Una de las imágenes más reproducidas sobre Sevilla en la época de moderna es la vista atribuida a Alonso Sánchez Coello, elaborada en el último tercio del siglo XVI. En ella, el río Guadalquivir se nos presenta como protagonista y, en sus alrededores, la ciudad cobra vida mediante escenas variopintas con las que el autor nos transporta a un tiempo en el que la ciudad fue una verdadera encrucijada de mundos. Entre las imágenes que atraen la atención del pintor, destacan los numerosos mástiles apilados en el arenal del río. Se encuentran descansando frente a las puertas de las Reales Atarazanas, antiguos astilleros del rey de Castilla que, en la segunda mitad del siglo XVI, fueron reconvertidos en almacenes de gran capacidad. El edificio, entonces, estaba controlado por mercaderes flamencos, holandeses y alemanes especializados en el comercio de madera báltica y escandinava y de otros pertrechos importados del norte de Europa como jarcia. En realidad, la madera que estos extranjeros importaron está presente por todo el cuadro y no sólo a las puertas de las Atarazanas. Podemos suponer que se encontraba en las impresionantes galeras reales que cruzan el río, en los navíos volcados que están siendo carenados, en los barcos esperando a ser cargados, e incluso sabemos que fueron utilizadas para reparar las barcas del puente que unía las dos márgenes del río.

El suministro continuado de este recurso constituyó un elemento indispensable para el mantenimiento de la Carrera de Indias, puesto que permitía la reparación de los barcos que llegaban del largo viaje americano y la conveniente preparación de los que se disponían a partir. Igualmente, se tiene noticia de que los oficiales reales solían recurrir a la madera de estos mercaderes noreuropeos establecidos en Sevilla para el mantenimiento de las armadas reales en la costa andaluza y la construcción de nuevos buques reales en los astilleros del norte de la península Ibérica. Todo lo anterior ilustra la importancia que adquirió el mercado de madera importada en Andalucía a finales del siglo XVI. Un recurso que era estratégico para los imperios marítimos de la época moderna, como el hispánico, y para las ciudades que lo vertebraban, como Sevilla.

Los bosques andaluces no ofrecían una madera en cantidad y calidad suficiente para hacer frente a la creciente demanda de mástiles y tablazón, como consecuencia de la nueva posición de la región en la navegación global. De hecho, repetidas leyes prohibieron el uso de barcos construidos en Andalucía para ir a Indias bajo el pretexto de que estaban construidos con madera de escasa calidad. No será hasta el siglo XVIII cuando, gracias al Arsenal de la Carraca, se consolide un astillero andaluz para la construcción de grandes buques oceánicos en el sur peninsular y se desarrolle la explotación sistemática de los bosques andaluces para su uso en la construcción naval. Aún así, la madera para mástiles siguió importándose del norte de Europa. De hecho, otras regiones ibéricas con tradición en la navegación atlántica, como la costa Cantábrica, también necesitaron importar madera para abastecer su industria pues, aunque por lo general disponían de más y mejores recursos autóctonos que Andalucía, los constructores navales preferían los mástiles de pino del norte de Europa, por su mayor tamaño y resistencia. Esta razón explica, asimismo, que otras potencias marítimas de la época, como Inglaterra o las Provincias Unidas, recurriesen también a los mercados bálticos y escandinavos para completar el abastecimiento de sus astilleros.

En el siglo XVI, la madera que se importaba en Andalucía procedía sobre todo de los bosques noruegos, cargada desde el puerto de Langesund mayoritariamente. Desde finales de la centuria, comienzan a ser más frecuentes las importaciones desde la costa báltica, sobre todo de los puertos de Danzig o Königsberg, que distribuían la madera criada y cortada en los bosques prusianos. Pero entre todos los puertos para la importación de madera báltica y escandinava en Andalucía, destaca el de Ámsterdam, que se situará como el centro principal de redistribución en el comercio entre el norte de Europa y Andalucía, a pesar del desarrollo de la Guerra de los Ochenta Años entre las Provincias Unidas y la Monarquía Hispánica. Los maestres de navío holandeses competirán con los hanseáticos por el control del comercio entre el sur peninsular y los mercados bálticos y escandinavos que, además de madera, ofrecían cereales. A cambio, desde Andalucía estos cargadores holandeses y hanseáticos exportaban sal y productos de la tierra, como vino y aceite, y por supuesto, el pago en plata por sus servicios de transporte. El suministro de madera escandinava, por tanto, no sólo permitió el desarrollo de la Carrera de Indias o el mantenimiento y expansión de la Real Armada, sino que también sirvió para impulsar el comercio entre Andalucía y el norte de Europa.

 

Autor: Germán Jiménez Montes


Bibliografía

CRESPO SOLANA, Ana, “ForSEAdiscovery: la construcción naval y el comercio de la madera del siglo XVI al XVIII”, en Revista PH, 96, 2019, pp. 114–141.

JIMENEZ MONTES, Germán, A Dissimulated Trade. Northern European Timber Merchants in Seville (1574–1598), Boston/Leiden, Brill, 2022.

JIMÉNEZ MONTES, Germán, “Las redes comerciales del norte de Europa en el suministro de madera a Andalucía de 1581 a 1621”, en GARCÍA FERNÁNDEZ, Máximo (ed.), Familia, Cultura Material y Formas de Poder en la España Moderna, Madrid, Fundación Española de Historia Moderna, 2016, pp. 693-702.

TRINDADE, Ana Rita, “Regional timber supply for shipbuilding and maintenance of war fleets in Cadiz: methods, agents and phases (1717-1736)”, en Studia Historica. Historia Moderna, 43/1, 2021, 139-194.

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