Una de las realizaciones más destacadas del reinado de Carlos III fue la política hidráulica. Una de ellas, fallida, fue el intento e incluso el inicio de la construcción de una obra de gran hidráulica en los alrededores de Huéscar, en la actual provincia de Granada. Un proyecto que pretendía trasvasar las aguas de los ríos Castril y Guardal hasta el litoral de Cartagena. Un conato de modificación de la organización tradicional de los regadíos y de la gestión de sus recursos naturales sin que, aparentemente, se reflejasen ventajas inmediatas para esa colectividad. Aún hoy son apreciables las obras llevadas a cabo en el paisaje de la comarca.

La construcción del canal

La idea de este trasvase se había venido planteando desde el siglo XVI, aunque, casi siempre, de forma teórica. En concreto, en 1721 se realizaron estudios para emprender las obras. Memoriales y planes de actuación hacían ver las enormes riquezas que proporcionaría trasvasar las aguas de las fuentes del Guardal hacia los campos de Lorca. Será Carlos III quien, una vez estudiados los planes presentados por Pedro Pradez, un ingeniero francés, autorizara la construcción del canal creando una compañía concesionaria por Real Cédula en 1775. Los objetivos del proyecto eran: la comunicación de Andalucía con la costa mediterránea, permitiendo la navegación; la puesta en regadío de más de 300.000 fanegas en el campo de Lorca y Cartagena; y la consecución de beneficios por la compañía adjudicataria a través de la venta del agua. Las obras se iniciaron en Huéscar en los primeros meses de 1777 y duraron hasta 1780.

El informe del proyecto de Pedro Pradez incluía un mapa denominado “Plan general del Proyecto…”. Posteriormente, en 10 de abril de 1784, Manuel Bernardo Matheo firmaba en Huéscar un informe detallado de las obras realizadas hasta esa fecha, cumpliendo órdenes de Floridablanca.

Las obras supondrían la realización de tres grandes proyectos en las cabeceras de los ríos Castril y Guardal: por un lado, un sistema de presas que recogiese las aguas de las Fuentes del Guardal, unificándolas en un único canal, que se conserva. Por otro, un canal que llegase hasta Campofique, del que se conservan los pilares del acueducto de Raigadas y el puente completo de las Ánimas. Además, un trasvase desde el río Castril hasta el canal principal, reuniéndose ambos en Campofique. Para ello se iba a realizar una presa, aguas abajo del nacimiento del Castril, y un canal que cruzase mediante acueductos diversos arroyos, hasta el Campo de Tubos. Desde aquí correría hacia el sur de la sierra de Duda, cruzando el lecho del río Castril mediante un acueducto y llegando a juntarse con el canal principal en el citado llano de Campofique. De este tercer bloque de obras no se realizó ninguna ni por Pradez, ni tampoco en las actuaciones posteriores.

Las repercusiones en la ciudad de Huéscar

La obra tendría unos 156 km en total, desde las Fuentes del Guardal hasta el puerto de Cartagena. En el término de Huéscar incidía sobre elementos tradicionalmente considerados vitales en la economía local: el bosque, el agua y el pastoreo. La Real Cédula de concesión ya autorizaba a la compañía para que cortase toda la madera que necesitase. Así, en julio de 1777 se cortaron 660 pinos que no se pagaron al caudal de Propios, según la protesta de un regidor del concejo. Por otro lado, se añadirían al canal las aguas de todas las fuentes y acequias que atravesaba, con la manifiesta desorganización de la estructura tradicional de las comunidades de regantes, aunque se argumentaba que «después de la conclusión de los trabajos» se mantendrían los caudales. Precisamente uno de los principales problemas entre el cabildo y las autoridades del canal fue la necesidad de agua para las obras y las roturas que se produjeron en los cauces durante las mismas. Por último, se prohibía expresamente en el proyecto que los ganados abrevasen en el canal o en sus derivaciones, con lo que atacaban la principal fuente de riqueza de la comarca, la ganadería ovina; pero, además, la puesta en cultivo de nuevas tierras o únicamente las obras del canal rompían importantes superficies tradicionalmente dedicadas a pastizales.

La llegada de un grupo numeroso de personas a una pequeña ciudad donde los abastecimientos públicos estaban estancados provocó importantes alteraciones de tipo económico. Los problemas surgieron en torno a los abastos (paja, carnes y otros); el gasto de agua, los daños en las acequias como consecuencia de las obras; y la cesión del uso de algunos edificios propios del común.

En lo referente al abastecimiento de los soldados, los presidiarios que trabajaban en las obras y los animales de carga, el cabildo argumentaba, según se refleja en sus actas, «que es insufrible seguir suministrando las raciones» a la tropa y presos. Previamente se había nombrado a don Román de Paco comisario para el abastecimiento, quien adelantaba los capitales necesarios. Quejas (que los empleados del canal consumían del abasto público de la ciudad, teniendo problemas los vecinos para cubrir sus necesidades, que la tropa tuviese sus propios proveedores, etc.), argumentaciones, alguna reclamación al Superintendente de Rentas, aunque se seguían proporcionando los víveres. Incluso, cuando en mayo de 1778, la escasez de paja fue preocupante, tanto para los vecinos, como para la tropa del canal, se acordó que se buscase, tanto para unos como para otros, en los pueblos de los alrededores y se pagase de los caudales de propios.

Los problemas relacionados con el agua y los daños producidos en sus conducciones son más llamativos, e implicaban más al concejo como institución. Estos, en septiembre de 1777 se plegaron a las exigencias de la compañía, llegando a acordar el reparto del agua, unos días para el pueblo, y otros para las obras, dada su escasez. Incluso, los representantes de la compañía llegaron a exigir de las autoridades municipales el arreglo inmediato de la acequia de la ciudad, puesto que perjudicaba su rotura el trabajo en el canal. Después de algunos días de informes cruzados, se demostraba que el destrozo había sido consecuencia de la actuación de los trabajadores de la compañía y que era ella la obligada a repararla.

Un tercer aspecto es el relacionado con la cesión de uso de algunos edificios propios del concejo, como algunas casas de la ciudad para el alojamiento de la tropa en los primeros días del trabajo y de una construcción en el paraje de los Corralazos, habilitada como oficina de la compañía; o la utilización de la cueva de los Siete Pilares como cárcel para el alojamiento de los presos. En todos los casos, después de algún alegato o protesta, siempre se hallaba una colaboración manifiesta y más o menos desinteresada.

El fracaso de la obra

El fracaso en la construcción del canal se produjo debido a una serie de causas técnicas, y de problemas de financiación. En primer lugar, tanto los ingenieros que estudiaron el proyecto al inicio de su realización, como los autores que, de alguna u otra forma, se han acercado a su estudio después, consideran que era técnicamente inviable. El inconveniente fundamental eran las nivelaciones del terreno y la ejecución de la mina de Topares, con una longitud superior a los 14 km. Además, los caudales que se pretendían trasvasar no eran tan elevados como se había apuntado en los informes de Pradez.

En cuanto a los problemas de financiación, resultó imposible reunir los 60 millones de reales que la Real Cédula de 1774 exigía a Pradez para emprender la obra. En otro sentido, para la comunidad humana asentada en la ciudad de Huéscar, el fracaso del Canal del Reino de Murcia tuvo una consecuencia doble: el mantenimiento de un sistema tradicional de riegos, y como consecuencia, un «triunfo» de la pequeña hidráulica; así como la conservación hasta comienzos del siglo XX de técnicas y modos tradicionales de gestión del agua.

Epílogo

La idea de trasvasar las aguas de los ríos Castril y Guardal se mantuvo como proyecto durante el siglo XIX. Como ejemplo puede verse cómo en 1866 se realizó por los ingenieros don Teodoro y don Antonio Bergues de las Casas un Proyecto de Canal y Fuerza Motriz de Bugéjar que pretendía poner en cultivo numerosas fincas de la comarca. Después del abandono de estos proyectos, definitivamente, a finales del siglo XX, se han realizado dos obras de gran hidráulica, el pantano de Castril, en el río homónimo, y el de San Clemente, cerca de las fuentes del Guardal, que permiten la acumulación del agua de ambos ríos y su conducción a tierras más bajas. Aunque con protestas de los vecinos de Castril durante su construcción, la gran hidráulica ha triunfado de forma clara sobre la pequeña hidráulica tradicional, aunque con unos planteamientos técnicos, y, por consiguiente, con unos resultados diferentes, tanto en su consecución como en el aprovechamiento por los vecinos de una parte de los recursos hídricos que generan sus manantiales.

 

Autor: Julián Pablo Díaz López


Fuentes

Real Cédula de Carlos III, aprobando la propuesta hecha por D. Pedro Pradez para hacer a su costa y la de su Compañía un Canal de Riego y Navegación, con las aguas de los ríos Castril, Guardal y otros, Madrid, imprenta de Pedro Marín, 4 de junio de 1775.

Bibliografía

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