A mediados del siglo XVI el célebre padre jesuita sevillano Basilio comenzó a dar a conocer a la naciente Compañía de Jesús en su ciudad natal. San Francisco de Borja, deseoso de que la Compañía tuviera cuanto antes un Colegio en Sevilla, cedió para ello una renta que poseía en la zona y procuró que los jesuitas buscaran una casa pobre y lo necesario para sustentar a una docena de padres. En esos primeros momentos, el caballero Hernando Ponce de León ofreció a la Compañía unas casas de su propiedad; pero parecieron demasiado buenas, decidiendo los jesuitas alquilar un domicilio más modesto. Pese a ello, se reconoció a D. Hernando como fundador del Colegio hispalense, que no ocupó su solar definitivo hasta 1580. En ese año se instaló en Sevilla la Casa Profesa de la Provincia de Andalucía, que pasó a ubicarse en el edificio que antes ocupaba el Colegio primigenio. El nuevo Colegio de San Hermenegildo contó con el respaldo del Ayuntamiento, que se mostró dispuesto a dotarlo, sufragando los gastos con las rentas del Almojarifazgo mayor y comprando cuatro casas por valor de 5.000 ducados en el barrio de Medina Sidonia. Acomodadas las instalaciones, el Colegio se trasladó a su nueva y definitiva sede en septiembre de 1580.

En 1563, pocos años después de comenzar su actividad docente, los alumnos del Colegio eran ya 500, limitándose la admisión de un número mayor por falta de espacio. El rápido éxito de los jesuitas tuvo que ver con lo novedoso de sus métodos educativos, encuadrados en lo que se conocerá como Ratio Studiorum. Incluían, entre otras cosas, las representaciones teatrales en latín, conservándose una treintena de obras escritas y escenificadas en San Hermenegildo a lo largo de su existencia. En 1569 el visitador de la Compañía destacaba la necesidad urgente de profesores de Artes en el Colegio de Sevilla, porque a los docentes disponibles les interrumpían los estudios para emplearles en enseñar Gramática. En 1573 estudiaban en el Colegio de los jesuitas 800 estudiantes de Gramática y 70 de Filosofía. En 1579 los estudiantes ascendían ya a 900. En 1587 se empezaron a construir, también a expensas de la ciudad, unas escuelas de Gramática junto a San Hermenegildo, en las que se enseñaría Latinidad, con carácter gratuito, a los niños pobres de Sevilla. En 1590, ya en su nueva sede, el Colegio alcanzó los 1.000 alumnos, número que se mantuvo estable hasta 1603, yendo su número en disminución a partir de esa fecha debido a los avatares adversos que experimentó durante el Seiscientos. En el siglo XVIII, en vísperas de la expulsión de los jesuitas, el Colegio impartía clases a 360 alumnos. San Hermenegildo atraía también a la mayor parte de los estudiantes seculares que cursaban Filosofía y Teología, que eran unos 190 en 1767. Las clases en el Colegio se reanudaron poco después de aplicarse el decreto de expulsión, quedando las lecciones a cargo de dos maestros clérigos seculares, dedicadas solo a Latinidad y contando con poquísimos estudiantes.

En la visita realizada por el padre Acosta entre 1589 y 1590 se detectaron algunas necesidades de reforma espiritual en el Colegio hispalense, en el que, por esas fechas, se produjo algún caso de solicitación juzgado por la Inquisición. En 1595, sin embargo, el Colegio de San Hermenegildo era presentado como un modelo de virtud y observancia religiosa. Transformándose, velozmente, en un destacado centro de espiritualidad contrarreformista. En 1594 se calculaba que unos 1.000 seglares comulgaban todas las semanas en la iglesia del Colegio, número que ascendía en festividades concretas o en año de Jubileo. Los penitentes habituales rondarían los 1.000, llegando a los 2.000 en determinados momentos del año litúrgico. Los jesuitas calculaban por esa época en 6.000 el número de quienes se confesaban y comulgaban habitualmente en San Hermenegildo. En 1640, con ocasión de un Jubileo papal, se superaron las 20.000 comuniones, concurriendo a comulgar 15.000 personas en el barrio de Triana. Los jesuitas enviaban teólogos periódicamente a los arrabales de la capital para enseñar la doctrina a los pobres, sirviéndose de breves sermones cuando predicaban en las encrucijadas de las calles más céntricas de la urbe. El Colegio destacaba, igualmente, por las congregaciones piadosas que albergaba en su seno, como la de la Anunciata, fundada en 1584; o como la llamada Cofradía del Catecismo, que reunía a niños y personas sin formación para escuchar la doctrina y procesionar por las calles cantando versitos piadosos.

Otra de las facetas en la que destacó el Colegio de San Hermenegildo durante toda su existencia fue la actividad misionera. Dado el carácter de la ciudad de Sevilla como puerta de las Indias, el Colegio albergaba habitualmente a los padres y hermanos que viajaban al Nuevo Mundo, disponiendo el general de la Compañía de Jesús en 1575 que en San Hermenegildo hubiera siempre un procurador que se ocupara de los negocios indianos y que fuera costeado por las Provincias jesuitas de México y Perú. Los jesuitas también focalizaron continuamente su atención en la organización de misiones populares. Destacaron las realizadas entre 1590 y 1591 al Arahal, Osuna y Zafra. En 1668 fueron célebres las misiones llevadas a cabo por el padre Tirso González –futuro prepósito general de la Compañía de Jesús– a Constantina, Morón y la propia Sevilla, en cuya catedral predicó, cediéndole para ello el cabildo el púlpito principal y el patio de los Naranjos. En 1671 la misión se trasladó a Écija, Jerez de la Frontera, Puerto de Santa María, Sanlúcar de Barrameda, Arcos y Lebrija. En la Cuaresma de 1672, de nuevo en Sevilla, el padre Tirso se apoyó para desempeñar su actividad misionera en la Santa Hermandad de la Caridad y en su hermano mayor, Miguel de Mañara. Los jesuitas hispalenses destacaron, igualmente, por su labor asistencial, especialmente intensa en momentos de crisis. Ya en 1562 se ganaron gran reputación atendiendo a los galeotes de la flota de Álvaro de Bazán, sucumbiendo algunos operarios del Colegio al contagiarse mientras los socorrían. Durante la gran peste de 1649 los jesuitas se volcaron en la atención a los enfermos, matando la plaga a 60 padres y hermanos en la ciudad.

No faltaron momentos de tensión durante el devenir del Colegio. Hacia 1557 los jesuitas sevillanos denunciaron doctrina luterana en los sermones del célebre heterodoxo Constantino, que exhortaba al pueblo a huir de la Compañía. En 1559 los jesuitas de Sevilla temieron que los Ejercicios Espirituales ignacianos pudieran entrar en el Índice de Libros Prohibidos publicado por la Inquisición, al incluir fragmentos del Evangelio en romance. Los jesuitas de San Hermenegildo estuvieron siempre particularmente involucrados en el fervor inmaculista que se despertó en Sevilla durante el siglo XVII y en las fuertes polémicas derivadas del mismo. No faltaron tampoco problemas derivados de la forma de entender la disciplina eclesiástica. En 1623 el arzobispo de Sevilla exigió a todos los religiosos de su diócesis que le presentasen sus licencias para ejercitar los ministerios sagrados, enfrentándose con la resistencia de las órdenes religiosas, que recurrieron a Roma. Los jesuitas sevillanos secundaron la actitud de los demás regulares, incurriendo con ello en la reprobación del mismo general de la Compañía de Jesús.

Entre los jesuitas célebres que habitaron el Colegio a lo largo de su historia destacaron el padre sevillano Juan de Pineda, nacido en 1558, profesor de Filosofía, Teología y Escritura en Córdoba, Sevilla y Madrid; el también sevillano Francisco Arias, nacido en 1533, autor de diversas obras espirituales; el padre Alonso Rodríguez (1588-1616), autor de la obra Ejercicio de perfección y virtudes cristianas, publicada en 1609; el padre Diego Ruiz de Montoya, fallecido en 1632, maestro de Teología escolástica en el Colegio durante 20 años, teólogo reputado sobre la materia De auxiliis y muy estimado en Roma; o el padre sevillano Juan de Lugo, teólogo eminente que llegó a cardenal, fallecido en 1660.

Respecto a la situación económica, en 1569 se decía que el Colegio gastaba mucho más de lo que ingresaba por querer tener más operarios, más profesores de Gramática, hacer escuelas para los alumnos externos y edificar con brillantez su iglesia, no recibiendo limosnas suficientes para todo. Su deuda ascendía por entonces a 9.000 ducados, siendo el domicilio más endeudado de la Provincia de Andalucía de la Compañía de Jesús. Sin embargo, comenzó el siglo XVII con la consideración de ser el Colegio mejor dotado de toda España, de lo que daban muestra sus magníficos edificios y su nutrida biblioteca, que contaba con más de 10.000 volúmenes. Según el padre Roa, las limosnas recibidas por los jesuitas sevillanos entre 1582 y 1599 sumaron nada menos que 112.000 ducados. En 1632 el Colegio disponía de 8.248 ducados de renta sin cargas, pudiendo mantener hasta a 90 jesuitas y recibiendo tan gran concurso de alumnos en sus aulas que, seguramente, no era superado por ningún otro centro español de la Compañía. Todo se vino abajo, sin embargo, cuando San Hermenegildo experimentó una profunda crisis en la década de 1640, la cual culminó con su sonada bancarrota. En 1632 había pasado a ser procurador del Colegio el hermano coadjutor Andrés del Villar Goitia, que gozaba por entonces de cierta fama de habilidad en la gestión económica. El hermano se inmiscuyó pronto en negocios de particulares, tomó préstamos y comenzó a cargar mercancías para Indias. Sus aventuras financieras no dejaron de aumentar y de hacerse más arriesgadas, llegando a falsear los libros de cuentas del Colegio, supuestamente, sin el conocimiento de sus superiores. Descubierta la situación en 1642, el colegio tomó conciencia de tener más de 400.000 ducados de deudas sueltas, siendo Villar Goitia puesto bajo arresto en el Colegio de los irlandeses. Acosado por multitud de acreedores, se procedió finalmente a la liquidación de las propiedades del Colegio, que perdió cuatro quintas partes de su hacienda, viendo reducidas sus rentas a 1.500 ducados y teniendo que limitar el número de sus operarios hasta albergar tan solo a 14 jesuitas, incluyendo los maestros indispensables para sostener las clases de Letras humanas, de Filosofía y Teología. Durante los años siguientes el Colegio se recuperó muy lentamente, pero convertido ya en un centro de importancia mediocre que apenas podía sustentar a 24 jesuitas. Nunca llegó a recobrarse completamente del golpe que supuso su quiebra, siendo prueba de ello que, en el momento de la expulsión de la Compañía de España, tan solo lo habitaban 62 jesuitas. Pese a ello, en 1767 San Hermenegildo era dueño de 12 fincas, destacando entre ellas los grandes cortijos de Algarbejo, los Ángeles, Pizana y San Juan de Guadaira, además de otras tierras de diversa entidad repartidas entre Burguillos, Utrera, Aznalcázar, Alcalá del Río y Castilleja de la Cuesta. Dichas propiedades se vendieron tras la expulsión de los jesuitas por 5.264.416 reales, lo que puede dar una buena idea de su extensión e importancia.

Desde el punto de vista artístico, la magnífica iglesia del Colegio de San Hermenegildo, construida a partir de 1614 siguiendo diseños del hermano Pedro Sánchez, fue la precursora del modelo de planta centralizada en la Provincia de Andalucía. Su aspecto es más renacentista que barroco, constando de dos pisos de arcos separados por pilastras planas de orden dórico y corintio, con hornacinas entre los intercolumnios. La bóveda es oval, con yeserías policromadas. En 1995 se instaló en ella una sala de congresos y exposiciones del Ayuntamiento de Sevilla, uso que permanece en la actualidad. Poco más se conserva del Colegio, convertido en cuartel y demolido en 1958.

 

Autor: Julián José Lozano Navarro


Bibliografía

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