El Archivo General de Indias, frecuentemente conocido por sus siglas AGI, es uno de los archivos más importantes de España y uno de los más relevantes a nivel internacional para el conocimiento de la Historia Universal entre finales del siglo XV y principios del XIX. Forma parte del conjunto de los Archivos Estatales, junto a otros tan conocidos como el Archivo General de Simancas, el Archivo Histórico Nacional o el Archivo de la Corona de Aragón, de entre los cuales es el único situado en Andalucía. En 1987 fue reconocido por UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, al mismo tiempo que la Catedral de Santa María de la Sede y los Reales Alcázares, monumentos aledaños junto a los que conforma el principal emplazamiento histórico y artístico de la ciudad de Sevilla. UNESCO también ha incluido varios de sus documentos más destacados en el Registro de la Memoria del Mundo: el Tratado de Tordesillas, las Capitulaciones de Santa Fe, los papeles de la misión Keicho y varios vocabularios de lenguas amerindias.

Como tal, el Archivo de Indias existe desde finales del siglo XVIII. Se trata de una creación de las políticas ilustradas de Carlos III, que buscaban defender la posición de la Monarquía Hispánica en el contexto de las rivalidades políticas y culturales de la época. Desde el siglo XVI habían cundido en Europa las críticas contra la expansión española en América, que a mediados del XVIII engarzaron con las tendencias anticoloniales de la Ilustración radical. El potencial revolucionario de estas formas de pensamiento no podía ponerse en tela de juicio, después de que el Imperio Británico se enfrentara a la Revolución de Independencia de las Trece Colonias de Norteamérica (1776); por tanto, al conocer la publicación de la Historia de América (1777) del escocés William Robertson, Carlos III, asesorado por su secretario de Indias José de Gálvez, decretó la formación de un archivo donde se reuniese la documentación más relevante sobre el gobierno español de Ultramar (1778), a fin de generar una línea de historia oficial contra la Leyenda Negra cuyo primer eslabón sería la Historia de las Indias del humanista valenciano Juan Bautista Muñoz.

Se eligió como sede del nuevo archivo la Lonja de Mercaderes de Sevilla, bello ejemplar de la arquitectura renacentista herreriana, que se hallaba entonces bastante infrautilizada por el traslado a Cádiz de las instituciones rectoras de la Carrera de Indias y de la mayor parte de la comunidad mercantil que participaba en ella. El edificio tuvo que ser adaptado a sus nuevas funciones literarias. La responsabilidad de las obras recayó sobre el arquitecto navarro Lucas Cintora, quien optó por liberar los interiores de las esbeltas galerías y revestir suelos y espacios como la escalera principal con mármoles y jaspes. Sobre las paredes se desplegaron las célebres estanterías diseñadas por el imaginero Blas Molner en madera de cedro macho y caoba de Cuba. Ellas albergarían los primeros legajos, que empezaron a llegar a Sevilla procedentes de Simancas y Cádiz en 1785, fecha convencionalmente empleada para situar la fundación efectiva del Archivo de Indias.

Desde su inauguración, la institución fue concebida como un archivo de archivos. Se reunieron los de las instituciones castellanas implicadas en la política indiana, una vez que, pasado el tiempo suficiente, dejaron de emplearse como archivos administrativos y pasaron a considerarse archivos históricos. En tal sentido, el núcleo del AGI se encuentra delimitado por fondos institucionales entre los que destacan los procedentes del Consejo de Indias (con las Secretarías del Despacho correspondientes al ramo), la Casa de la Contratación y el Consulado de Cargadores a Indias. No obstante, a lo largo del tiempo también se formaron algunas secciones facticias, es decir, creadas ex novo siguiendo criterios archivísticos posteriores a la gestación de la documentación, tales como Patronato Real o Mapas y Planos. El conjunto documental, por tanto, no se ha mantenido invariable durante los casi dos siglos y medio de funcionamiento del Archivo; al contrario, ha aumentado progresivamente y se ha reordenado en varias ocasiones hasta alcanzar su estado actual, que abarca más 43.000 legajos repartidos entre dieciséis secciones distintas.     

El funcionamiento del Archivo ha cambiado mucho desde el siglo XVIII, tanto internamente como en sus relaciones con los investigadores y el público en general. La fundación original de Carlos III y Gálvez era un archivo secreto de la Monarquía, donde se investigaba para crear historia oficial, siempre con la licencia política del rey y sus ministros. Por tanto, el acceso a la documentación estaba severamente restringido. Poco a poco, este régimen de consulta se fue modificando hasta la consolidación de un modelo distinto a finales del siglo XIX, cuando el AGI se desvinculó del Ministerio de Ultramar y se sumó a los cuadros del Ministerio de Instrucción Pública. Gracias a esta refundación liberal, el archivo secreto del Antiguo Régimen se convirtió en un archivo público del Estado nacional, donde investigar el pasado dejó de ser un privilegio regio y se convirtió en un derecho al alcance de cualquier ciudadano cualificado.   

Desde entonces, el Archivo se ha convertido en uno de los centros de investigación histórica más importantes del mundo, al que acude permanentemente un elevado número de historiadores, procedentes en su mayoría de América Latina, Estados Unidos y Europa. Esta afluencia de investigadores ha contribuido de manera decisiva a convertir Sevilla en una de las ciudades americanistas más relevantes a nivel internacional. Los fondos del AGI se complementan con otros repositorios como el Archivo de Protocolos Notariales (hoy cobijado en el Archivo Histórico Provincial) o la Biblioteca Capitular y Colombina, gracias a los cuales se ha consolidado la investigación histórica especializada en instituciones como la Universidad de Sevilla o la Escuela de Estudios Hispanoamericanos (CSIC). 

Desde la celebración del Quinto Centenario, entre finales del siglo XX y comienzos del XXI, el Archivo de Indias ha seguido creciendo y transformándose. Uno de los cambios más notables ha sido la ampliación de sus estructuras, al añadírsele el edificio frontero de la Cilla, un antiguo granero del Cabildo Catedral de arquitectura dieciochesca, en el que se ha situado la Sala de Investigación y otras dependencias. Eso ha liberado espacio en el edificio de la Lonja, de modo que, aunque aún sigue conservando el gran conjunto documental, se ha podido aprovechar también como excepcional recinto museístico abierto al público. Otra novedad destacada ha consistido en la digitalización de la documentación. El Archivo de Indias fue el primero de los grandes archivos españoles en acometer este proyecto y es el que actualmente lo lleva más adelantado. La documentación fotografiada se va volcando en el Portal de Archivos Españoles (PARES), donde puede ser consultada tanto por especialistas como por cualquier persona intersada en el conocimiento directo de las fuentes históricas.      

 

Autor: José Manuel Díaz Blanco 


Enlaces

Archivo General de Indias

Portal de Archivos Españoles (PARES). Portal que aloja la documentación digitalizada del AGI

Bibliografía

BAS MARTÍN, Nicolás, Juan Bautista Muñoz (1745-1799) y la fundación del Archivo General de Indias, Valencia, Dirección General del Libro y Coordinación Bibliotecaria, 2000.

FERNÁNDEZ LÓPEZ, Francisco, La Casa de la Contratación. Una oficina de expedición documental para el gobierno de las Indias, Sevilla, Universidad de Sevilla-Colegio de Michoacán, 2018.

GONZÁLEZ GARCÍA, Pedro (coord.), Archivo General de Indias. Los archivos españoles, Madrid, Ministerio de Cultura – Lunwerg, 1995

HEREDIA HERRERA, Antonia, La Lonja de Mercaderes: un cofre para un tesoro singular, Sevilla, Diputación, 1992.

Visual Portfolio, Posts & Image Gallery para WordPress