La Congregación del Oratorio de San Felipe Neri es un instituto religioso de derecho pontificio, erigido por el papa Gregorio XIII mediante la bula Copiosus in misericordia Deus el 15 de junio de 1575, con sede en la iglesia de Santa María in Vallicella. Su origen se encuentra en el movimiento oratorianista iniciado en Roma en los años previos por el clérigo de origen florentino Felipe Neri (1515-1595), quien consiguió estructurar una congregación que en aquel momento habría de ser pionera, en tanto que se aseguraba la completa independencia administrativa de cada casa, sin que estas quedasen sujetas a la obediencia a un provincialato y a un generalato, como era habitual en el resto de órdenes religiosas. Este peculiar carisma le supuso inicialmente grandes dificultades para extenderse, puesto que escapaba de cualquier control general de los poderes temporales, ya fuesen políticos o eclesiales, con la natural excepción del papado.

El salto de la congregación a los dominios hispánicos se produjo por influjo de la comunidad italiana asentada en la ciudad de Valencia en 1645, toda vez que la devoción al santo fundador se había ido extendiendo entre las clases aristocráticas y populares tras su canonización en 1622, gracias a la acción propagandística emprendida por congregaciones como la Santa Escuela de Cristo. Estas antecedieron en numerosos casos a una fundación de los oratorianos o felipenses, pues preparaban la inserción del carisma del instituto, fundado en las misiones populares, el combate contra las diversiones paganas y la catequización de la infancia. Su presencia efectiva en Andalucía se demoraría hasta el último tercio del siglo XVII, debido a la fuerte oposición ejercida por las órdenes religiosas preexistentes en las ciudades densamente conventualizadas de la región, lo que habitualmente desembocaba en largos pleitos que acaban resolviéndose en el Consejo de Castilla, casi siempre a favor de los oratorianos gracias al juego diplomático de la Nunciatura Apostólica.

La primera fundación felipense en Andalucía tendría lugar en Granada el 12 de mayo de 1671 por iniciativa del arzobispo Diego Escolano y Ledesma (1609-1672), como forma de encauzar la empresa de un grupo de sacerdotes diocesanos que, desde algunos años antes y encabezados por el presbítero Pedro de Torres Ayala, trataban de organizar una comunidad seglar de beatas en los inicios de un pontificado que se caracterizó por la supresión de los beaterios en el arzobispado. La importancia del Oratorio granadino radica en que, desde su localización en el barrio nobiliario de la Duquesa, acabaría constituyendo un modelo que seguirían el resto de fundaciones andaluzas, tanto en lo referente a la organización administrativa, como en lo tocante al uso devocional con que convertirían la piedad en torno a la Virgen de los Dolores en el eje de su identidad en toda la región. Con ello, acabarían aglutinando también congregaciones seglares de distinto alcance y entre las que solían sobresalir las cofradías servitas integradas por personalidades destacadas de la nobleza y del alto clero.

El Oratorio de San Felipe Neri de Cádiz quedaría solemnemente establecido poco más de un año después, para el 30 de noviembre de 1672, en el Hospital del Carmen, fruto de los contactos previos mantenidos entre el oratoriano valenciano Diego Liñán -quien había liderado también la fundación del Oratorio madrileño doce años antes- y el presbítero local Pedro de Acevedo, empeñado en sumarse a la causa. La empresa gaditana fue especialmente dificultosa, pues la presión de las otras órdenes de la pequeña ciudad llevó al obispo, al ayuntamiento y al gobernador a tratar de disolver la congregación incluso por la fuerza en reiteradas ocasiones. De este modo, los oratorianos de Cádiz no lograrían la estabilidad requerida hasta 1679, cuando la congregación se reorganiza imitando ya el modelo granadino en la nueva casa de la calle San José.

La fuerte influencia ejercida por Granada tendría sus ecos inmediatos de forma temprana dentro del propio territorio granadino. Tal es el caso de Baza, donde el presbítero local Felipe Fermín se valió de la Escuela de Cristo para implantar en la ciudad el carisma felipense ya en 1665, lo que le sirvió de pretexto para organizar al clero local en una nueva Congregación del Oratorio de San Felipe Neri en 1673, con sede en el hospital de la Trinidad y a imitación de Granada. No será hasta un cuarto de siglo después cuando los oratorianos bastetanos puedan trasladarse a un recinto propio erigido en la Cava Baja, donde acabaron conformando un cabildo eclesiástico paralelo al de la Abadía de Baza, con el que escapar al control efectivo del obispo de Guadix y tratar inútilmente de sentar estrategias con que recuperar la entidad de Baza como sede episcopal independiente que había sido durante la Alta Edad Media.

Tras estos primeros conatos fundacionales en Andalucía, habrá que esperar hasta el año 1692 para asistir al surgimiento de una nueva iniciativa. La localidad de Carcabuey vería aglutinado a su clero local en el Oratorio felipense a partir de ese año. La iniciativa partió del abad de Alcalá la Real, fray Antonio Pimentel y Ponce de León, con el afán de reformar la vida licenciosa que llevaban los eclesiásticos del municipio. Para este fin, les dio como sede la ermita de San Marcos y, para nutrir las filas congregacionales, contó con el respaldo de la comunidad granadina, que finalmente cedería el testigo al Oratorio de Córdoba a partir de 1696. El 3 de febrero de ese año quedaba fundada en esta ciudad la que sería la quinta comunidad oratoriana de Andalucía, gracias al empeño depositado por Luis Antonio Belluga y Moncada (1662-1743), influyente oratoriano granadino y prebendado cordobés que acabaría ostentando la mitra murciana y el cardenalato pocos años después. Así, con las miras puestas en imitar una vez más las particularidades granadinas, trasladó a Córdoba al prepósito de esta ciudad, Francisco Navascués Pérez, a quien entregó la propiedad del Palacio de los Ochoa, adquirido por Belluga para este fin.

El mismo padre Navascués sería quien pasase dos años después a la ciudad de Sevilla, llamado por el arzobispo Jaime de Palafox y Cardona (1642-1701), gracias a cuyo interés un nuevo Oratorio quedó establecido en la capital del Guadalquivir el 27 de noviembre de 1698. La sede cedida para ello por el Ordinario fue la misma casa de la calle Costales que servía de corral de comedias, con lo que esta fundación sirvió para plantar batalla censuradora al foco de libertad crítica que constituían los teatros populares. Ya en el siglo XVIII, la comunidad granadina seguiría haciendo gala de su intensa promoción fundacional, dentro de la cual también se concitarían intentos frustrados, como los que trataron de formar nuevas sedes oratorianas en las pequeñas ciudades de Motril y de Guadix.

Por su parte, el también felipense granadino Cristóbal de Rojas movería los contactos necesarios para dejar fundada una nueva comunidad en la que era su ciudad natal. Así es como el Oratorio de San Felipe Neri llegaba a la ciudad de Baeza el 4 de diciembre de 1714, para hacerse cargo de la administración del seminario diocesano establecido en un ala del Palacio de Jabalquinto. Asimismo, el padre Rojas se situaría al frente de la última fundación oratoriana de Andalucía durante la Edad Moderna, que sería la establecida en Málaga en el año 1739, dentro de la casa solariega cedida para este efecto por los condes de Buenavista, en la que también acabarían asentando una escuela de primeras letras para niños sin recursos.

Así como en lo estratégico, lo administrativo y lo devocional, también en lo artístico Granada sentaría las bases sobre las que se concebirían las iglesias oratorianas de las principales fundaciones andaluzas. Si detrás del proyecto granadino se encontraba la destreza del enigmático arquitecto Melchor de Aguirre, la de sus pupilos más inmediatos, como Francisco Hurtado Izquierdo, José de Bada y Navajas o Gaspar Cayón, se encontraría tras de la traza de Oratorios dedicados siempre a la titularidad de la Virgen de los Dolores, como los de Baza, Córdoba, Cádiz o Málaga.

En 1808 se conformaría una nueva comunidad en el Palacio de Valhermoso de Écija, aunque su existencia sería mínima pues las exclaustraciones que sucedieron a la Invasión Francesa interrumpieron su devenir en sus mismos inicios, sin que se recuperase con posterioridad. Otras comunidades pequeñas, como fue el caso de Carcabuey o Baeza, también encontraron el final de su historia para el año 1810. Poco después, las Cortes liberales, esas mismas que se habían establecido en el Oratorio felipense de Cádiz para proclamar la primera Constitución española en 1812, trataron de obstruir la reorganización de las comunidades oratorianas en castigo por su clara adhesión al absolutismo y el control que adquirieron de la educación tras la expulsión de los jesuitas en 1767. Con todo, la vuelta al absolutismo de Fernando VII en 1814 consintió la reactivación de las comunidades asentadas en municipios principales, las cuales escaparon de las medidas desamortizadoras del Trienio Liberal (1820-1823) por no obedecer en su estatus a la condición de instituto de regulares.

Finalmente, la exclaustración de 1835 resultó el golpe definitivo para la presencia oratoriana en Andalucía. Las comunidades quedaron disueltas en su totalidad y sus posesiones fueron esquilmadas y subastadas. Los templos felipenses de Granada, Córdoba y Baza sobrevivieron con grandes mutilaciones a la desamortización de Mendizábal y posteriores políticas de supresión de símbolos religiosos del espacio público. Tan solo los antiguos Oratorios de Málaga y Cádiz pervivieron en su uso religioso como ayudas de parroquia. Por su parte, la comunidad hispalense pudo reorganizarse con grandes dificultades a partir de 1852, pero su primitiva casa ya no existía, por lo que tuvieron que refugiarse en la parroquia de San Alberto, donde permanecen como la única congregación felipense que subsiste en la actualidad, contando con una segunda sede en la misma ciudad desde el año 2003.

 

Autor: José Antonio Díaz Gómez


Bibliografía

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DÍAZ, José Antonio, El Oratorio de San Felipe Neri de Granada: historia y patrimonio de una fundación perseguida, Granada, Comares, 2021.

DÍAZ, José Antonio, Baza y el Oratorio de San Felipe Neri en la lucha por la independencia: poderes, sociedad y patrimonio en el Altiplano granadino, Córdoba, Tambriz, 2021.

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