El conocido como “tercio de frutos” fue una porción de reserva del buque de las flotas comerciales de la Carrera con la que se agració a los productos agrícolas de la Baja Andalucía. En efecto, el tonelaje de mercancías de las flotas no era aleatorio, sino que se fijaba previamente entre la Corona y las instituciones de representación mercantil. Se negociaba un volumen oficial de toneladas y, sobre ese total, se procedía a efectuar repartos. De entrada, se reservaban dos tercios de la flota para los vecinos de Sevilla y el tercio restante, para los de Cádiz. Una vez efectuado este primer reparto, se procedía a calcular lo que se reservaba a los llamados “cosecheros”, que se expresaba por novenos. La tercera parte de los dos tercios de Sevilla eran dos novenos de toda la flota; y la tercera parte de Cádiz, un noveno. Así, los tres novenos de Sevilla y Cádiz sumaban el tercio del buque que se hallaba estipulado.

El tercio de frutos siempre resultó polémico. Eso en el fondo no tiene nada de extraordinario en el mundo de la Carrera de Indias, donde todo se discutía habitualmente. No obstante, el caso del tercio plantea algunas peculiaridades que merece la pena considerar. De hecho, se trataba de una de las pocas medidas proteccionistas sobre la producción de verdadero calado que hubo en la Carrera de Indias. Si bien este comercio atlántico se distinguió por su abundante legislación exclusivista, debe notarse que este bagaje normativo se concentró sobre el plano de la distribución mercantil. Nunca estuvieron vetadas mercancías de ningún tipo ni de ninguna procedencia, con la excepción generalista de libros censurados por la Iglesia y la Inquisición. Incluso en medio de conflictos bélicos, la economía de guerra no sobrepasó el marco del incremento de tipos fiscales o prohibiciones pasajeras que se anularon mediante indultos. Por lo tanto, existía una libertad de tránsito de mercancías prácticamente total. En ese contexto de máxima competitividad de mercado, solo los productos agrarios andaluces recibieron respaldo institucional. La lógica excepcional del tercio de frutos era garantizar una parte del comercio indiano a la agricultura andaluza que el mercado por sí mismo no le aseguraría en ningún caso.

Las polémicas sobre el tercio giraban alrededor de estas cuestiones. Los productos industriales eran mucho más rentables, de modo que la reserva de espacio para los agrarios generaba pérdidas para muchos actores de la Carrera. Por otro lado, los cosecheros, que conocían esta circunstancia, aprovechaban el tercio para introducir manufacturas, haciéndolas pasar por frutos o bien sustituyéndolos tras pasar las fiscalizaciones preceptivas. Todos estos factores generaron un prolongado debate que a veces llegó a tener reflejos institucionales, como la real orden de 28 de mayo de 1720 por la cual se redujo el tercio a un cuarto. La medida pretendía sancionar las continuas transgresiones legales en las que los cosecheros solían incurrir. Sin embargo, las respuestas en contra ejercieron tal presión que lograron que solo cinco años después, en 1725, se recuperase el porcentaje original, que ya permanecería inamovible.

El tercio de frutos, por tanto, ejerció una influencia muy importante sobre la Carrera de Indias. Es difícil y arriesgado pretender cuantificarla con exactitud, pero no cabe duda sobre su enorme magnitud. De hecho, esta protección legal convirtió a las exportaciones agrarias andaluzas en uno de los pocos productos españoles (junto al mercurio de Almadén y la herrería del País Vasco) que lograron mantener una presencia significativa en la oferta de las flotas de Indias después de que las manufacturas extranjeras se alzaran con la parte del león de la carga. Fueron especialmente importantes el vino, el aguardiente y el aceite, producidos mayoritariamente en el reino de Sevilla, en regiones agrícolas como el condado de Niebla, el Aljarafe o el marco de Jerez, entre otros. Los datos parecen sugerir que a lo largo del siglo XVIII, pese a la vigencia del tercio, los productos agrarios perdieron terreno poco a poco frente a los industriales. Sin embargo, esa tendencia no desmiente que el tercio de frutos fue uno de los elementos fundamentales de la Carrera de Indias.

 

Autor: José Manuel Díaz Blanco


Bibliografía

GARCÍA-BAQUERO GONZÁLEZ, Antonio, La Carrera de Indias. Suma de la contratación y océano de negocios, Sevilla, Algaida, 1992.

MARTÍNEZ SHAW, Carlos, “El tercio de frutos de la flota de Indias en el siglo XVIII”, en Archivo Hispalense, 171, 1973, pp. 201-211.

SÁNCHEZ GONZÁLEZ, Rafael, El comercio agrícola de la Baja Andalucía con América en el siglo XVIII. El Puerto de Santa María en el tercio de frutos, El Puerto de Santa María, Ayuntamiento, 2000.

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