Durante el siglo XVIII la Real Armada hizo un gran esfuerzo para elaborar un conocimiento hidrográfico moderno y desarrollar nuevas rutas marítimas. Este impulso se puede explicar por el contexto global, la estrategia imperial, los cambios en el comercio y los avances científicos ocurridos durante toda la centuria, de modo que las tradicionales conexiones atlánticas —fundamentalmente los derroteros de las flotas y galeones de la Carrera de Indias— fueron completadas con nuevos nexos con América del Norte y el Sur, Asia, África y Oceanía. En este fenómeno tuvo una enorme importancia la Andalucía Baja, y muy especialmente la bahía gaditana, pues al ser el principal puerto comercial y la base naval más importante de la Monarquía se convirtió en el epicentro de los nuevos descubrimientos y expediciones.

Un punto de inflexión fue la Guerra del Asiento (1739-1748). Durante este conflicto se comprobó que el tradicional sistema comercial de flotas anuales era especialmente vulnerable a los ataques enemigos, de modo que se propuso la generalización de los navíos sueltos. Aunque este nuevo modelo no sustituyó completamente a las flotas, sí que evidenció la urgente necesidad de desarrollar y perfeccionar rutas marítimas alternativas a las diferentes regiones del imperio. La Armada tuvo gran protagonismo en este reto y el primer paso fue mejorar las técnicas de navegación. Se compraron nuevos instrumentos de medición, se reformó la construcción naval y se creó el Observatorio Astronómico de la Armada de Cádiz en 1752. Durante las décadas centrales del siglo se publicaron diversas obras que aplicaron nuevos cálculos y se comenzaron a implementar en las navegaciones del Atlántico Norte. También se hicieron trabajos para perfeccionar las rutas entre Cádiz y el Río de la Plata, así como el derrotero directo hasta Perú a través del cabo de Hornos. Sin embargo, estos parajes todavía mostraban dificultades técnicas que se irán solucionando progresivamente.

El estallido de la Guerra de los Siete Años (1756-1763) fue un duró revés para la Monarquía Hispánica y sus efectos evidenciaron la urgente necesidad de mejorar el conocimiento hidrográfico del imperio y crear nuevas rutas marítimas. Además, en paralelo a todo ello, se crearon los Correos Marítimos (1764) y se dieron los primeros pasos hacia la liberalización del comercio colonial (1765), de modo que la creación de nuevos derroteros pasó a ser una prioridad. A lo largo de la segunda mitad de la década de 1760 y la de 1770 se pusieron en marcha numerosas expediciones que tuvieron un doble objetivo: por un lado, mejorar la navegación incorporando los progresos científicos —como el cálculo de la longitud—; y por otro lado, abrir nuevas travesías a diferentes partes del imperio.

Entre 1773 y 1774 Juan de Lángara se encargó de recorrer todo el Atlántico Norte para calcular la longitud y corregir algunos datos. La expedición fue un éxito y se convirtió en el precedente de otras muchas misiones que tuvieron como propósito ampliar el conocimiento hidrográfico existente. Por ejemplo, en 1782 la fragata Santa Lucía fue enviada a La Habana para transportar correspondencia y armas, pero también tenía como misión “secreta” investigar un nuevo derrotero por Mariguana y el Canal Viejo. En el Atlántico Sur también hubo numerosas expediciones, como la de Medina (1766), Perler (1767), Gil de Lemos (1768-1769), Trujillo (1769), Piedra (1778-1779) y Viedma (1780-1784). Todas ellas tuvieron como propósito analizar aquellas costas y proponer posibles derroteros con Montevideo, la costa patagónica y las Islas Malvinas.

Sin embargo, uno de los objetivos prioritarios de la Armada en estos años fue la ruta del cabo de Hornos, la cual era aún en la década de 1780 bastante desconocida y peligrosa. Los trabajos de Heado (1770-1771), Bonaechea (1772-1773, 1774-1775) y Lángara (1775-1776) fueron esenciales para conocer con mayor profundidad el cabo de Hornos, así como las costas de Chile, Perú, la Isla de Pascua o Tahití. De hecho, en 1780 la fragata Santa Paula cruzó el cabo y consiguió tomar nota de las longitudes. Así mismo, la costa noroccidental americana fue objeto de numerosas expediciones frente a la creciente presencia rusa e inglesa en aquellas costas. En San Blas de California se instaló un nuevo apostadero de la Real Armada y desde allí se hicieron numerosos viajes, como el de Pérez (1774), Heceta (1775) y Arteaga (1779).

En este periodo también se puso en marcha un proyecto de enorme trascendencia: crear una ruta marítima directa entre Cádiz y Filipinas a través del cabo de Buena Esperanza. En los siglos precedentes la comunicación con Asia estuvo restringida a la ruta transpacífica del Galeón de Manila, pero entre 1765 y 1785 se hicieron catorce viajes en buques de la Armada para abrir un derrotero directo a través del océano Índico. Al tiempo que se hacían estos viajes se llevaron a cabo investigaciones hidrográficas de enorme importancia, tal como el cálculo de las longitudes del Índico hecho por Lángara entre 1771 y 1773.

Tras la guerra anglo-española de 1779-1783, la Real Armada redobló sus esfuerzos de investigación hidrográfica. El propio Secretario de Estado de Marina, Antonio Valdés (1783-1795), impulsó estas empresas porque era conocedor de la importancia de las comunicaciones marítimas en un contexto cada vez más globalizado e interdependiente. Buena muestra de ello fue la colección de cartas náuticas y cartografía hecha por Vicente Tofiño en la década de 1780. Durante estos años se pusieron en marcha varias expediciones de gran importancia que tenían como propósito la creación y perfeccionamiento de las rutas marítimas. Se pueden mencionar las de Cosme Churruca en las Antillas (1792-1795), la de Salvador Fidalgo en Tierra Firme (1792-1809), la de José María Chacón en Campeche (1781), la de José Hevia en el golfo de México (1783) o la de Ventura Barcaiztegui en Cuba (1790-1792).

Durante las décadas de 1780 y 1790 se pudieron superar las limitaciones que se venían arrastrando desde tiempo atrás y se generó un conocimiento actualizado del Atlántico Sur, el cabo de Hornos y el Pacífico. Los trabajos Varela Ulloa (1784-1796),  Gutiérrez de la Concha (1795-1802), los de Clairac (1789), Elizalde (1790-1791) y Moraleda (1792-1795) en las costas argentinas y chilenas fueron determinantes, pero cabe destacar la empresa realizada por Antonio de Córdoba entre 1785 y 1788 en el estrecho de Magallanes y el cabo de Hornos. En paralelo, la Armada seguía desarrollando derroteros en la costa de California y el Pacífico norte, aunque durante estos años la tensión con los ingleses se recrudeció. En esta región se llevaron a cabo las expediciones de Martín y Haro (1788), Martínez (1789), Fidalgo (1790), Quimper (1790), Eliza (1791), Galiano y Valdés (1792), Caamaño (1792) y Zapas (1793).

La misión que mejor representa este esfuerzo por mejorar y ampliar el conocimiento hidrográfico fue el viaje de Malaspina y Bustamante (1789-1794), el cual recorrió América y Asia. Los trabajos realizados durante esta expedición fueron esenciales para mejorar y desarrollar nuevas rutas por el Atlántico y el Pacífico. Con todo ello, y tras varias décadas de comisiones e investigaciones, la Secretaría de Estado decidió crear el Depósito Hidrográfico de la Marina en 1797, institución en la que se guardarían y analizarían todos los informes hidrográficos, derroteros, cartas náuticas y cartografías. De hecho, tras varios años de examen y estudio, la Dirección Hidrográfica publicó Observaciones astronómicas hechas por navegantes españoles (1809), una obra en tres volúmenes que pretendía resumir los avances y logros de la Armada.

 

Autor: Pablo Ortega del Cerro


 Bibliografía

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BERNABÉU ALBERT, Salvador, El Pacífico ilustrado: del lago español a las grandes expediciones, Madrid, Mapfre, 1992.

MAESO, Juan Alfonso, Expediciones navales españolas a la Patagonia argentina durante el siglo XVIII, Madrid, Ministerio de Defensa, 2007.

MARTÍNEZ SHAW, Carlos y ALFONSO MOLA, Marina, “La Armada en El Cabo de Buena Esperanza. La primera expedición del navío Buen Consejo, 1765-1767”, en Anuario de Estudios Atlánticos, 59, 2013, pp. 431-477.

ORTEGA DEL CERRO, Pablo, “Ploughing through Global Seas: Maritime Routes and Hydrographic Knowledge in the Eighteenth-Century Spanish Navy”, en CRESPO SOLANA, Ana et. al. (eds.), Heritage and the Sea: Volume 2: Maritime History and Archaeology of the Global Iberian World (15th–18th centuries), Cham, Springer, 2022.

PIMENTEL, Juan, “A Southern Meridian: Astronomical Undertakings in the Eighteenth-Century Spanish Empire”, en DUNN, Richard y HIGGITT, Rebeka (eds.), Navigational Enterprises in Europe and its Empires, 1730-1850, Nueva York, Palgrave Macmillan, pp. 13-32.

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