionero en su entorno, procuró el apoyo y favorecimiento de las autoridades. De hecho, El monarca Carlos III costeó la edición de sus Estatutos, al tiempo que la Sociedad recibió del intendente de Granada la cantidad de seis mil reales para comenzar sus proyectos.

Desde un inicio, como se recoge en sus Estatutos, publicados en el Mercurio Histórico y Político, fueron objetivos principales de la Sociedad “el fomento de la industria popular de esta ciudad y su jurisdicción, ya promoviendo la aplicación de sus naturales a las artes y manufacturas que les puedan ser más útiles y fáciles según la proporción de su terreno y producciones; ya procurando el mayor aumento de la agricultura, cría de ganados, pesca, fábricas, comercio y navegación”.

En el caso de la Sociedad Económica de Vera, la institución contaba con cuatro clases de socios: “Honorarios”, “Numerarios”, “Correspondientes” y “Agregados”; así como con las figuras perennes de: Director, de carácter vitalicio;  Secretario, igualmente perpetuo; Censor, con dos años de duración y; por último, doce comisionados o consiliarios, igualmente de carácter duradero. Por lo que se refiere a estos doce últimos empleos, éstos estarían ocupados por un miembro del Ayuntamiento, dos eclesiásticos, una persona del Convento de Padre Mínimos de Vera, tres militares, un agente del Ministerio de la Real Hacienda, un letrado y, finalmente, tres personas elegidas en calidad de Agregados de Comisión.

Dos veces al mes se reunía la Junta general de la Sociedad Económica, estando compuesta por todas las personalidades anteriormente expuestas. Esta Junta abordaba todas las cuestiones gubernativas y económicas de la Sociedad, al tiempo que se leían las obras literarias producidas por los socios de la institución. Igualmente, durante la celebración de dicha Junta, se presentarían dos Caballeritos Alumnos examinándoles de su aprovechamiento y otorgándoles, en caso meritorio, una medalla conmemorativa.

Desde un plano sociológico, las instituciones societarias andaluzas, pese a contar con un amplio espectro social entre sus socios, destacaban por estar conformadas preferentemente por nobles, clérigos y militares. De hecho, en el momento de la fundación de la Sociedad Económica de Vera, el primer Director fue Miguel García Reinoso, Vicario General, siendo el Secretario de la Sociedad Jaime de Abreu, Capitán de Caballería en ese instante y Censor el Licenciado Ignacio Bartolomé de Soto, abogado de los Reales Consejos y auditor de Marina de la provincia de Vera.

Para dar la conveniente cabida a sus miembros, las Sociedades Económicas configuraron una serie de categorías societarias para atraer a individuos que, por su calidad, fuesen miembros reconocidos de las mismas. De esta manera se crearon socios numerarios, correspondientes o agregados, siguiendo las prerrogativas que Campomanes instauró a través de la Real Sociedad Matritense de los Amigos del País, referente de las sociedades andaluzas. Concretamente, en el caso de la Sociedad Económica de Vera, una tercera parte de sus miembros pertenecían, en el año de su fundación, al clero.

En particular, en el caso de la Sociedad de Vera tuvo entre sus socios honorarios destacadas personalidades como el propio Pedro Rodríguez de Campomanes, Pedro José Pérez Valiente, Consejero de Castilla, el Duque de Alba, el Marqués de Villafranca, Gregorio de Mayans y Síscar o Pedro Joaquín de Murcia, colector general de expolios y vacantes. De la misma manera, en su calidad de oriundo de la ciudad de Vera, cabe indicar los vínculos de Fray Pedro de Torres con la Sociedad Patriótica de Vera al tiempo que se identificaba como el fundador de su homónima en la localidad granadina de Motril.

Las Sociedades Económicas de Amigos del País se estructuraban internamente en base a comisiones, bajo las cuales se tratarían de desarrollar los cometidos de la institución. En el caso de la Económica de Vera cabe señalar que, en lugar de contar con tres o cuatro comisiones, contaba con un total de doce. Una consecuencia probablemente derivada de su temprano nacimiento puesto que fue coetánea al nacimiento de la Matritense, Sociedad que, como se ha indicado, sirvió de modelo a las futuras instituciones societarias. Esta particular independencia de la Sociedad Económica de Vera respecto de un modelo establecido derivó en ciertas particularidades o libertades de la Sociedad.

El objetivo fundacional de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Vera se puede focalizar en dos principios fundamentales, por un lado, económico y; por el otro lado, educativo. De esta manera, desde un plano productivo, la Sociedad intentó fomentar los regadíos, aunque sin éxito, al tiempo que impulsó la creación de una fábrica-almacén de esparto y cáñamo que llegó a dar trabajo a más de un centenar de personas. Desde un punto de vista educativo, uno de los principales pilares de las Sociedades Económicas, se intentó crear, bajo la supervisión societaria, una red de seminarios de nobles en las ciudades más importantes del país. Estos establecimientos educativos, con unos contenidos docentes muy ambiciosos -idiomas, ciencias, economía, etc.-, se proyectaron a lo largo del país; sin embargo, al menos en el caso de Vera, no llegó a hacerse realidad. Igualmente fracasaron los intentos de creación de seminarios de nobles de las Económicas de Sevilla o Granada. Con todo, en la localidad almeriense de Vera sí se creó una escuela de primeras letras, como también se produjo en otros lugares, caso de Cabra o Lucena; así como también una escuela de latinidad.

En conclusión, a pesar de sus diferencias estructurales con otras Sociedades Económicas de la época, la Sociedad Económica de la ciudad de Vera aunó los principios ilustrados del momento tratando de mejorar la economía de la jurisdicción, así como estableciendo mecanismos para la mejora de la instrucción de sus ciudadanos. Su carácter prematuro con respecto al conjunto de Sociedades Económicas creadas en la Monarquía debe ser un acicate para reconocer su trascendencia en la historia de la provincia.

 

Autor: Álvaro Chaparro Sainz


Bibliografía

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