El origen de Juan Ciudad es incierto, las fuentes, tanto las documentales como las biográficas, que se conservan no nos detallan ni la fecha de su nacimiento, ni el nombre de sus padres. Según su primer biógrafo, Francisco de Castro, nació en un pueblo llamado Montemayor el Nuevo, que pertenecía al obispado de Évora en Portugal, pero no dio más datos sobre el mismo. Hay otros investigadores que apuntan que pudo nacer en Casarrubios del Monte (Toledo), y que, por ser de padres judíos, en las incertidumbres históricas del momento se trasladó la familia al otro lado de la frontera, al mencionado pueblo de Montemayor, y que se produjo un cambio de apellidos. Esta suposición se basa en un documento redactado en 1575, el censo que mandó realizar el rey Felipe II, llamado Relaciones histórico-geográficas de los pueblos de España. Solo habían transcurrido veinticinco años de la muerte de Juan de Dios, y su proceso de canonización no comenzaría hasta 1622.

Junto a esta escasez de datos sobre su origen, carecemos también de noticias sobre su infancia, hasta que, hacia 1503, a la edad de ocho años, Juan Ciudad fue llevado misteriosamente por un clérigo a Oropesa. Después de este dato, nuevamente, se hace el silencio sobre su juventud, hasta que, en 1523, con 28 años, se alistó en las huestes del conde de Oropesa, en la compañía de infantería, teniendo como capitán a Juan Ferruz. Entre finales del mencionado año y comienzos del siguiente, 1524, regresó a Oropesa, en donde volverá a su vida de pastoreo.

La siguiente noticia que tenemos es su nuevo alistamiento, en la primavera de 1532, en esta ocasión en las tropas que recluta Carlos V para luchar contra Solimán el Magnífico, para liberar la ciudad de Viena que había caído en sus manos. El emperador entró en dicha ciudad el 24 de septiembre de 1532. A finales año, Juan Ciudad ya estaba de regreso en España junto con el conde de Oropesa, desembarcando en La Coruña. De allí se dirigió a Montemayor a visitar a la familia.

A finales de 1532 está nuevamente en España y se dirigió a Sevilla. En la capital hispalense trabajó como pastor para Leonor de Zúñiga. Pero, a principios de 1533, sabemos que está arribando a la ciudad de Ceuta en donde permanecería unos meses. Allí trabajó en las fortificaciones de la ciudad como peón de albañil. En esta ocasión había viajado con una familia portuguesa que había sido desterrada; con la enfermedad del cabeza de familia, Juan Ciudad decidió ayudarla en sus necesidades con su sueldo.

Tras su estancia en la entonces ciudad portuguesa del norte de África, Juan Ciudad regresa a la península. Será, por entonces cuando se produzca la crisis espiritual del santo, aunque no se sabe precisar bien, mientras que algunos la sitúan no más allá de 1533, otros la retrasan al 20 de enero de 1537 e, incluso, otros la posponen a 1539.

Tomando por buena la primera fecha, la de 1533, sabemos que desembarcó en Gibraltar a finales del verano de ese año. Allí hizo examen de conciencia y confesó. Durante su estancia en esta ciudad cambió de oficio y se hizo librero ambulante, así como catequista, pues a la hora de vender los libros piadosos que llevaba intentaba dialogar con los compradores y amonestarlos para que realizaran obras buenas.

Se dirigió a Granada para abrir allí una tienda de libros. En el camino, según la tradición fue cuando se produjo el encuentro con el Niño de Gaucín, que le dijo: «Granada será tu cruz y por ella verás la gloria de Jesús». A la mencionada ciudad llegó entre agosto y finales de octubre de 1533. Ya en ella tomó casa y puso la tienda cerca de la puerta de Elvira. Concluyendo el mes de enero de 1534 llega a la ciudad de la Alhambra el P. Ávila para predicar y se aloja en la casa del arzobispo de la ciudad, D. Gaspar de Ávalos. Las predicaciones se daban en la ermita del Campo de los Mártires y allí subió Juan Ciudad para escucharlo. Tras una de ellas, mantuvo una conversación espiritual con el maestro; se produjo una conversión en Juan, lo cual lo llevaría con el tiempo a convertirse en discípulo de tan insigne maestro.

Esta transformación espiritual le llevó a deshacerse de todos sus bienes, se desnudó y, descalzo, comenzó a dar gritos por la Carrera del Darro. La gente lo tomó por loco, pero fue recogido por personas de bien que lo llevaron al maestro Ávila, con él mantuvo un diálogo. De él salió convencido de la necesidad de mortificarse públicamente, hecho que hizo varios días.

Nuevamente, ante las burlas de unos y el asombro de otros, cierta gente principal de la ciudad se compadeció de él y fue llevado al Hospital Real. Allí permaneció interno. El P. Ávila fue avisado de ello, acudió a visitarlo y a tener una nueva conversación. Ello produjo que se fuera tranquilizando el espíritu de Juan Ciudad. Con el tiempo, pudo moverse libremente por el hospital y, así, comenzó a asistir a otros enfermos, intentando sofocar sus necesidades. Para finales de mayo de 1534 parece que fue dado de alta. Tras nuevas conversaciones con su director espiritual se dirigió a Baeza a formarse en la escuela del P. Ávila. De allí peregrinó a Guadalupe para aprender el oficio de hospitalero. En el invierno de 1535 se dirigió nuevamente a Baeza en busca de su maestro. De allí fue a Granada, en donde, con el tiempo, realizó cuatro fundaciones: en primer lugar fue una Casa-Albergue en la Pescadería, después fue el primer hospital en la calle Lucena, luego el segundo hospital en la calle Gomeles y, por último, en la ciudad fundó el hospital definitivo sobre los terrenos del antiguo monasterio de los jerónimos. Fuera de la ciudad, en Toledo, fundó una Casa-Albergue.

Junto a Juan de Dios se irán sumando otros. Los dos primeros serán Antón Martín y Pedro Velasco. Después, según la tradición, están Simón de Ávila, Dominico Piola, Juan García y Fernando. En los documentos se nos revelan otros nombres que le acompañaron: los hermanos toledanos de Yébenes, Diego, Alonso y Sebastián Retíngano, aunque los dos primeros a la muerte del Juan de Dios pasaron a los jesuitas y a los franciscanos respectivamente, mientras que Sebastián se quedó y llegó a ser Hermano Mayor del Hospital.

Un día Juan de Dios regresó al hospital bajo los efectos de una fuerte fiebre, los hermanos y enfermos intuyeron lo peor. En esos penosos momentos, personas de mal hacer acudieron con falsas acusaciones, sobre el hospital y el propio Juan, al arzobispo de la ciudad D. Pedro Guerrero. Este, desconociendo la enfermedad del hospitalero, lo llama para escuchar su versión y Juan acude para resolver las dudas.

Como sabe que su muerte se acerca fue arreglando, a pesar de seguir enfermo, las deudas que tenía. La señora Ana Osorio, mujer del veinticuatro García de Pisa, al saber que estaba enfermo Juan, acudió a visitarlo y al ver la austeridad y lo apretado que estaba, le rogó encarecidamente que dejara que lo trasladaran a su casa para cuidarlo, a lo cual accedió. Cuando sintió que se acercaba el momento, se levantó de la cama y se arrodilló a orar con el crucifijo en la mano. En esta posición lo encontraron muerto el 8 de marzo de 1550.

La misa de funeral fue presidida por el P. General de los Mínimos, que se encontraba en ese momento en la ciudad, y no por el Arzobispo, que estuvo presente. Durante 114 años estuvo enterrado el cuerpo en la iglesia del Convento de la Victoria, en la capilla familiar de los García de Pisa, hasta que fue trasladado a su actual iglesia. Fue canonizado el 16 de octubre de 1690 por el papa Alejandro VIII.

 

Autor: Miguel Córdoba Salmerón


Fuentes

BERMÚDEZ DE PEDRAZA, Francisco, Historia Eclesiástica de Granada, Granada, 1638. En DIGIBUG: Repositorio Institucional de la Universidad de Granada.

CASTRO, Francisco de, Historia de la Vida y Santas Obras de Juan de Dios y de la Institución de su orden y principio de su hospital, Granada, 1585. En Biblioteca Virtual de Andalucía.

TRINCHERA, Manuel, Pasmosa vida, heroicas virtudes y singulares milagros del Abraham de la ley de gracia, patriarca y fundador de la sagrada religión hospitalaria, el glorioso san Juan de Dios, Madrid, 1829. En Biblioteca Digital Real Academia de la Historia.

Bibliografía

GÓMEZ-MORENO Y MARTÍNEZ, Manuel, San Juan de Dios. Primicias Históricas suyas, Madrid, 1950.

HERNÁNDEZ TORRES, Juan José, Vida de san Juan de Dios, Granada, 2003.

MARTÍNEZ GIL, José Luis, San Juan de Dios: fundador de la Fraternidad hospitalaria, Madrid, 2002.

SAUCEDO CABANILLAS, Rafael María, “Ensayo histórico. La cronología aplicada en la vida de N. Padre San Juan de Dios”, en Paz y Caridad, 11 (1951), pp. 282-285; 12 (1951), pp. 336-343; 13 (1952), pp. 13-19; 14 (1952), pp. 53-63; 15 (1952), pp. 113-119; 16 (1952), pp. 193-206; 17 (1952), pp. 228-233; 18 (1952), pp. 285-290.

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