No se conoce con certeza el año y lugar de nacimiento de fray Antón de Montesinos. Probablemente tuviera lugar en torno al año 1479 y que tomara como apellido el nombre de la aldea de Montesinos, muy próxima al municipio alicantino de Almoradí. Son escasas las noticias que se tienen del religioso antes de su llegada a la isla de La Española, así como las de los años posteriores a sus sermones de diciembre de 1511. En buena medida, las informaciones que se conocen sobre su vida proceden de lo que escribiera Bartolomé de las Casas en su Historia de las Indias, Antonio de Herrera en sus Décadas, y lo que dejara anotado el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros en el Memorial sobre el gobierno de las Indias.
Se formó en el convento salmantino de San Esteban. Allí conoció a su amigo fray Pedro de Córdoba y ambos tuvieron como director espiritual a fray Juan Hurtado. Ingresó en la orden dominica en 1502 y estudió en el convento de San Pablo de Valladolid. En 1509, según consta en las Actas del Capítulo Provincial, celebrado ese año en Valladolid, vivía en el convento de Santo Tomás de Ávila completando su formación teológica. Atendiendo a la llamada de fray Tomás de Vio Cayetano, General de la Orden, para participar en la evangelización de América, se embarcó hacia el Nuevo Mundo cuando rondaba la edad de 31 años. Le acompañaban fray Pedro de Córdoba, fray Bernardo de Santo Domingo y fray Domingo Villamayor. A ellos pronto se unieron otros frailes hasta completar la comunidad de quince dominicos instalados en la isla de La Española en 1510.
Fiel al lema contempla aliis tradere, Montesinos vivió muy ligado por sus creencias e ideales a fray Pedro de Córdoba, con quien pasó de la meditación a la denuncia de las injusticias que en las Antillas padecían los nativos a raíz de la política de repartimientos iniciada por el gobernador Nicolás de Ovando en 1502. Esta triste realidad fue delatada desde presupuestos de la caridad cristiana por los dominicos de la isla y expresada por voz de fray Antón de Montesinos desde el púlpito de la iglesia de Santo Domingo. Fue el 21 de diciembre de 1511, cuarto domingo de Adviento y en presencia del virrey, Diego Colón, de los oficiales reales, letrados y encomenderos de la ciudad. El sermón comenzaba con la cita bíblica “yo soy la voz que clama en el desierto” (Juan, 1, 23) y proseguía con una dura acusación a los encomenderos por la explotación a que tenían sometidos a los indígenas, motivo por el cual vivían en pecado mortal y serían condenados. No se conoce el contenido íntegro del sermón, sino la transcripción resumida que hizo Bartolomé de las Casas, hasta el momento un encomendero más en las Antillas.
La reacción de los encomenderos no se hizo esperar y presionaron a las autoridades para que reprendieran a Montesinos. Sin embargo, lejos de retractarse, en la homilía del domingo siguiente 28 de diciembre, el religioso reiteró sus denuncias. Esta situación provocó que las autoridades y encomenderos de la isla decidieran enviar cartas y consejeros influyentes a la corte para dar cuenta al rey de la actitud de los dominicos y crear una opinión favorable a sus intereses. Como resultado de aquellas conversaciones, el rey Fernando el Católico mostró distancia con el contenido de los sermones y, como consta en una carta dirigida a Diego Colón en marzo de 1512, manifestó que los repartimientos se hacían conforme al derecho humano y divino y que lo manifestado en las homilías carecía de fundamento teológico. Además, invocaba la validez de la donación contemplada en las bulas alejandrinas.
En 1512, por su parte, los dominicos decidieron enviar a fray Antón de Montesinos a la corte para defender su causa y exponer al monarca la situación en la que se encontraban los nativos. El encuentro con Fernando el Católico dio sus frutos ya que, en el mismo año de 1512, por disposición real, se reunió una junta en la ciudad de Burgos con la presencia de distinguidos teólogos y letrados. Su objetivo no era otro que debatir sobre la problemática planteada por el sermón de Montesinos. De aquella junta resultaron las conocidas Leyes de Burgos, promulgadas el 27 de diciembre de 1512 y completadas con nuevo articulado en Valladolid el 28 de julio de 1513. Aunque postulaban un mejor trato al indígena, no anularon los repartimientos y encomiendas.
Por iniciativa de fray Pedro de Córdoba, se obtuvo licencia para que los dominicos pasaran a la región de Cumaná (Venezuela). La misión fue encomendada a fray Antón de Montesinos al que acompañarían fray Francisco de Córdoba y el lego fray Juan Garcés. La empresa resultó fallida pues estos últimos fallecieron a manos de los indígenas. Montesinos pudo salvar su vida gracias a que permaneció en Puerto Rico a causa de haber caído enfermo. Una vez recuperado, fray Antón regresó a Santo Domingo al lado de fray Pedro de Córdoba, para seguir su obra evangelizadora. El fallecimiento de este el 4 de mayo de 1521, dio ocasión a Fray Antón de Montesinos de predicar en el funeral sobre la base del Salmo 123, 1, Quam bonum et quam iucundum est habitare fratres in unum, “Cuán bueno y alegre es que los hermanos vivan unidos”. La muerte de su viejo amigo, sin embargo, no desanimó a Montesinos quien prosiguió firme en la defensa del indio y la denuncia de los abusos. De esta forma, participó en la expedición a Florida que organizó el ex oidor de La Española, Lucas Vázquez de Ayllón, a mediados de julio de 1526.
En marzo de 1528, fray Antón de Montesinos viajó junto a fray Antón de Berlanga, viceprovincial de los dominicos, a España para gestionar la constitución jurídica de la que debería ser la primera provincia religiosa de la regla de Santo Domingo de Guzmán en el Nuevo Mundo. Las negociones terminaron con éxito y se aprobó aquella fundación que llevaría el nombre de Provincia de Santa Cruz de Indias. Al mismo tiempo, Montesinos y Berlanga aceleraron la partida de Sebastián Ramírez de Fuenleal, nombrado presidente de la Audiencia de La Española y obispo de Santo Domingo. Ramírez de Fuenleal, llegó a la isla el 13 de diciembre de 1528, y entre sus primeras medidas estuvo la de impedir la guerra contra los indígenas.
En 1536, fray Antón vio cumplido su sueño de proseguir la evangelización y defensa de los indígenas en Tierra Firme. En el desempeño de esta labor entró en desavenencias con los colonizadores alemanes, quienes se habían asentado en la región amparados en las capitulaciones firmadas por Carlos V y la familia Welser. Fray Antón de Montesinos murió en 1540 y, según Manuel Giménez Fernández, envenenado por los Welser, aunque no hay constancia fidedigna de ello.
Su acción y pensamiento han dejado una profunda huella al ser considerado como uno de los mayores representantes del humanismo hispánico y un claro exponente de la denominada “lucha española por la justicia en la conquista de América”, según Lewis Hanke. Su activismo sembró la semilla de una corriente indigenista en la que destacaría con luz propia fray Bartolomé de las Casas.
Autor: Alfredo Bueno Jiménez
Documentos
- El “sermón de Montesinos”, recogido por Bartolomé de las Casas, Historia general de las Indias (Libro III, capítulo IV). En Biblioteca Nacional de España, MSS/2814 V.3. Disponible en línea.
Llegado el domingo y la hora de predicar, subió en el púlpito el susodicho padre fray Antón Montesino y tomó por tema y fundamento de su sermón, que ya llevaba escrito y firmado de los demás: Ego vox clamantis in deserto. Hecha su introducción y dicho algo de lo que tocaba a la materia del tiempo del Adviento, comenzó a encarecer la esterilidad del desierto de las conciencias de los españoles de esta isla y la ceguedad en que vivían; con cuánto peligro andaban de su condenación, no advirtiendo los pecados gravísimos en que con tanta insensibilidad estaban continuamente zabullidos y en ellos morían. Luego torna sobre su tema, diciendo así: “Para os los dar a conocer me he subido aquí, yo que soy voz de Cristo en el desierto de esta isla y, por tanto, conviene que con atención, no cualquiera, sino con todo vuestro corazón y con todos vuestros sentidos, la oigáis; la cual voz os será la más nueva que nunca oísteis, la más áspera y dura y más espantable y peligrosa que jamás no pensasteis oír”. Esta voz encareció por buen rato con palabras muy punitivas y terribles, que les hacía estremecer las carnes y que les parecía que ya estaban en el divino juicio. La voz, pues, en gran manera, en universal encarecida, declaroles cuál era o qué contenía en sí aquella voz. “Esta voz, dijo él, dice que todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre aquestos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas de ellas, con muertes y estragos nunca oídos, habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin dalles de comer ni curarlos en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir, los matáis, por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine y conozcan a su Dios y criador, sean bautizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos? ¿Estos no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos? Tened por cierto que en el estado que estáis no os podéis más salvar que los moros o turcos que carecen y no quieren la fe de Jesucristo”.
Bibliografía
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FAJARDO SÁNCHEZ, Luis Alfonso, “Fray Antón de Montesinos: su narrativa y los derechos de los pueblos indígenas en las constituciones de Nuestra América”, en Hallazgos, año 10, 20, 2013, pp. 217-244.
GUTIÉRREZ, Gustavo, “El sermón de Antón de Montesino”, en Ciencia Tomista, 139/447, 2012, pp. 9-26.
HANKE, Lewis, La lucha española por la justicia en la conquista de América, Madrid, Aguilar, 1967.
MEDINA, Miguel Ángel, Una comunidad al servicio del indio. La obra de Fray Pedro de Córdoba 1482-1521, Madrid, Instituto Pontificio de Teología, 1983.
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VV.AA., Fray Antón de Montesinos, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1982.