Quisiéramos comenzar con un texto de la obra de Cristóbal de Rojas (1555-1614), Ciencia y léxico: la terminología en la Teórica y práctica de fortificación, de 1598:

Todo esto fue poco respeto de lo que me sucedió con unos cavalleros, mostrándoles un modelo de fortificación, en el qual yva al pie d’él hecho un pitipié con letras de oro, y encima dibuxado un compás. Uno de los quales, y señor de título, por señalarse más que los otros, aviendo mirado el modelo, me preguntó que cómo aquel modelo no tenía pitipié. Y yo le respondí señalando con el dedo: «Señor, aquí está el escala». Respondió luego: «¿La escala?, luego ¿no tiene pitipié?». Por esto entendieron los de la junta aver sido género de vanidad, aver hablado de pitipié sin entenderlo más de por averlo oýdo decir.

Por tanto, es conveniente explicar qué entendemos por pitipié. El mismo Rojas nos explica que:

Siempre que el arquiteto quiere hazer una traça, lo primero que haze antes que la comiençe es hazer el pitipié. Y porque avrá muchos que no sepan qué cosa es pitipié, pongo aquí su declaración. El pitipié es nombre francés, que peti en francés quiere dezir ‘pequeño’ o ‘chico’, y así es lo mesmo dezir en nuestra lengua castellana pequeño pie, como en francés pitipié.

En el Diccionario de Autoridades (Tomo III) de 1732, se define escala como:

En la Mathemática es una línea dividida en alguna cantidad de partes iguales, que representan pies, varas, léguas o otra qualquier medida: y sirve para delinear con proporción en el papel la planta de qualquier terreno o edificio. Llámase tambien Pitipié. Latín. Scala

Los términos escala, pitipié y troncos de leguas conviven desde un principio y su empleo es equivalente, utilizándose indistintamente entre cartógrafos, cosmógrafos y arquitectos. Su trascendencia es tal que en el Breve compendio de la carpinteria de lo blanco y tratado de alarifes: con la conclusion de la regla de Nicolas Tartaglia y otras cosas tocantes a la geometría y puntas del compas, de 1727 del marchenero Diego López de Arenas (1579-c. 1641) expone que

El pitipie es tan importante saberlo qualquiera maestro que tratare de puntas de compas, que unos le llaman escala, y otros pitipie, y otros vara pequeña: y la verdad es, que no es otra cosa que una vara para medir lo que se desea en cosas pequeñas, como si dixesemos, en un pliego de papel quiero demostrarla planta de un edificio.

Incluso hay autores que señalan en qué tipos de mapas son más útiles emplear los pitipiés. Así, como ejemplo, en la obra de Enrique Flórez (1702-1773), Clave geografica para aprender geografia los que no tienen maestro, de 1771, detalla que

En los Mapas de Reynos, o Provincias, es donde se pone a parte el Pitipie, por causa de tener las cosas mas individuadas, no solo con grados, sino con minutos. En estas tambien podia servir de Escala la línea de los grados de Latitud: pero se pone a parte, para que se halle dividido cada grado en partes, que corresponden cada legua: porque en la línea de grados, solo se dividen estos en minutos, y por consiguiente en sesenta partes: pero en la Escala se divide cada grado en tantas partes quantas leguas o millas dén a cada grado: lo que es muy diferente de la division de minutos.

En casi todas las representaciones territoriales, principalmente en los portulanos y, posteriormente, por extensión en todos los mapas de la Edad Moderna, llevaban una escala que servía para valorar tanto las distancias entre los distintos puertos mediterráneos, como las dimensiones o longitudes de los elementos cartografiados. Por regla general estos pitipiés estaban graduados en leguas. Por esta razón y por el hecho de estar dibujada con forma de leño se les denominó, también, troncos de leguas. Pero su uso nos plantea varias cuestiones. Una primera era el valor atribuido o la medición exacta de la legua, que por aquel entonces tenía valores desiguales dependiendo de múltiples factores. El principal de ellos es la procedencia del cartógrafo o el lugar de edición de sus obras. Por regla general los mapas portugueses, españoles, italianos, alemanes, franceses… utilizaban medidas diferentes para referirse a la misma unidad de longitud: la legua. Para el caso que nos ocupa, la legua italiana tiene una longitud de mil pasos, ocho estadios o una milla, mientras que la de España se prolonga a cuatro millas. De hecho, en muchas ocasiones en un mismo mapa se representaban diferentes unidades de longitud.

Otra cuestión a destacar es que los pitipiés empleados no sirven para espacios geográficos que varían de forma considerable en la latitud. Por el contrario, para cartografías de menor escala la situación varía significativamente. Un ejemplo de ello podemos observarlo en los portulanos y otras representaciones territoriales renacentistas como el icónico mapamundi de Juan de la Cosa (c. 1449-1509). Al respecto, Silió Cervera señala que los valores de las divisiones de los troncos de leguas varían en función de la latitud. Así, si el tronco de 12 leguas, que equivale a 50 millas romanas, es válido al ecuador, para nuestras medidas en el Mediterráneo este tronco se ha de transformar en otro de 10 leguas, es decir, 40 millas. Ejemplos de mapamundis con troncos de leguas son los realizados por el sevillano Pedro de Medina (c. 1493-1567) en su Suma de Cosmographia de 1550 o el Planisferio Salviati, publicado en 1525 y realizado por el también sevillano Nuño García de Toreno (¿? -1526). Pero en otras ocasiones, a pesar de la escasa variedad de latitud en los territorios representados, no se incluía ningún tipo de pitipié. Son los casos del manuscrito del Obispado de Jaén del baezano Gaspar Salcedo de Aguirre (1545-1632), fechado en 1587 o en cada uno de las obras del Atlas Luz de Navegantes de 1592 de Baltasar Vellerino de Villalobos, natural de Sevilla. Otros autores emplean el pitipié en determinadas obras, mientras que en otras no. Andrés de Morales (c.1476-1517), cartógrafo sevillano, o quizás cordobés, hizo uso de la escala en su mapa de La Española de 1509, mientras que en su primer trabajo impreso que representa las Américas, publicado en su segunda edición por Pedro Mártir (1457-1526), carece de tronco de leguas.

Desde un punto de vista estético, estos troncos se representan con una gran variedad de formas y grados de ornamentación. Muchos de los cuales siguen a la escuela holandesa que dibujan tales troncos de leguas con formas primorosas, como es el caso del mapa del obispado de Sevilla de Jerónimo Chaves (1523-1574) de 1579; e incluso, en algunas ocasiones ribeteadas con artilugios de navegación como el compás de puntas.  Estas escalas gráficas, con forma de lápiz de doble punta, tal y como lo emplea Alonso de Santa Cruz en su famoso islario, están subdivididas en segmentos que varían en número dependiendo del mapa en cuestión. Analizando cada una de estas subdivisiones que aparecen en los pitipiés hemos determinado que cada una de estas subdivisiones representa 10 millas italianas.

Así pues, aunque el empleo de los pitipiés comenzó con los portulanos, pero pronto se extendió entre todo tipo de cartografía: islarios, mapas regionales, cartas náuticas e incluso los planisferios. En muchas ocasiones su uso fue incorrecto. Si en los portulanos que representaban todo el Mediterráneo, además de tierras adyacentes, la variación en latitud provocaba estimables errores al aplicar las medidas establecidas en dichos troncos de leguas, no digamos en los planisferios donde la diferenciación de la latitud era aún mayor. En cambio, cuando se emplearon en trabajos de más detalles como podrían ser los mapas regionales, como los de los Reinos de Sevilla, Córdoba, Granada…; o las cartas náuticas atlántica y mediterránea de Andalucía, donde la amplitud latitudinal era aún menor, dichas escalas gráficas tenían una función acorde con los propósitos del cartógrafo, ya que se ajustaban de forma correcta a su uso, es decir, las distancias y recorridos entre fondeaderos, puertos o ensenadas.

 

Autor: José Carlos Posada Simeón


Fuentes

Carta universal (1500) de Juan de la Cosa. En Biblioteca Virtual de Defensa. 

Suma de Cosmographia (1550) de Pedro de Medina. En Biblioteca Nacional de España, RES/215.

Hispalensis conventus deliniatio (1579) de Jerónimo Chaves. En Biblioteca Virtual de Andalucía.

Islario general de todas las islas del mundo (1560) de Alonso de Santa Cruz. En Biblioteca Nacional de España, RES/38.

Planisferio Salviati (1525) de Nuno García de Toreno. En Fundación Museo Naval (Facebook).

Breve compendio de la carpinteria de lo blanco y tratado de alarifes: con la conclusion de la regla de Nicolas Tartaglia y otras cosas tocantes a la geometría y puntas del compas… (1727) por Diego López de Arenas. En DIGIBUG: Repositorio Institucional de la Universidad de Granada.

Bibliografía

CABEZAS GELABERT, Lino, “«Trazas» y «dibujos» en el pensamiento gráfico del s. XVI en España”, en D’art, 17, 1992, pp. 225-238.

JIMÉNEZ MARTÍN, Alfonso, “El tamaño sí que importa: una historia del plano a escala”, en Artigrama, 31, 2016, pp. 33-65.

POSADA SIMEÓN, José Carlos, “Islarios. El tránsito de la cartografía medieval a la renacentista a través de la semiología cartográfica de los islarios de Da Li Sonetti, Bordone y Porcacchi”, en Cartografía histórica en la Biblioteca de la Universidad de Sevilla, Universidad de Sevilla, 2010, pp. 32-63.

SÁNCHEZ MARTÍN, Francisco Javier, “La conciencia terminológica de los matemáticos e ingenieros renacentistas y su preocupación por la divulgación científica”, en Anuario de estudios filológicos, 36, 2013, pp. 147-164.

SILIÓ CERVERA, Fernando, La carta de Juan de la Cosa: análisis cartográfico, Instituto de Historia y Cultura Naval, 1995, vol. 2.

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